ARTHUR
Salí de la sala de reuniones enfadado caminando por el pasillo, ¿Qué hace aquí?
— ¿Con cuál te acostaste? — me frené girándome al escuchar a Hunk.
— ¿Qué estás hablando? — me acerqué furioso y amenazante hacia él.
— Por favor Arthur — respondió como si fuera obvio, me giré entrando a mi oficina y me encerré queriendo quemarlo todo.
Cinco años atrás ...
— ¿No has pensado en vivir solo? — preguntó papá, lo miré ofendido.
— Nooo no te vayas — dijo mamá rápido mirándome y me puse a reír.
— Sabes que no me gustaría vivir solo — papá levantó sus hombros.
— No es porque quiero que te vayas, solo que yo a tu edad teniendo esa cantidad de dinero, hubiese hecho mi vida de forma diferente, solo eso, ya sabes, fiestas, viajes, conciertos — arrugué mi nariz negando con mi cabeza riéndome, yo no soy así.
— El día en que me vaya a vivir solo será porque encontré a mi princesa— respondí feliz, mamá me miró con ternura acercándose a mi, dándome un beso fuerte en mi mejilla, sonreí acomodándome mis anteojos.
— Amor mío tú te mereces a la mejor mujer de este mundo — sonreí feliz a mamá, y papá asintió sonriendo cerrándome un ojo.
— Admito que me pone muy orgulloso, ver el hombre que eres — dijo papá feliz abrazándome — Tenía miedo cuando pensaba en como serías cuando crecerías.
— ¿En serio? Criaste a Elena, era obvio que Arthur sería un angelito hermoso — me puse a reír arrugando mi nariz mientras mamá me agarraba mis mejillas.
Con la cabeza más fría me concentré en el Mac, abrí word y me puse a teclear a velocidad.
Leí la hoja recién impresa, boté aire y me pase las manos por mi cabello, presioné el botón del intercomunicador.
— Erika, necesito a la pasante Catalina Hernández ahora — dije enojado dejando de presionar el intercomunicador sin esperar respuesta de Erika.
Me levanté de mi asiento esperando que Catalina entre por esa puerta hasta que sonó el intercomunicador.
— La pasante Catalina Hernández va camino a su oficina señor Cruz — Erika colgó y caminé a la puerta hasta que sonaron dos toques suaves llenos de miedo.
— Pase — respondí enojado, la puerta se abrió y entró Catalina llena de miedo, la tomé del brazo entrándola rápido cerrando mi puerta con pestillo enseguida acorralándola contra la muralla — ¿Qué haces aquí? — dios quiero explotar en rabia.
— Lo siento no sabía que tú trabajabas aquí — dijo rápido intentando explicarme.
— No soy un simple trabajador, soy unos de los dueños, así que no me vengas a decir ¡QUE NO SABÍAS QUE YO ESTARÍA AQUÍ! — se me fue todo el aire de los pulmones en ese grito y Catalina me miró hacia arriba sin emitir ningún gesto ni ningún movimiento.
— En serio que no lo sabía — dijo casi sin voz quitándome la vista, tomé aire y respiré su olor, cerré los ojos soltándola, alejándome, odiándola aún más sintiendo su olor en mi nariz y caminé al escritorio.
— Ven a firmar esto ahora — se acercó con pasos tímidos tomando la hoja, la observé y me tengo tan a fuego grabado en mi cabeza su cuerpo, cada centímetro de ella, que no tengo que desnudarla para saber que su cuerpo está diferente, le quité la vista, le entregué un lápiz y bajó la hoja mirándome perdida a mis ojos.
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La Culpa Fue De Tus Ojos
RomansaCatalina y Arthur tuvieron la hermosa fortuna de coincidir, la hermosa suerte de encontrar el amor, pero como en toda historia de amor hay un corazón frío y otro corazón roto. Arthur dejó de ser el mismo desde aquel día, y bueno Catalina, a Catali...