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Una semana después

Harry

Hay un extraño vacío en esas horas antes del amanecer. Quizá otras personas lo considerarían «calma», pero a mí me parece hueco. Por eso procuro salir un poco más tarde con Friend, pero esta mañana...

Ayer hablé con Juls, sé que lo decía de broma, pero mencionó que estaban tan a gusto donde sea que están, que quizá no volviesen. Y la idea, incluso de broma... No he conseguido dejar de darle vueltas. No sé qué haría si no pudiera cruzar la calle y encontrarme a mis mejores amigos tras una puerta. Sin que Ellie viniera a lanzarse a mis piernas y sin sus abrazos, tan fuertes que llenan cualquier vacío.

Sé que volverán, tienen su vida (y su perro) aquí, pero la idea, cómo jode... Tanto que no he dormido. Y de pronto me he encontrado a mí mismo delante del mueble bar, donde antes guardaba las botellas y ahora solo tengo dibujos y fotos de Ellie, para recordarme por qué merece la pena estar sobrio.

Así que, cuando me he dado cuenta de todo el tiempo que llevaba mirando una foto en la que Ellie sale especialmente bonita, con dos coletas y una sonrisa de dientes irregulares, he decidido salir a correr con Friend. Hacer ejercicio, por lo general, es la mejor forma de no pensar en beber. Hoy no está funcionando. Creo que llevo demasiado tiempo solo. Quizá tenía que haberme ido de luna de miel con mis amigos.

La idea me hace sonreír un poquito, justo antes de que Friend salga corriendo. Me gusta pensar que el perro y yo tenemos una relación de respeto mutuo y, por eso, él no me da esquinazo y yo no le pongo la correa. Al parecer, ha decidido romper mi confianza. Acelero para atraparle. No puedo permitirme que pase lo de la semana pasada.

Salí de cena con una mujer que conocí en el trabajo y luego la llevé a casa, para tratar de llenar el desasosiego que mis amigos dejaron al marcharse. Y ese pequeño cabrón se fugó a la primera de cambio. Me pasé toda la noche buscándolo por la ciudad. Y solo entré en ese refugio porque está justo al final del parque donde sé que Riley le saca cuando sale con él. A veces los acompaño, pero por lo general prefiero hacer ejercicio en el gimnasio que por la calle.

Friend para de golpe y le maldigo a él y a toda su familia al ver por qué ha corrido o, al menos, por qué ha parado. Es esa mujer horrible del refugio. Lleva media docena de perros atados con correas, pero se agacha a acariciar a Friend y le dice algo, que desde mi posición no oigo. Acelero más y paro al llegar a su lado.

Ella alza la cabeza y, después, se pone de pie muy rápido, estirando tanto la espalda que me parece que va a hacerse daño. Estoy a punto de reírme. No es muy alta de todas formas, así que no me impresiona mucho. Su pelo de un tono castaño claro está recogido en una trenza que cae sobre su hombro y lleva un chándal de color amarillo fosforito. En realidad, me doy cuenta al mirarla sin la furia de la semana pasada, que no parece horrible para nada. Tiene la cara redonda, con pómulos altos y salpicados de suaves pecas y sus ojos verdes son muy grandes y me recuerdan al color del césped.

―Hoy no lo secuestres, ¿quieres? ―me burlo, cuando Friend le da con el hocico en una especie de riñonera de color rosa chicle.

―¿Qué yo lo secuestré?

Parece realmente indignada, pero cuando el perro le da un golpecito de nuevo rebusca en su riñonera y saca una chuche alargada, que le da sin dudar. Friend la mastica con ganas y, si no fuera imposible, diría que ese traidor sonríe.

―Culpaste a mi olor de su huida, pero ya veo tu estrategia. Debió ser tu olor a perro lo que le atrajo, en realidad.

Sus labios, llenos y brillantes por algún tipo de cacao, me miran entreabiertos. Silbo y echo a andar. Friend me sigue, ella también, tirando de los seis perros de tamaño mediano que estaba paseando. Es un milagro que pueda controlarlos, viendo su baja estatura diría que, si los perros corren a la vez, la arrastrarán en esa dirección.

Si en diez citas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora