Two

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Unos toques en su brazo me despertaron, estaba en una parte tan hermosa de mi sueño, el corazón dejó de estar ilusionado y volvió a su hábitat natural, la tristeza. Toda la fantasía que tenía se esfumó cuando lo vi a mi lado, olvidé que vendría hoy, me dijo tantas cosas que lo olvidé, las voces de fondo y los gemidos no ayudaron.

El dueño de esos insistentes toques, no era nada más ni menos que el dueño de mis penas, mirándome con esa intensidad que solo conocía el, sabía que no estaba listo, pero aún así me analizó lentamente, haciéndome sentir pequeño, igual que siempre.

Las miradas hablaban más que mil palabras, eso ya lo sabía, el me tenía tan tonto y mi mirada era el mayor delator, siempre estaba el en mis ojos, siempre estaría el. Mi precioso y dulce destinado, ese que amo a pesar de todo lo que ha pasado, ese que siempre me haría feliz con un pequeño gesto.

-¿No te dije que tenías que estar listo?

Esa fría voz me hizo temblar, estaba molesto, podía notarlo, pero me sentía muy mal como para levantarme y pedir perdón, tenía miedo, todo cambió tan rápido cuando vi esos ojos sin brillo y amenazantes, mi lobo tuvo tanto miedo que solo se acurrucó asustado, quería hacer lo mismo, pero como siempre, no pude ir contra el.

De pronto fuí empujado con fuerza hacia atrás, cayendo nuevamente en esa cama fría, el corazón sintiéndose aterrado y con las manos temblando, tenía miedo, el no se veía feliz, no estaba listo y no creía que fuera a hacerlo así.

Me tocó cerrar los ojos cuando me sentí desnudo en pocos minutos, viéndolo así mismo un rato más tarde, casi gritando por esa imagen. Traté de cerrar mis piernas y el volvió a abrir, acercando su miembro a mi intimidad, no podía, así no, el no se atrevería...

-No voy a prepararte, aguanta.

Abrí mis ojos como platos y el dolor desgarrador llegó segundos después, lleno de todo lo que el alfa me estaba dando, piel a piel, en seco y sin cuidado, sacándome sollozos bajos y varias lágrimas, cayendo en cascadas por mis mejillas y llegando hasta mi cuello.

Esperaba suavidad o al menos piedad, pero el hombre comenzó a embestirme con todo lo que tenía, provocando que la sangre comenzara a salir de mi intimidad, estaba siendo humillado de un manera horrible, lastimado y no podía hacer nada, era mi alfa y debía obedecer para que no se fuera esa noche, para que al menos fingiera ese amor.

-Alfa...

Llamé llorando hacia el mayor, pareciendo muy concentrado en lo suyo y olvidando que mi débil cuerpo también podía sentir el dolor, seguramente había manchado las sábanas en su totalidad. Ni siquiera me miró, mantenía los ojos en mi pecho, quizá buscando algo que yo no podía darle, quizá imaginado que estaban saltando.

-Le haces daño a kookie...

Me llamé por ese apodo especial, quebrandome y sollozando con fuerza, nunca me había lastimado de esa manera, matándome lentamente con cada embestida, arremetiendo contra mi débil cuerpo varias veces, ¿a ella le hacía lo mismo?, yo era su descarga luego de las peleas.

Lo ví acercarse a mi y dió vuelta mi cabeza hacia un lado, haciéndome creer que venía a ayudar, pero en su lugar me marcó. Una marca mal hecha y dolorosa en su totalidad, todo en mi cuerpo reaccionando de manera negativa, sin poder aguantar los gritos de dolor, ¿que le pasaba?

-Ahí tienes tu marca, deja de joderme por el lazo.

Dicho eso abandonó la habitación y posteriormente la casa, dejándome totalmente roto sobre el colchón teñido de rojo, mi sangre marcandolo con lentitud, el dolor quedando impregnado en todo mi interior.

Mi lobo lloraba desconsolado intentando no llamar a su alfa, el cual ya se había ido hace ya varios minutos, abandonandome sin pensar que me estaba muriendo, quizá eso quería, pero yo no, no podía dejarlo, el no podía dejarme.

Her - TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora