JungKook lanza una sonora risotada contra mi cuello, mientras las yemas de sus dedos rodean insistentemente mi pezón derecho y su otra mano acaricia a la cosa que, inevitablemente, ya se está despertando para unirse a la fiesta. Al mismo tiempo, sus caderas se muelen lenta e insistentemente contra mi trasero y noto como esa barra de carne, dura como una piedra, se desliza a sus anchas entre mis nalgas y roza burlona mi entrada. Dejo escapar un jadeo ronco y ladeo la cabeza para darle un mejor acceso a su boca que se afana en besar y lamer la piel detrás de mi oreja.
—Dime, Jin … ¿Te gustaría que lo hiciese? ¿Me quieres empujando dentro de ti? —Me susurra al oído, con un tono de voz tan caliente y morboso que, al momento, ya me tiene completamente derretido entre sus brazos—. ¿Aquí y ahora? —Trato de decir algo, pero no logro articular más que un montón de gruñidos incoherentes—. ¿O me prefieres en tu lugar?
—¡Joder, lo que sea! —gimoteo, antes de llevar un brazo hacia atrás para rodearle el cuello y girar la cabeza todo lo humanamente posible para besarlo.
Sus boca autoritaria cubre la mía, lamiéndola, succionándola y mordiéndola de un modo salvaje e irresistiblemente obsceno.
—Ahora mismo, podría inclinarte hacia delante para que apoyes las manos contra la pared, rodearte por la cintura con un brazo para inmovilizarte y apuntar mi polla en tu agujero con la otra. Luego, empujar despacio hasta clavarme muy profundo dentro de ti, dejar que mis huevos choquen con los tuyos, y volver a sacarla sólo para hacer todo el camino de nuevo. Cada vez, más rápido, más fuerte… —me relata al oido, mientras yo me estremezco entre sus brazos—. ¿Puedes imaginártelo, Jin ?
¡Buena pregunta! ¿Puedo? Lo cierto es que mentiría descaradamente si le dijese que sí, mi cabeza no fabrica esas imágenes con la misma facilidad y creatividad que produce las otras, pero la idea no me desagrada. Es decir, se trata de JungKook , con él podría hacer todo lo que me pidiese y más. Aunque tengo la impresión de que mi cuerpo no opina lo mismo que yo porque, de pronto, me he puesto muy rígido y estoy temblando sin ningún motivo aparente.
—Te dejaría hacerlo –declaro y, al momento, todos mis músculos se sacuden a modo de protesta. “¡Ya vale, Jin , déjate de rollos dominantes de machito ibérico!” le recrimino interiormente y, por toda respuesta, mi cuerpo vuelve a temblar de una forma casi compulsiva. Me temo que hemos llegado a un claro desacuerdo aquí, y el muy terco no se muestra demasiado dispuesto a cooperar. Entonces, como si intuyese el desquiciante debate que está teniendo lugar en mi interior, JungKook se ríe por lo bajo.
—¡Algo me dice que la idea no te agrada demasiado! —exclama socarrón. Por toda respuesta, me doy la vuelta, lo abrazo y lo beso, mientras giro ciento ochenta grados sobre mí mismo hasta que es su espalda la que queda apoyada contra la pared. Cierro el grifo de la ducha y caigo sobre mis rodillas.
Miro hacia arriba y descubro que él me observa expectante. Tengo su polla a escasos centímetros de mi cara e inspiro profundamente para retener en mi memoria hasta el último matiz de su personal olor a hombre. Después, mi mano derecha se aferra firmemente a la base del erecto miembro, mientras mi lengua cruza y rodea el glande, ensañándome a conciencia con la uretra y el frenillo. JungKook gime y yo sonrío satisfecho contra ese tentador trozo de carne, antes de que mi lengua haga todo el camino a lo largo del tronco y se encuentre con los testículos, en los que deposito un breve beso. Luego, me los introduzco en la boca y succiono, transformando sus casi inaudibles gemidos en roncos y sonoros jadeos. Por suerte, aún recuerdo cómo le gustan exactamente las mamadas a este hombre, eso todavía no se me ha olvidado. —¡Joder, Jin , eres una maquina en esto! —gimotea, mientras sus dedos se enredan en mi pelo mojado—. Cómemela ya, por favor… —me implora impaciente.
En otras circunstancias, lo haría sufrir un poco para que rogase por las atenciones de mi boca, pero hoy yo estoy tan impaciente como él, y no quiero posponerlo más. Así que mis labios se cierran en torno a la cabeza, al mismo tiempo que mi lengua continua rozándose y deslizándose juguetona contra el intruso, y empiezo a descender lentamente, enterrándomela centímetro a centímetro, hasta que casi me alcanza la garganta y mi nariz está a punto de chocar contra su pubis, la retengo ahí durante unos segundos y, luego, me retiro hacia atrás para repetir toda la operación de nuevo. JungKook sigue gimoteando, mientras se aferra a mi pelo con brusquedad, e inicio una frenética y salvaje mamada. Rudo. Fuerte. Hasta el fondo.