Krieg

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Zyon

Me senté junto a mi padre, el Rey Causio, teniendo enfrente al mapa de la ciudad enemiga. Observé detenidamente las zonas por dónde podría escapar por si las cosas se complicaban y vuelvo mi mirada hacia el puntero que esté utilizaba para señalar las zonas más vulnerables de la ciudad. Estaba ansioso por finalizar la planeación del ataque que había estado esperando durante tanto tiempo y ponerla al fin en marcha.

Al escuchar las propuestas de mi padre, sentí cierta incomodidad, ya que no estaba seguro de que el plan fuera lo suficientemente audaz como para asegurar la victoria. Por lo tanto, sugerí una distracción en la zona sur para evitar que el enemigo se concentre en la zona de ataque principal.

Después de varias horas de discusión, finalmente llegamos a un acuerdo y nos aseguramos de que el plan fuera detallado y bien estructurado. Con un ejército entrenado y un plan bien diseñado, estaba seguro de que podríamos lograr la victoria sobre nuestro enemigo. Había planeado para ganar, bien dice el antiguo dicho que si fallas planeando fallarás ejecutando.

Mientras nos preparábamos para el ataque, no pude evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que había mucho en juego y que el éxito o el fracaso del ataque dependía de nosotros. Pero estaba listo para liderar el ataque principal en la zona este y luchar por mi pueblo.

Bien podríamos ir en otro vehículo pero el factor sorpresa era llegar desapercibidos en nuestros corceles, cosa que sería sencilla pues entraríamos por un lugar alejado de las cercanías del reino central.

Las cosas fueron relativamente rápidas, no les habíamos dado tiempo de prepararse por lo tanto la primer orda de soldados cayó con rapidez. No fue hasta la siguiente que la cuestión implicó un reto para nosotros y a mí me gustaban los retos. Con todos los avances tecnológicos que habíamos acomuludado en el ámbito de la guerra no resultó difícil lograr controlar aquel territorio en cuestión de horas, era asombroso como el humano siempre lograba encontrar nuevas formas para matarse pero eso hoy nos había dado la victoria y un nuevo territorio aliado, dominado por nosotros.

-Siempre me va a sorprender toda la sangre que eres capaz de derramar.

La voz de mi hermano me desconcierta y mantengo mi espada en una de mis manos para sujetarme de mi caballo con la otra. -Es trabajo, tú más que nadie debería de saberlo, no entras recién a la armada. -Digo manteniendo la mirada fija en el campo, a pesar de saber que ya no había peligro jamás estaba con la guardia baja, ese era un privilegio que no se me era otorgado-.

-¿Hasta dónde eres capaz de llegar por trabajo? Siento que un día de estos podrías hacer rodar mi cabeza si me interpusiera en tu camino.

Lo miro por primer vez sosteniendo una gran sonrisa en mis labios y enfundo mi espada, con el dorso de mi mano paso esta por mis labios para limpiar cualquier rastro de sangre. -Pues ya sabes lo que no debes hacer para no terminar así, hermano. -Comento con diversión y luego de dar un breve vistazo a mi alrededor vuelvo a hablar. -Deberíamos marcharnos, los sobrevivientes pueden aprovechar el anochecer para hacer una emboscada.

No espero que mi hermano valide mi orden y con un grito llamo la atención de mis soldados indicándoles que ya era el momento de marcharnos. Con cantos de victoria regresamos a casa donde nos esperaba nuestro padre.

Después de dejar mi caballo en su establo voy en dirección al castillo. Las grandes puertas del salón principal me reciben pero al no ver a mi padre en su trono alzo una de mis cejas. -¿Rey? -Pregunto en voz alta buscando llamar su atención y cuando no obtengo respuestas emprendo mi camino hacia la habitación del susodicho. Al llegar le veo recostado en su cama con aparente cara de malestar. -¿Está todo bien? Luces muy pálido.

-He escuchado lo que hiciste ahí fuera, serás un buen comandante cuando yo no esté.

Aprieto ligeramente mi mandíbula sin saber como reaccionar ante eso y rápidamente bajo una de mis manos hacia las suyas para tomarlas. -No me importa eso ¿No te han medido la temperatura? Luces muy mal, parece que estuvieras al borde de un desmayo. -Digo examinando su rostro pecoso y ahora pálido, mi instinto me decía que algo le pasaba pero no sabía exactamente qué y eso me frustraba. -Llamaré a los doctores.

-No tienes que hacer eso, triunfaste hoy ahí fuera, puedes salir y celebrarlo, estuvimos planeando esto por mucho tiempo.

No sabía qué me aterraba más, si el color de cuerpo o la extraña forma en que sus ojos no podían seguir mis movimientos cuando usualmente siempre lo hacían. -Tardarán demasiado, mejor te llevo yo mismo.

-Zyon, calmate y toma un respiro.

Su voz era demasiado débil para alguien que estaba acostumbrado a denotar autoridad por ese medio. Tomo asiento en la cama para ayudarle a pasar uno de sus brazos por detrás de mi espalda, buscando que se apoye en mí. -¿Seguro puedes ponerte en pie? -Cuestiono antes de siquiera tirar de él, con un asentimiento me responde: -Estoy bien, Zyon.

Sigo sin creerlo del todo pero hago mi esfuerzo en levantarle sin irnos muy lejos de la cama y en cuanto escucho un quejido acompañado de dolor salir del hombre a mi lado le ayudo a recostarse nuevamente. -Definitivamente no estás bien, llamaré a los doctores. -Digo en voz alta para después salir del sitio encontrándome a Daphne en el pasillo pero le ignoro olímpicamente-.

Un rato después.

Los doctores habían llegado, estos rápidamente atendieron a mi padre y yo esperé fuera de la habitación mientras Zenón se encargaba de todo ahí dentro con ellos. Percibía los minutos como horas así que cuando ví al doctor de siempre me puse en pie. -¿Se sabe que le pasa? No está normal.

-¿Joven Zyon, cierto?

Introduzco mis manos a mis bolsillos para luego asentir en su dirección. -El mismo ¿Que puede decirme de mi padre?

Mis ojos se desvían levemente hacia mi hermano quien se apresura para hacernos compañía.

-No, su padre se encuentra bien de momento, es un hombre fuerte y queda mucho de este para ustedes, solo dejen que descanse apropiadamente y estará bien.

Frunzo mi ceño sin estar convencido de lo que este expresaba, después de todo mi padre lucia más que enfermo cuando estuve a su lado. -¿Está seguro de lo que dice?

-Hermano, tienes que hacerle caso, es el profesional ¿No? Estás muy ansioso desde que llegaste, deberías ir a descansar.

Me estaba comenzado a molestar el que todos me dijeran lo mismo, no quería descansar, solo deseaba saber lo que le sucedía a mi padre. Ruedo mis ojos por un breve instante y suelto un bufido. -Bien, ustedes ganan pero quédese hoy doctor, no importa si su sueldo se le paga doble por la noche, quiero que mi padre esté monitoreado cada hora que quede de este día, ya hablaremos después de los siguientes días.

Pronuncio antes de marcharme a mis aposentos, quizás solo era resultado de mi cabeza y verdaderamente necesitaba un descanso, puede que de alguna forma le haya contagiado mi ansiedad a nuestro padre, después de todo jamás me había visto en este estado desde que nuestra madre Aurora falleció.

El príncipe oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora