prólogo

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— ¡Por favor, damas y caballeros, atención al heredero y nuevo soberano del trono! — anunció un soldado.

Todo el público miró a la entrada de la congregación, donde se haría dicha coronación. Sonó las trompetas, anunciando la entrada del sucesor. Se vió como un chico de diecinueve años entraba con guardias a sus espaldas; la gente murmuraba a lo bajo, viendo al adolescente entrar con la cabeza en alto y con la vestimenta tradicional.

— pobre, muchacho... — habló una señora.

— tan jóven y ya es rey.. — agregó una chica.

— Es una costumbre de la realeza tener este tipo de coronación a temprana edad. No se deberían impresionar, señoritas, alguien tan jóven como él, coronándose como monarca es su responsabilidad. — respondió un hombre, cruzado de brazos. Las mujeres asintieron.

El muchacho caminaba muy decidido ante las altas autoridades, quienes lo iban a coronar como rey. Se acercó al obispo y este comenzó con su labor.

(...)

La coronación transcurrió con normalidad, el nuevo rey paseaba en su limosina por las calles de Buenos Aires, saludando a todo el pueblo y sonriéndoles amablemente.

— Su majestad. — habló su fiel compañero, Enzo, que estaba sentado enfrente suyo. — ahora que es monarca, tiene más responsabilidades que debe cumplir.

Julián miró seriamente a su acompañante. — ya lo sé, soldado. Por algo soy un rey y mi deber aquí es cumplir con todos los mandos y satisfacer a mi pueblo. — dirigió su mirada a las personas que saludaban al vehículo.

El soldado le sonrió. Su rey había adaptado muy rápido su papel.

Ellos dos se habían conocido desde pequeño, juntos solían jugar en el patio del reino. Los reyes Álvarez eran muy amables con Fernández, sabían que era un chico educado y responsable de sus actos a tan chiquito. Solían ver cómo el pelinegro cuidaba a Julián con mucha delicadeza.

Desde ahí, Enzo se prometió ser un soldado que sea solamente para Julián. Que estaría a su merced para lo que necesitara.

A Enzo le caían bien los padres de Álvarez, por eso le dió una tristeza cuando ambos fallecieron en un asesinato. Por suerte metieron preso al responsable de dicho delito.

Llegaron al palacio, el rey bajó con cuidado del coche, saludó a todos con la mano y se adentró, yendo directamente a su habitación, donde todo era más grande y con gran lujo. Visualizó un escritorio con muchos papeles, al parecer tendría su primer trabajo como rey.

— que emoción... — habló con desgano.

(...)

Ya estaba exhausto, miró la hora en la pared y eran las siete de la tarde, ya debía cenar.

Salió de su aposento y con una mirada, le dijo a su soldado que lo siguiera.

— mi rey, ¿Ya va a cenar?

— así es.

— ¿Cómo le va con los papeles, mi señor?, ¿Ya ha leído las ganancias del reinado?

— sí... Sabes, es raro que me trates como un rey. — lo miró.

— lo sé, pero debo cumplir con este reglamento, ya que soy su fiel soldado y estoy a su disposición. — sonrió.

— Enzo, mi fiel compañero. — se detuvo y puso su mano en el hombro del contrario. — te agradezco por todo lo que has hecho por mi, es algo que aprecio mucho.

Sus pómulos se tiñeron de un color carmesí. — no es nada, mi rey, sabe que siempre voy a estar para usted.

Julián le dedicó una sonrisa y prosiguió su camino. Enzo, obviamente, lo siguió hasta el comedor.

(...)

— su majestad, sus horarios están administrados, cualquier duda puede consultarlo conmigo. — sonrió.

— muchas gracias, eso haré. — le dió una última sonrisa y se adentró a su habitación.

Mañana sería un largo día, ahora más que había descendido como monarca.

Se acostó en su cama con un suspiro, debería descansar si quería tener energías para el día siguiente.

~su majestad~ // Enzo F. x Julián A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora