DRACULA.

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DRACULA.

Año 1005

Rumania.

La vida es sin duda la debilidad de cualquier especie en este mundo, es tan frágil como una rosa y fugaz como las llamas de la hoguera, en cambio la inmortalidad es la maldición más siniestra y hermosa que te puede otorgar la oscuridad. Rumania siempre fue cobijado por las grandes paredes de moho y la sangre que es derramada en las noches de soledad de muchos y muchos de los de mi especie. En mi castillo la comodidad que me brinda la servidumbre, la protección de los soldados inmortales y la lealtad de los licántropos me mantienen en cuerda, todos formamos parte vital de colocaciones que siguen un orden natural, no puedes obligar al lobo a comportarse como oveja, ni a la oveja a aniquilar como el lobo, a lo largo de los años mis distintas formas poco ortodoxas me han llevado a ser un hombre pulcro y de poesía, para algunos y una bestia fría y sanguinaria para otros, muchos de los que me tienen en el último concepto pecan de necios e imbéciles al pensar que si quiera pudieran tocarme un solo cabello antes de yo saberlo, de yo defenderme, siempre he estado rodeado de enemigos naturales, pero he sabido cómo controlarlos y hacerlos a mi modo, y así seguirá siendo durante el resto de toda mi maldita existencia.

El asiento donde me reclinaba era de un fino cuero del este de Rumania, Transilvania, lugar donde tenía más aliados ya sea porque me temían o porque me adoraban, mis tierras malditas. Observé por el cristal la Transilvania de noche, tranquila y peligrosa.

- Tengo que ir con algunos vampiros en Italia, espero, conde, que mi tardanza no sea de su desagrado, me decepcionaría fallarle en esta tarea que me ha asignado.- miré a la dueña de esa voz tan fastidiante, Amara.

- Procura no fallar esta vez, querida mía. De lo contrario tu cabeza posará junto a las estacas de los calabozos.- Amara solo asintió no sintiendo terror alguno,  solo obedeciendo mi orden.

- No volverá a pasar.- recalcó.

- Conde.- hizo acto de presencia Cristus Theobald un fiel vampiro alemán, mi mano derecha.- Aun tenemos a los brujos de tierras lejanas, vivos, como lo ha ordenado.-

- ¿Y porque la demora ,Cristus Theobald ?.- me levanté de mi asiento hacia mi repisa de vinos finos, que deleitaban mi paladar.

- Daré orden para que lleguen en tres días, el mar de tierras lejanas es tranquilo pero inmenso.-

- Yo puedo ir a ayudarte, a recibirlos, tengo un pendiente en Italia pero volveré pronto.- dijo amara.

- No es necesario, te necesito más días por allá, aún no tenemos información del paradero de los Greco, ¿o me equivoco?.- pregunté esto último a Cristus Theobald.

El procedió a bajar la mirada para después hablar.

- No, conde. Aún no.-

- Llamen a Vladimir.- pedí.

- Enseguida, conde.- dijo amara para después salir de la habitación.

- El hombre común es ignorante, pero ustedes como inmortales pecan de ignorancia, me conviene entrometerme en este tema si quiero resultados favorables, y no depositar toda mi confianza en, ustedes..- repuse mientras bebía de mi vino.- ¿Este vino es de dónde?... me sabe vagamente familiar.- pregunté a Cristus Theobald.

- Es de la antes grecia, conde.- carraspeó.- hace no mucho estuvieron los juegos y encontramos un viñedo de frutos selectos.

- Bien, entonces ve por más, este vino es el que serviremos en la celebración de santa asunción. Será una velada donde trataré a los nuevos vampiros del norte del áfrica.-

Perseguida Por Drácula, la Historia De Valloleth Winston.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora