Que dibuje
no quiere decir que
sea empática con mi mano.
Cuando rayo el papel
mi mano sufre,
su piel se arruga,
y empieza a temblar.
Mi mano, débil, llora y se traiciona
porque teme equivocarse.
Mientras trazo una línea mortal,
el lápiz, como una daga,
me atraviesa la mano.
De la palma gotea
la pasión por el arte de dibujar.