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Cuando la timidez por fin le ganó a mis ganas de seguir abrazándolo, me soltó y me alejé unos pasos. Sentía mi rostro encendido por lo que me centré en el cuadro buscando que Mew no se diera cuenta.

  — Realmente…, no sé qué decir. ¡Es hermosa, Mew! 

Él sonrió. Y pese a que la voz me temblaba de la emoción, proseguí:

   —Es evidente que soy yo…Pero, ¡¿cómo puede ser posible?!

   Mew también miraba la pintura. Se encogió de hombros y dijo:

   — Yo…no sé cómo es posible. Primero te vi en mis sueños. Eras tú…De eso no tengo dudas. Te vi tan claramente como te estoy viendo ahora. Fue en realidad una noche bastante particular…

   Mew puso el lienzo sobre la silla y apoyó con cuidado en el respaldo. Se cruzó de brazos y lo miró fijamente. Estaba serio. Y por un segundo la luz que lo caracterizaba pareció apagarse. Apoyó su espalda contra la pared. Yo lo imité y, al hacerlo, sin querer rocé su brazo con el mío, lo que pareció traerlo a la realidad. Me miró entonces con su habitual sonrisa. No pude evitar suspirar y me volvieron los colores a mi rostro. Aquello pareció divertirlo.

   —Cuéntame…— le pedí en un susurro– ¿Qué sucedió esa noche?

   —Fue…una noche de insomnio. Era la víspera del aniversario de casados de mis padres.

Le pasé un brazo por los hombros con profunda timidez. Sentí entonces que se acercaba un poco hacia mí mientras clavaba otra vez sus ojos en el lienzo. Hice lo mismo. Verme allí, sonriéndome, me parecía algo irreal. Esperé con paciencia a que Mew pudiera continuar. Creí que me hablaría con tristeza de sus padres pero me sorprendió con una sonrisa profunda.

   —Cuando te vi, la primera vez, en realidad me hiciste enojar…

Alcé las cejas sorprendido.

   —Yo estaba en el andén.— rememoré— Acababa de perder el tren y…

   — No, no.— me corrigió Mew divertido— La primera vez que te vi fue en la entrada de la Terminal de trenes…

Y entonces lo recordé. Había chocado con alguien y al levantar la vista me encontré con unos increíbles ojos azules a los que balbuceé una disculpa.

   — ¡¡¡Eras tú!!!— me reí sin querer.

   — Ah, ¿te ríes? Me chocaste, me lastimaste y me dejaste allí…

Lo miré serio y tragué saliva.

   — ¿De verdad…te lastimé?

Con mi mano libre le rocé el pecho buscando alguna posible herida. Y ante su sonrisa divertida me sentí un tonto. Amagué con quitar mi brazo de sus hombros pero Mew se acercó más a mí.

   — Era broma…—me dijo— No me lastimaste. Quien estaba herido sin dudas eras tú. Tu rostro me pareció muy familiar pero sólo te vi por unos segundos. Se me cayeron todos los paquetes que cargaba. Los recogí y cuando volví a buscarte con la mirada, ya no estabas. Te perdí en medio de todo aquel gentío. Nunca me han gustado las grandes ciudades. Toda esa gente, yendo y viniendo, pensando en sus propias cosas sin prestar atención a nada más…

   — Yo…lo lamento…

   —¡No! No lo digo por ti, Gulf.— su voz dulce sonó muy cerca de mi oído— Yo también andaba pensando en…mis cosas…cuando chocaste conmigo.

Apreté mi brazo inconscientemente y se acercó otro poco hacia mí. Me miró fijamente y prosiguió casi en un susurro:

   — Entré a la estación y fui directamente al andén desde donde partiría mi tren. Ya tenía mi boleto comprado. Iba a subir al primer vagón cuando te vi, a lo lejos, en el andén de al lado…llorando. Y verte llorar me partió el corazón. Entonces…me acerqué a ti y cuando me miraste ya no tuve dudas.¡Eras tú…! — me dijo señalando el cuadro.

Un beso de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora