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Empujar mi maleta para bajar del auto fue la mayor tortura que pudo resultar, las miradas de mis padres sobre el edificio y sobre mi mismo se me hacían difíciles de poder asimilar.

- Sebastián...- Mi madre al final decidió romper su silencio -¿Cómo te sientes, hijo? ¿Estás nervioso o-

- ¿Cómo quieres que me sienta?- Respondí con una voz que delataba toda mi molestia -Mis propios padres me están metiendo a un hospital mental POR ALGO QUE ELLOS HICIERON

- Lo sabemos hijo- Suspiro mi padre saliendo del auto, su rostro denotaba un sentimiento que no había visto de el: Arrepentimiento -Y si hacemos esto es porque queremos que mejores, queremos que vuelvas a ser ese niño feliz que eras de pequeño...

- Entonces en el tiempo que este metido aquí preguntense porque deje de serlo.

Sentí en cualquier momento que me iba a quebrar, así que decidi continuar con mi camino con la mirada agachada arrastrando mi maleta llena de cosas triviales.

En el vestíbulo pude sentir aquella aura pesada encima mío, un aura de saber que estar allí sería una carga más sobre mis hombros.

- Temo decirle que no podemos permitirle nada de lo que entre aquí, también tendría que cambiarse las ropas a las de aquí mismo- La enfermera en la entrada intentaba decirme las cosas con la mayor calma posible -¿Que talla eres?

- ¿Lo ves Sebastián?- Interrumpió mi padre -Nada de esto es muy importante como para que lo tengas aqui.

- Lo traigo porque probablemente lo venderían el tiempo que este aquí metido- Respondí casi como anuncio, estaba cansado de tener que discutir lo mismo.

-En ese caso puedes dejar tus cosas aquí- La voz dulce y amable de la enfermera me hizo recapacitar un poco de dónde estaba yo, asintiendo en el proceso -Ahora si ¿Que talla eres?

Mis cosas se quedaron bajo llave y custodia de aquella oficina y eso fue suficiente para salir victorioso ante mis padres. No paso mucho para que al final se fueran en medio de reclamos por "la insolencia" de aquella enfermera.

El pijama del hospital se me veía bien, no iba a mentir sobre eso. Cualquier cosa se me veía bien si sabía cómo usarlo.

-Muy bien- La misma enfermera se hizo presente una vez le indique que estaba listo -¿Te llamas Sebastián?

-Si señorita, puede llamarme Musikato o solo Musi- Poco a poco iba comenzando a perder el tono monótono con el que había entrado.

-¿Que edad tienes?- Pregunto con aquella dulzura tranquila.

-Cumpliré 17 años el 25 de diciembre- Musite, algo avergonzado.

-Eres como un reno navideño- Su frase provocó que una risa se me escapase de los labios -¿Tienes idea de porque estás aquí?

- Me intente matar varias veces- Mencioné de forma seca al tiempo que miraba mis brazos envueltos en vendas, cubiertos por aquella mangalarga -Casi lo lograba está vez, solo me faltó ser ignorado un poco más.

Pude sentir esa mirada de lastima sobre mi, realmente no esperaba que la tuvieran. No es que ellos sean mis padres o las personas que me orillaron a tener esa clase de pensamientos destructivos.
Tomo una última nota y acaricio mi cabello castaño.

-¿Te sentirías cómodo con un compañero de cuarto si sabemos cómo darles privacidad?- Menciono aquella chica al tiempo que me entregaba un pequeño mapa del lugar.

- Nunca he tenido una privacidad como tal, no tengo problemas con ello.

Una sonrisa se dibujo en su rostro mientras señalaba a una enfermera en específico: Alta y de cabellos rubios, parecía ser una de las jefas allí.

-Hola chico- Se presentó calurosamente ante mi -Soy la enfermera Cristina, me conocen por muchos nombres aqui así que no te sorprendas por apodos. Soy la encargada de la sección donde estarás en tu estancia, así que permíteme presentarte a tu compañero de cuarto.

Sentí una ligera emoción recorrer mi cuerpo, una emoción que no había sentido tal vez durante toda mi vida. Estaba emocionado, era eso, cada escalón que subía al segundo piso era como una palpitacion más a mi ahora vivo corazón.

Abrir la puerta con el número "230" para encontrar una cortina dividiendo aquel lugar en dos, sobre la cama de la izquierda habían tiras de mariposas de colores que parecían revolotear con el viento que entraba por las ventanas, la cama de la derecha se notaba vacía, sobraba decir para quien era.

Allí fue cuando una voz tras de mi se hizo presente, una voz que no conocía.

-Tu debes ser Sebastián ¿No?- Pregunto un chico con cabellos celestes mientras notaba como con su mano derecha sostenía el soporte de un suero que conectaba a su mismo brazo.

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—@raccoonzack debe desayunar.

El paciente de al lado || Flexkato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora