Prólogo

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CATALINA




— Éxito en tu primer día de pasante — dijo emocionada mamá, sonreí feliz mirándola — Vas muy guapa.

— Gracias — me acerqué dándole un beso en su mejilla — Nos vemos en la tarde, por favor me llamas cualquier cosa sin dudar — mamá me cerró un ojo.

— Ve tranquila — me sentí tranquila de inmediato, me acerqué a Merianne dándole un beso en su mejilla, sonreí observándola.

Salí de casa y caminé hasta la estación de metro de la calle Court, en Brooklyn Heights, más nerviosa que nunca en mi vida, es mi trabajo soñado, o
más bien el trabajo que necesito en estos momentos, tengo que ser la mejor pasante para lograr quedar trabajando ahí, esa empresa lo tiene todo, toda la estabilidad que necesito ahora en mi vida.

Después de unas combinaciones de metro, me bajé en Columbus Circle,
me compré un café en el carro que siempre está en la esquina para entrar a Central Park y crucé la 59 oeste para ponerme a caminar por la Octava Avenida. Voy nerviosa, pero voy feliz.

Entré en el edificio, no hay tantas personas subiendo, cómo pensé que sería, y hay muchos ascensores, así que no tardé tanto en llegar al piso de Van Janssen Corporation. Apenas entré me acerqué a la recepcionista, mujer joven, impecablemente vestida y muy formal, me miró en forma de saludo.

— Buenos días en que la puedo ayudar.

— Vengo a la citación de los pasantes seleccionados — la señorita sonrió.

— Claro, su nombre.

— Catalina Hernández — buscó en una caja y me entregó una credencial.

— No la debe perder y la debe usar en todo momento dentro de la compañía — sonreí tomando la credencial poniéndola por mi cuello enseguida.

— Muchas gracias — me asintió.

— Por ese pasillo, las primeras puertas de vidrio a mano izquierda es la sala de reuniones, ahí debe esperar — le asentí feliz mientras me indicaba con sus manos.

— Muchas gracias nuevamente.

— De nada y bienvenida — sonreí aún más feliz y me puse a caminar observándolo todo, se ve que por el pasillo que está a mi izquierda está la entrada a los cubículos y oficinas de todos los trabajadores, por el pasillo frente a mi hay más calma, se ve que más al fondo en el pasillo hay otra recepcionista, debe ser la recepcionista de los altos cargos, las puertas de vidrio estaban abiertas, ya hay muchas personas sentadas y de diferentes edades, así que me relajé y me senté en un asiento desocupado en la gran mesa de reuniones.

— Tu nombre — dijo un chico cercano a mi edad muy alegre — El que llega debe decirlo para conocernos — asentí sonriendo.

— Catalina — respondí.

— No eres norteamericana— dijo enseguida una chica muy linda y negué riendo.

— Soy de Panama — era obvio, cualquier persona que escucha mi acento se da cuenta enseguida que no pronuncio de forma nativa el inglés.

— Woah mitad caribe — dijo un chico uniéndose a la conversación y me puse a reír asintiendo.

— Bueno yo recordé todos los nombres — dijo el primer chico que me preguntó el mío — Así que yo se los diré a Catalina — asentí feliz y comenzó a nombrar a todos los que ya se encontraban aquí, intenté memorizar lo más posible los nombres.

— ¿No llego tarde? — una chica demasiado bien vestida entró corriendo.

— Si debes decir tu nombre — dijo Luis serio, el chico más hablador que se sabe el nombre de todos, a la chica se le transformó el rostro, no aguanté y comencé a reír arruinando la broma de Luis — Es solo una broma, no llegas tarde — la chica sonrió relajándose y se sentó.

— Livy — respondió con actitud. Luis los nombro a todos nuevamente, hasta que sentimos unos pasos con seguridad, inmediatamente todos guardamos silencio al ver entrar a dos hombres de traje a medida, sentí que la visual me falló y por un momento pensé que esos ojos verdes ya los conocía, pero imposible que sea él, no puede ser él.

— Buenos — es su voz, me agarré de los lados de mi silla intentando aferrarme a algo, y sus ojos me encontraron cerrando su boca. Es imposible que alguien tenga esos mismos ojos, esos ojos mismos que veo todos los días al despertar y todas las noches antes de dormir, definitivamente es él, sentí que mis latidos se dispararon y que su enojo arrasó con su mirada sobre mi.

La Culpa Fue De Tus Ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora