Prólogo

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Siempre recordaría ese momento en el cual aquellos que dijeron ser leales mintieron al dejar de apoyarlo para acusarlo o simplemente ignorar su desgracia; también  como desde ese día su futuro estaba siendo forjado y nacía su esperanza sin que él lo supiera.

— Debes ir, Harry — hablo su más preciado amigo y el último que le quedaba,  intentaba convencerlo de ir al concejo de las hadas supremas pero el no quería ver a "su madre" la Reyna del páramo.

— No, sabes muy bien lo que ella dictará en cuanto yo ponga un pie allí — ya presentía lo que sucedería y tenía miedo porque lo único que quería era poder ver de nuevo a su precioso amor y así escapar como planearon.

— Lo lamento pero esto es por tu bien — fue lo último que escucho de su último amigo.

Al principio no parecía entender pero cuando vio entrar a la choza al grupo guardián comprendió que también había perdido a su único amigo así como su vida entera.

Estaba parado en medio de la rotonda y fue esposado bajo el hechizo de la hada penumbra otorgándole el dolor en sus muñecas sellando su condena, fue marcado con su propio tormento.

— Te lo dije, Harry,  y aún así corriste a él — escucho las palabras de aquella que decía ser su madre.

— Tú me engañaste, ¡ Ella nos miente a todos ! — grito a los demás que se encontraban juzgando sus actos y el bullicio incremento

— Silencio, veo que sigues aferrado a tu tonta y absurda idea del amor — su tono era mordaz y prepotente — tú jamás le interesaste, el amor que tanto te metió en la cabeza no existe, él quería nuestro hogar, no tu estúpido corazón.

— Lo dices porque tú fallaste protegiendo no solo a tu amor, si no a todo el páramo — sus palabras fueron directo en el orgullo de aquella hada y entonces sucedió.

— Te di muchas oportunidades, Harry  pero decidiste traicionar a tu especie — con decepción y discordia termino.

— Quedas sentenciado por incumplir las reglas de este clan, tú castigo será el exilio y perderás tu libertad — miraba como sus "amigos" solo lo juzgaban a la distancia.

Las reglas las conocía perfectamente y así cumplió la mayoría pero esa tonta y primordial en la cual dictaba que su corazón no podía ser entregado para alguien más o así lo entendío cuando escucho a la Reyna decirle  " No puedes revelar nuestra existencia a los codiciosos seres del mundo moderno "  fallo y lo hizo por su otra alma  perdida al nacer.

Las puertas fueron abiertas con brusquedad y todos en aquel lugar voltearon excepto por un pobre hada que asumía su muerte — Madre debe venir al árbol sagrado.

— ¿Qué es lo que sucede? — miro a las hadas mentoras.

— Es el capullo, está floreciendo, su primogénito a llegado — la rotonda permaneció en silencio y el traidor solo escucho.

— Ya saben que deben hacer con él — apunto hacia el pobre hada de inmensas alas que caía en dolor.

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