CAPÍTULO 12. UNA CARTA PARA MEGARA

40 24 5
                                    

"Si matas a una cucaracha eres un héroe, si matas a una mariposa eres malo. La moral tiene criterios estéticos".

~Friedrich Nietzsche

Abrí los ojos de forma repentina mientras salía del trance

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abrí los ojos de forma repentina mientras salía del trance. Me encontraba fatigada, y esa estruendosa música no me dejaba pensar. Las palabras de Will resonaban en mi cabeza "Vienen por ti". Pero... ¿quiénes? La imagen de los encapuchados se presentó ante mí ¿Ellos? Sentía que se me estaba escapando algo, algo que era importante para poder entenderlo todo. Si no me hubiese desconcentrado, probablemente habría averiguado quien era la figura de ojos oscuros.

La música no cesaba, parecía una discoteca. Salí de mi cuarto buscando el origen de la melodía, la causante de haberme hecho perder la concentración. Llegué hasta la habitación de Judas, y abrí la puerta bruscamente sin llamar. Me lo encontré en mitad de la habitación con una guitarra eléctrica entre las manos, enchufada a un altavoz casi más grande que yo. Él estaba ahí, tocando tan tranquilo y sin camiseta. No iba a decir que se veía mal, la cosas como son. Pero mis ojos ya habían visto algo mejor, y eso no podía negarlo. Se me vino a la mente los esculpidos y trabajados abdominales de un pelinegro, de mirada atrayente, con labios carnosos... Una nota de la guitarra me hizo dar un bote del susto. A este paso tenía claro que no llegaría a graduarme, me matarían de un infarto.

— ¿PUEDES BAJARLE LA VOZ? —grité algo cabreada intentando alzar la voz sobre las notas graves que creaba con la guitarra eléctrica.

— ¿QUÉ? —seguía tocando, pasando tres carajos de mí.

— ¡QUE LE BAJES LA VOZ, JODER! — él señaló su oído derecho intentando decirme que no me oía. Otro tonto con todas las papeletas de la rifa del ostión más grande de su vida. Estaba a punto de volver a gritarle pero una presencia tras mi espalda me hizo callar. Estaba muy cerca, demasiado. Esto provocó que los vellos de mi nuca se erizaran, dejándome en alerta.

— Judas, quita eso — pidió Caín calmado, sin elevar la voz ni alterarse un ápice. Judas bufó y giró la ruedecita del sonido hasta volverlo totalmente mudo. ¿En serio? Se notaba que en esta casa el dominante era el hermano mayor.

— No quiero que lo quite, solo que lo baje — pedí volviéndome hacia él mientras me cruzaba de brazos. — Puedes darle algo de voz. — Judas le dio voz, siguiendo mi petición pero esta vez con algunos decibelios menos.

— Quítalo, estás molestando. — obligó Caín cruzándose también de brazos. Judas siguió sus órdenes y lo volvió a apagar.

— No, déjalo. No molestas, solo no lo pongas como si la casa fuera a explotar. — Judas nos miraba sin poder creérselo, pero le volvió a dar volumen. Se notaba a leguas que estaba cansado de nosotros. Parecía una olla hirviendo.

— Judas, apágalo. — ¡QUÉ PESADO, POR LA SANTA MADRE DE TODOS LOS TOCAPELOTAS! Iba a contestarle de nuevo pero Judas se me adelantó.

— Vuestros problemas de ver quien la tiene más larga, lo solucionáis sin mí, gracias y por favor — interrumpió nuestra discusión y cerró la puerta de su cuarto en nuestras narices. Luego puso la música en un tono aceptable, llevándome la victoria. Yo no estaba comprobando quien la tenía más... ¿Qué cojones? Claro que sí. Y había ganado.

DEMENTE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora