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Alexandra vio cómo todos empezaban a salir del Gran Comedor a toda prisa, sintiéndose mareada mientras empezaba a pensar en lo que tenía que hacer. Sentía que le faltaba algo, y estaba segura de que tenía que ver con aquella diadema. Sabía que la única forma de recuperar los recuerdos perdidos era mediante la tortura, así que empezó a pensar en los peores momentos de su vida. No era una tortura física, pero era suficiente para engañar a su ya débil mente.

Su mente vagó específicamente a la noche en la Torre de Astronomía, cuando se enfrentó a Dumbledore momentos antes de su muerte.

"¿Es verdad?" Su voz resonó. ¿Qué cosa?

Tardó un momento, pero recordó el trozo de pergamino. Lo recordaba doblado alrededor de una página de un libro y colocado cuidadosamente debajo de la joya. Ahora lo recordaba claramente: la diadema en la habitación que Tom y Alexandra compartieron una vez.

"Sé dónde está", se dijo Alexandra. "Maldita sea, sé dónde está. Ahora vuelvo".

"¿Adónde vas?" Volvió a preguntar Fred.

"¡A cambiar el destino!" Alexandra respondió, exactamente como lo había hecho momentos atrás. Ayudar a Harry a encontrar la diadema más rápido de lo que lo habría hecho por su cuenta le dio a Alexandra la esperanza de que las cosas podían cambiar. "¡Manteneos unidos y vigilad vuestras espaldas!".

"¡Entendido, capitán!" le respondió Fred con una pequeña sonrisa en la cara.

"¡Harry! Harry!" llamó Alexandra, corriendo frenéticamente tras su amigo.

"No tengo tiempo para..."

"¡La diadema! Sé dónde está!" le dijo Alexandra. Él se detuvo en seco y se apresuró a seguirla cuando ella cambió rápidamente de dirección. Se esforzó por seguirla y se sorprendió de que de repente tuviera tanta energía. Hacía tan sólo unos días, se sentía débil por el cansancio.

"¿Cómo puedes estar segura?" preguntó Harry, sabiendo muy bien que una corazonada no siempre es la respuesta.

"Tom me lo dejó, en la habitación que compartíamos", explicó Alexandra mientras seguía corriendo. "Pensó que éramos las dos únicas personas en el mundo que conocían la habitación. Supongo que por eso intentó borrarme la memoria".

"¿Cómo sabes que sigue ahí?".

"No está", contestó ella, llegando a la séptima planta. "Antes de la boda, le hablé a Ginny de la diadema. Le hice prometer que la escondería si me pasaba algo. De ese modo, sólo nosotros sabríamos dónde está. Si conozco a Ginny tan bien como creo, la escondería donde escondió tu libro".

"¡En la habitación de las cosas escondidas!" gritó Harry alegremente.

"¡Exacto!" vitoreó Alexandra, recuperando el aliento mientras se acercaba a la habitación. "Nunca me habría dado cuenta de eso si mi vida no fuera tan horrible. Bueno, no es horrible, sólo quiero decir-".

"Créeme, sé exactamente lo que quieres decir", le aseguró Harry, apresurándose a entrar en la habitación cuando apareció la puerta.

"Había algunas chucherías en la parte de atrás que le gustaban a Ginny. Supongo que lo habrá escondido allí!" gritó Alexandra, retrocediendo entre montones de cachivaches mientras corría en busca de la diadema. Harry se quedó atrás, echando un vistazo al frente por si Alexandra se equivocaba.

3. Anchor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora