capítulo 2

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El simple hecho de encontrar esa tarjeta me hace sentir cierta tranquilidad, puede que tenga un breve periodo de amnesia y esta tarjeta sea una orientación, pero no estoy seguro si la información sea verídica o solo es una mala jugada de alguien.

A pesar de que mi estancia no ha sido amena, el hambre y la curiosidad me han propuesto a vagar e inspeccionar por la montaña.

Así que, sin más preámbulos, decidí irme, ya que la comida en este lugar comienza a escasear y no quisiera comprometer mi salud, por lo cual, es preferible migrar.

Al voltear nuevamente a la sala, me percato de una mochila verde un poco vieja y polvosa tirada en la esquina de aquel sillón, la limpio dándole golpes para desempolvarla, la lleno con algunas provisiones que hay en la alacena de la cocina.

Ahí yacen algunas latas de comida, unas cuantas abolladas y otras en estado perfecto.

Procedo a tomarlas sin dejar rastro de que hayan existido en aquel lugar, ahora voy al anaquel de madera con la puerta colgando, la abro cayendo esta al instante, no me extrañaría que este sitio se estuviera cayendo a pedazos, sobre todo por su antigüedad.

Dentro del anaquel yacían unas cuantas telarañas, incluso una araña patona escaló como alpinista a través de mi brazo, me espanto, sacudiéndose esta de inmediato, cae al suelo aplastándola con una de mis botas, la embarro en las tablas, reflejando su cuerpo hecho trizas, esto me ha provocado cierto asco.

De inmediato, saco del anaquel lateral, algunas barras de cereales añejadas, algo sorprendente es que yacía una navaja táctica de color tornasol en el fondo de aquella.

Al tomar las suministros, procedo a introducirlos tratando de acomodar lentamente cada cosa, una por una en aquella mochila.

Me dirijo a la sala, ahora con el objetivo de necesitar algún instrumento que me brinde ayuda en el camino, debo buscar algo más que una navaja o comida, puede que ambos me agilicen mucho más el trayecto pero aún no es suficiente.

Inspeccionando dentro del mueble color caoba, el cual, se encuentra frente a los sillones, observo con atención un destello anaranjado que sobresale del mueble.

Gracias a la cantidad de luz que se refleja en aquella sala, procedo a abrir la puerta de donde sale aquel destello, esta mantiene sus rejillas de madera rotas, para mi gran suerte, yacía una piolet para alpinistas de color azul marino, y unos binoculares con lentillas naranjas muy peculiares.

Sin pensarlo agarre a ambos, acomodándolas cada una en el espacio disponible de las bolsas frontales de la mochila, por último, me dirijo al comedor, tomo la manta grisácea que colgaba en el respaldo de una silla rustica y la cantimplora mediana que se encontraba junto a la manta.

Sin más que tomar, guardo dos barras de cereal en mi bolsillo con la intención de evitarme el hambre si es que pierdo la mochila.

Procedo a cerrar esta última, tomándola del asa, la cual hace tirar mi brazo por su gran peso, me la coloco ajustando de ambos tirantes, los cuales se sostienen firmemente sobre mis hombros, a la par abrocho el cinturón lumbar, tomando de un pequeño respiro, me dirijo a la entrada principal.

Al salir de la cabaña, me alejo lentamente de ella, tomando mi curso, mientras desciendo por un estrecho camino de tierra a través del soto que se encuentra en la mitad de la montaña, al caminar a través los bosques de coníferas me llegaba hacer memoria, si no mal recuerdo...

Lo que alguna vez me dijeron cuando era niño:

«La mejor forma de sentir el bosque era pasear por él sin usar la vista»

Si la próxima vez que alguien entre y se cruce con un pinar, yo me acercaría y le diría aquella persona que efectivamente comprobará que esto es verdad.

Mi mejor recomendación para sentir una gran sensación natural, es taparse los ojos con la mano o cerrarlos y continuar caminando, sintiendo por debajo de los pies el suelo seco y duro, de tal forma que uno debe quedarse plantado un rato como si fuera un pino o un árbol.

De esta manera cada uno escucharía el murmullo del viento sobre las copas de los árboles, al igual la conexión que hay con la naturaleza, sería en el preciso momento en el que uno se acerca a un tronco y con las manos, sumamente tocaríamos de su corteza.

Así podríamos pensar que ese pino o árbol puede que esté ahí mucho antes de que nacieras, es así que se debe inspirar y captar los ricos olores del pinar y del bosque, yo encuentro un dulce olor familiar a resina y romero que se despliega a través del denso paraje.

Por último, necesitamos abrir los ojos y mirar alrededor, inmediatamente nos producirá sensación de quietud, calma y tranquilidad de una manera serena y absolutamente natural, es así como logras sentirte con más serenidad.

Llevo caminando media hora y el efecto de la caminada me ha dado hambre, decidí sacar mi barra de cereal, la destape y le di un par de mordidas, me detuve un poco a observar los troncos, ramas y animales pequeños a mi alrededor.

La disfruto aunque está ya no conserva su sabor original, sabe un poco seca, no puedo distinguir bien el sabor del cereal, me detuve de inmediato al sentir una presencia a mi alrededor, no sé por qué, pero alguien me miro y justo ahora me hace compañía, volteo a mis lados, aunque no logró encontrar nada.

«¿Qué es?» ...

[ Ulular de un búho.]

«¡Joder!»

Salto de un brinco, tirando la barra de cereal, levanté inmediatamente la mirada, este se encontraba a dos árboles frente a mí, posado sobre la rama de un pino canario, aquel me veía con firmeza, y esto me impresionó aún más.

Comencé a caminar en otra dirección, aquel no quitaba su mirada, incluso seguía mis pasos rotando lentamente su cabeza, repentinamente se calló.

Decidí ignorarlo, prosiguiendo mi camino, me alejaba más de él, esté nuevamente ululo con más intensidad, pareciera ser una extraña despedida, su sonido me produjo algunos escalofríos, mi piel se erizo tan firme como una roca, pues el rey de la noche hizo que mi corazón latiera rápido.

Al dejarlo atrás escuche como voló, entre sus aleteos con tanta fuerza.

Después de unas cuantas horas continúe bajando de la montaña, llegué hasta un acantilado, este era más pequeño que el de la cabaña, se encontraba a mitad del bosque, trate de acercarme lo más cauteloso posible.

Deje mi mochila a mi lado, me recosté lentamente sobre la orilla, en aquella vista pude contemplar un panorama reluciente, era exorbitante, lleno de muchas montañas blancas curvadas con sus faldas llenas de bosques y un gran valle con distintos tonos de verdes.

Los pajarillos volaban, las nubes en formaciones tan parejas las cuales flotaban en la atmósfera azul como el mar, la postal me mantenía cautivado y emocionado como un niño pequeño.

«¡Es realmente hermoso!»

«¡Qué lugar tan precioso!».

A simple vista quise observar lo peculiar de este lugar, me percate de un gran lago y uno que otro río, repentinamente deje de mirar a todas partes, centrándome en algo que llamó mi atención.

Saque los binoculares de mi mochila, ajustándolos cuidadosamente con la rueda de enfoque, lleve mis ojos muy adentro de las gomas, ajustando en cada uno la rueda de la dioptría, lo emocionante era encontrar las primeras señales de vida y así fue, me topé con un poblado, a unos cuantos kilómetros de mí.

Es grande, su entrada desde este punto me parece aún distante, guardare ánimos para no deprimirme por lo lejano que parezca, seguiré bajando y en un santiamén estaré allí. 

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Hola.
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Estaré actualizando continuamente la historia cada semana con dos nuevos capítulos para no perderse ningún capitulo de esta historia que con tanto cariño les escribo a ustedes, espero que la estén disfrutando. 

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Saludos.  ⭐

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