OO2 → «su majestad, déjeme demostrarle mi amor.»

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Eran aproximadamente las seis de la mañana, y Julián ya estaba despierto, siendo vestido por sus soldados. Esta vez no llamó a Enzo.

No volvió a ver a su soldado desde esa extraña confesión...

Se miró en el espejo de cuerpo completo, por un momento no creyó que era el rey y que estaba a cargo de todo tipo de autoridad.

Se parecía a su papá... Que buen hombre. Lo extrañaba tanto, ojalá pueda cumplir con todas las responsabilidades que le quedó pendiente a su difunto progenitor.

Los soldados finalizaron su labor y amablemente se retiraron de los aposentos.

Volvió a masajear su sien.

“está bien, es mi deber”.

Se volvió a mirar en el espejo; se veía tan elegante, como si fuera a modelar en alguna parte –aunque técnicamente tendría que saludar a las personas y caminar formalmente, así que, sería un tipo de modelaje–.

Escuchó toques en la entrada del salón.

— adelante. — arregló su cabello bien peinado por las sirvientas.

— ¿Joven rey? — era esa voz, de nuevo.

— soldado... ¿Algún inconveniente? — fingió arreglar su corbata, aunque solamente consiguió empeorarlo.

— no, ninguno, su majestad. — se acercó cautelosamente.

— bien, ¿entonces qué sucede, soldado? — se dió vuelta, para mirar al azabache.

Se sobresaltó un poco cuando se dió cuenta que tenía a su soldado, prácticamente, enfrente suyo, a unos pocos metros de distancia.

— vine a verlo, mi señor. — le dedicó una cálida sonrisa.

Julián sólo asintió. — está bien.

— lo extrañé mucho, mi joven. — delicadamente puso sus manos en la corbata del menor, arreglandolo. — veo que tiene problemas con la corbata.

El castaño lo miraba expectante, sonrió levemente y apreció ver su corbata bien hecha. Que satisfecho lo ponía su soldado.

— bueno, ¿Está listo el vehículo? — se separó ligeramente del azabache y tomó rumbo hacia la puerta.

— mi rey. — llamó.

Julián giró su cabeza, prestando atención al contrario.

— mi señor, ¿sigue molesto por lo de anoche? — sus ojos reflejaban tristeza.

— ¿Qué ocurrió anoche?

— usted sabe... Que mi cuerpo anhela el suyo, mi joven.

Levemente sus cachetes se tornaron en un color carmesí, no debió preguntar si ya sabía la respuesta.

— n-no se preocupe, está bien. Ahora concentremos toda nuestra atención en el trabajo pendiente de hoy. — volvió a tomar su camino y agarró la manija de la puerta.

— Julián.

Se quedó intacto. Su compañero no lo llamaba por su nombre desde que eran niños y empezó su mandato.

Volteó su cabeza sobre su hombro, Enzo estaba a unos pasos cerca de él. ¿En qué momento se había acercado tanto?

— mi dulce rey... — acarició la mejilla de su menor.

Con los ojos bien grandes por la sorpresa, se alejó brutalmente, chocando con la puerta de madera y golpeándose la cabeza.

Se empezó a sobar en el golpe, levantó un poco su vista y tenía la cara de Enzo, que reflejaba preocupación.

~su majestad~ // Enzo F. x Julián A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora