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Me desperté pero no quise abrir los ojos. Lo primero que percibí fue su aroma. Y al reconocerlo me envolvió una pacífica sensación. Sentí que mi rostro era atravesado por una sonrisa apenas recordar aquellos ojos azules que brillaban como zafiros. Y me estremecí de pies a cabeza al recordar su cercanía y su calor cuando me abrazo en el tren. Alargué, inconscientemente, mi brazo, sintiendo las sábanas y suspiré, sabiendo que tenían su aroma. Mi sonrisa entonces se hizo más evidente. Me moví un poco y estiré los dedos, buscando los bordes de la almohada para acercarla más a mi nariz pero entonces…me topé con algo inesperado, muy cálido y suave. Sólo tardé un segundo en darme cuenta de que era la palma de una mano. Entonces me senté en la cama de golpe y abrí los ojos grandes como platos.

   Mew me observaba sonriendo, en cuclillas, al lado de la cama. Su mano todavía estaba donde yo la había rozado. Y me miraba con ojos hipnotizados y profundos. Se le percibía con un halo de felicidad a su alrededor. Y sus siguientes palabras me lo confirmaron:

   —Estoy feliz…de que estés aquí, Gulf. No sabía si habías aceptado mi invitación. Me alegro que fuera así.

Yo no sabía qué responder. Me encontraba completamente obnubilado por aquella mirada. Mew, entonces, ante mi silencio se puso de pie al tiempo en que se le borraba la sonrisa del rostro.

   — Lo siento…Tendría que haber llamado a la puerta y no entrar así de golpe. Es que…Mutter Ava me confirmó que estabas aquí…y ya no pude esperar a que bajaras. Quería ver por mí mismo que era verdad que estabas aquí. Lo siento…— volvió a repetir mientras caminaba cabizbajo hacia la puerta. Parecía avergonzado.

   — Mew…,¡no te marches!— le dije.

Me incorporé de la cama de un salto. Aún sentía el calor de su mirada. Y se me hacía difícil hilvanar dos frases seguidas coherentes en su presencia. Sentí que el rostro se me encendía de la vergüenza. Para mi alivio, Mew volvía a sonreír y tomó la palabra otra vez:

   — Yo…llegué hace unas horas…Y vine a verte. Estaba a punto de despertarte cuando…te moviste y abriste los ojos. Te veo mejor esta mañana…

   — Gracias a ti…

   — No, no. Creí que ya habíamos dejado atrás la etapa de los agradecimientos.— bromeó.

¡Cómo le brillaban los ojos cada vez que sonreía!

Aparté mi mirada de él con rapidez y me puse a tender la cama para evitar que se diera cuenta cuánto me temblaban las manos. Seguía sin entender el porqué aquel extraño me provocaba esas sensaciones tan profundas…y tan fuera de lugar.

   — Y…¿qué te parece la habitación? ¿Estás cómodo aquí?

Sentí urgencia en su voz y no pude evitar volver a mirarlo. Y como preveía, sus ojos estaban clavados en mí. Me miraba sonriendo. Esperaba una respuesta. Se veía tan…lindo…Allí parado…con su altura envidiable, su camiseta de manga larga, blanca con cuello alto, ceñida al cuerpo. Parecía un ángel. Y esa imagen sólo hizo que precipitara mi decisión de dejar aquel lugar lo más pronto posible.

   — Mew, yo te agradezco todo lo que estás haciendo por mí.

Una vez más, al escucharme decirle gracias, intentó interrumpirme pero con un gesto de la mano lo hice callar y proseguí:

   —Ayer, yo me encontraba muy mal. Pero…hoy las cosas han mejorado. Pienso con más claridad. Por eso, he decidido que…volveré hoy mismo a Berlín.— le mentí— Hoy mismo…

Yo sabía que era mentira. Pues no tenía ni un centavo para tomar un tren, ni a Berlín ni a cualquier otra parte. Y en cuanto lo recordé, pareció que Mew también lo hacía porque se acercó a mí y dijo:

Un beso de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora