𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝐈𝐈: 𝕷𝖆 𝕺𝖎𝖗𝖆𝖓.

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—Mi nombre es Askeladd, hijo de Olaf, un gusto conocerla, Hibiki-sama.

Hibiki... Por alguna razón, sintió que aquel nombre, por muy bello que fuera, nunca irradiaría la belleza que su presencia hacía.

Su largo cabello, de un rubio con toques coral pastel que lo hacían parecer rosado, viéndose tan sedoso y apacible al tacto, le decían que aquel nombre no era digno de este.

Aquel blanquecino, y con un toque amarillento en el rostro, tan sencillo de sonrojar, y que era capaz de mostrar muecas tan bellas, hacían que su nombre se quedará corto.

La figura, que asegura es tan delgada como para ser rodeada por su brazo, no demuestra una dependencia por su nombre.

Y aquellos orbes... tan magnifi-

—Ey —susurró—. Preséntate.

¿Presentarse? Ah, es cierto.

Rápidamente se arrodilló, colocando uno de sus brazos sobre la rodilla que se encontraba en frente.

—Llamadme Thorfinn, hijo de Thors.

Y por alguna razón, ante tal presencia, no dudó ni por un segundo, en no ser formal.

Ni siquiera se atrevió a decir su nombre; uno, le parecía demasiado atrevido, y dos, no quedaba con él, con sus labios y con aquella mujer.

—Puedes pararte, Thorfinn-san.

¿San? Ah... se oía increíblemente atrac-

—Hibiki-sama, puede referirse a él sin honorífico, no es necesario.

Se molestó, ¿qué diablos pintaba ese calvo entre su conversación con la Oiran?

Su ceño fruncido en dirección al mencionado no pasó desapercibido para la mujer ahí.

—No te preocupes, Askeladd, ¿verdad, Thorfinn-san?

Oh, volvió a llamarme con el "san"... ¡En tu cara, calvo!

Sí que era infantil, pero tras cumplir con su cometido, se mantuvo calmo; no demostró la sonrisa que pudo haber demostrado, pero su ceño pareció haberse relajado.

Prontamente, el sake salió a relucir a vista de todos, y tras los relatos de la querida Hibiki, fue servido.

Thorfinn nunca supo apreciar del vino, sus derivados , y en este caso, el sake; pues siempre vió que fue consumido como una necesidad o impulsivamente. Por tanto, esperaba que le fuese, una vez más, un sabor desagradable, pero para su sorpresa, el sabor que dejaba entre sus pupilas gustativas y su garganta, le agradó. Era una sensación, un tanto agria, pero a la vez, algo dulce.

Tal vez se debió a la coqueta manera en la que se le fue servido aquel trago (así lo vió), o el guiño que la señorita le dedicó (imaginó), o la calma, tranquilidad y pasividad con la que se le sirvió (así fue); a fin de cuentas, la bebida le había gustado, tanto como para pedir debido a la ocasión, otro más.

Si fuese su cliente, Thorfinn asegura, estaría allí todos los días, con el solo deseo de beber algo que pasó de entre las manos de aquel ser.

Un deseo bastante puro, a decir verdad, considerando por los que comúnmente son deseados.

—Y dígame, Hibiki-sama, ¿qué otro magnífico detalle tiene para nosotros?

¡Calla, calvo!

Parecía un cachorro, celoso de que le "robaran" la atención de quien frente a él se hallaba.

Una dulce risotada salió de los delgados labios de la mencionada, tras ello, colocó sus delgados dedos sobre estos y le sonrió al sospechoso y enojón cachorro frente suyo.

𝕴𝖓𝖆𝖈𝖈𝖊𝖘𝖎𝖇𝖑𝖊【𝐓𝐡𝐨𝐫𝐧𝐮𝐭𝐞】(PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora