Mi sonrisa es mi arma homicida,
temblorosa como las cuerdas de un violín.
Baila al límite de la felicidad
y en el filo de la desgracia.
En una esquina de mi sonrisa
se encuentra la oscuridad
del algodón de azúcar.
Mi sonrisa, en ocasiones, se derrumba
como un espejo que refleja
los ojos de la locura.