3.- Condiciones

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Nota de autora: No me hago responsable de las opiniones de Harry (nunca, jamás XD)

*

Harry

―¿No tienes nada mejor que hacer? ―me pregunta Addy, mirándome solo un segundo sobre la carpeta que está revisando.

Estoy sentado frente a ella, en su despacho, tocando todos los cachivaches que tiene sobre la mesa. Tiene una colección de deportivos de juguete. Pienso en lo bien que se lo pasaría Ellie aquí, descolocándoselo todo, y lo nerviosa que se pondría Addy y eso me hace sonreír.

―La verdad es que no ―respondo a mi amiga, cogiendo un Corvette de color azul eléctrico que mola bastante―. ¿Cuál es tu restaurante favorito?

Addy suspira y cierra la carpeta para mirarme, supongo que por fin ha asumido que mientras yo esté aquí no va a trabajar. Es una suerte que mi empresa represente a su empresa y no pueda echarme.

―La próxima vez que Juls y Riley se casen, les suplicaré que te lleven a su luna de miel ―asegura.

Me río con sinceridad, tiene gracia porque nuestros amigos se han casado (entre ellos), dos veces en dos años, pero bueno, es una larga historia.

―Voy a chivarme ―aseguro, sacando el móvil, como un niño pequeño, solo por molestarla. Pone los ojos en blanco.

Aprovecho para hacerle una foto y me saca brevemente la lengua, así que hago otra.

―El O'Jara ―me responde. La miro sin entender, así que aclara―. Es mi restaurante favorito.

―Eso no es un restaurante, Addy, es como... ¿no sirven hamburguesas y batidos?

―Sí. Es un restaurante y mi favorito. ¿Qué quieres que te diga?

―Qué asco ―aseguro―. Si tienes que comer con las manos no es un restaurante.

―Mírate, tan clasista tú ―se burla, haciéndome reír de nuevo―. ¿Por qué quieres saberlo? ¿Vas a invitarme a comer?

―¿Al O'Jara? Definitivamente no. Antes como de una papelera. Tengo una cita.

―¿Tienes una cita? ¿Por qué no estamos hablando de eso?

Bah, no es una cita de verdad, es para demostrarle a una tía que me saca de quicio que puedo hacer que se enamore de mí.

Addy me mira con los ojos muy abiertos, como si estuviera impresionada con mi declaración. Al final, agita la cabeza y vuelve a abrir la carpeta.

―Vete a trabajar, Harry, no tengo tiempo para tus tonterías de niñato rico.

Es gracioso que a mis casi treinta y ocho me llame niñato, supongo. Y bastante halagador. Aun así, no me muevo de su despacho, no quiero ir a mi propia oficina, me aburre mortalmente.

―¿Crees que debería dejar el trabajo? ―le pregunto, echándome hacia atrás y subiendo los pies al escritorio.

―No puedes dejarlo, es tu empresa ―me recuerda.

No es tan así, solo soy el socio mayoritario, lo que se resume en reuniones aburridas con carcamales desfasados tres veces a la semana y bastantes eventos por compromiso, que me parecen mucho más aburridos desde que no bebo.

Mi padre era un cabrón, pero fue uno con visión de futuro. El bufete que montó resultó ser un éxito gracias a su buen hacer, tanto que se hizo muy rico. Y, supongo, que lo único bueno que ha hecho por mí en toda su vida, es haberme colocado en su lugar. Aunque el resto de socios quisiera librarse de mí... Bueno, la empresa quizá sí que es mía.

Si en diez citas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora