CAPÍTULO 7. TENGO QUE PESCAR A UN DARKROW

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"Sentí una opresión en el pecho, casi tan asfixiante

que me hizo pensar si estaba sufriendo un paro cardíaco; pero no,

era mi corazón que se había encogido al mirarte a los ojos"

~ Elena Ramírez

Salimos a la carretera, y a los diez minutos tomamos un desvío que nos adentraba en el bosque por un camino de tierra

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Salimos a la carretera, y a los diez minutos tomamos un desvío que nos adentraba en el bosque por un camino de tierra. Nos mantuvimos en este unos cinco minutos hasta que desembocamos cerca de un claro donde estaban el resto de coches aparcados. Un poco más allá de esta zona, se podía divisar un roble viejo que hacía contraste con la luna llena que tenía como foco de iluminación. Este triste árbol se mantenía en soledad, pues era el único que estaba alejado de la concentración de masa forestal. Parecía que se había querido plantar de esa manera, de algún modo castigado o incluso aislado. No podía evitar sentirme identificada con él porque al igual que este no pertenecía al bosque, yo no pertenecía a este grupo. Por mucho que lo intentase nunca encajaría en este sitio, a pesar de que Maddie y Enoc intentasen tratarme como si hubiéramos sido mejores amigos de toda la vida. Hablando de la macarena por la puerta aparecía, se acercó nada más divisar el coche de Judas. Por sus andares descubrí que ya había jugado bastante a hacer el pino en el barril.

— ¡Dios mío, estáis cañón! —soltó de sopetón mirándonos de arriba abajo con cariño. Sabíamos que no iba con ninguna intención porque Enoc en secreto nos había confesado que le gustaba un chico de su clase. Sin embargo, sus hermanos no tenían idea, y se llevó por parte de ellos un sonido de garganta extraño, ¿un gruñido? Madre mía, y eso que eran hermanos. Tampoco tenían derecho de comportarse de esa manera. El borracho de Enoc llevaba dos vasos en las manos y ya le temblaba la voz. No sé si sabía que le faltaban tres botones en la camisa y que llevaba la bragueta desabrochada.

— ¿Esos son para nosotras? —preguntó Maddie con pucheritos mientras señalaba los dos vasos. Estos días también había descubierto que Enoc y Maddie siempre se habían llevado muy bien, pero que habían perdido algo de contacto y que yo había sido el ángel—aunque les remarqué que era demonio— que los había vuelto a unir.

— Nop, son los dos para mí. — Di que sí, reina. Maddie por el contrario le echó una mala mirada y Enoc no tuvo más que ceder a darle uno. Muy persuasiva, la chica. Intentó darme el otro vaso, pero me negué, llevándome una mirada escrutadora por parte de Caín. No quería beber, nunca se sabía lo que podía ocurrir. Además, cuando llegase el momento de tomarme una, sé que luego vendrían tres más. Mejor prevenir que curar.

Caín se marchó sin decir ni adiós, hasta luego Mari-Carmen. Judas por otra parte, se quedó alegando que tenía que cuidar de su hermano. ¡Ya, claro! Di mejor: cuidar de la morena. Los cuatro intentamos hacernos hueco entre la pelotera, aunque era complicado. El claro se había convertido en un océano de gente, y la música, que sonaba a través de unos enormes altavoces situados en el maletero de un coche, era la corriente que los arrastraba.

DEMENTE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora