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Pov Amity

− Ese ¡Ese es él! - Levanté la mirada de mis senos, los cuales llevaba vigilando por una hora para que no se saliesen del minúsculo corpiño, y miré hacia donde Willow señalaba.

Un hombre de unos 35 años, altura media, contextura ancha, e intimidante.

− ¿Estás segura de que es Adrian?

− Hunter dijo que siempre llegaba a las 11:30 en punto, rodeado de guardaespaldas. Es él.- Asentí, inspirando hondo, mientras lo veía caminar confiadamente hacia uno de los apartados de la derecha.- Mira como todas esas putas se aglomeran a su alrededor.

Efectivamente, la mitad de las chicas del lugar se habían acercado a él bailando y tonteando en su cara.

− Willow, no olvides que esta noche seremos una de esas putas.

Willow puso una mueca de asco antes de inspirar hondo y erguir la espalda.

− Pechos arriba, Ams - susurró, mientras me tomaba de la mano y me llevaba a rastras hacia un caño que iba del techo al suelo, justo en frente del apartado en el que Graye Adrian se encontraba, repantigando tranquilamente sobre un enorme sillón rojo.- Bien Amity, aquí vamos.

La miré con los ojos como platos mientras tomaba el caño con una mano, dando una vuelta alrededor de él.

− No sé hacer eso, Willow.

− Entonces aprende, Amity.- Masculló, mientras enganchaba uno de sus dedos en el borde de la tanga roja que tenía puesta y me atraía hacia ella.

El gesto llamó la atención de Adrian, y me hizo enrojecer por completo.

− ¿Qué mierda-

− Amity, olvídate de la vergüenza y haz esto por la madre de tu hija, maldita sea.

Tragué saliva e inspiré hondo, asintiendo, y tocando el frío caño con mis manos.

Willow se puso de espaldas a él y apoyándose sobre el frío metal cilíndrico, comenzó a deslizarse hacia abajo.

Adrian se incorporó, apoyando los codos sobre sus rodillas, y mirándonos con una sonrisita en el rostro.

− Lo tenemos. Muéstrale el trasero - susurró Willow, y tragándome toda mi dignidad, comencé a inclinarme hacia abajo, deslizando mis manos sobre el caño, bajo la atenta mirada de Graye Adrian.

Casi chillo sorprendida cuando Willow me dio una fuerte nalgada, y la miré con los ojos desenfocados.

− Lo siento - susurró, todavía más avergonzada que yo, y siguió bailando lentamente alrededor del caño.

Los próximos cinco minutos los recordaría como los más embarazosos de toda mi vida, sin exagerar.

Seguí frotándome contra el caño de metal, y contra Willow, frente a la atenta y lujuriosa mirada de Adrian y los tres gigantes que lo secundaban, hasta que el idiota por fin se levantó y se acercó a nosotras lentamente.

− Buenos días, princesas... - saludó con una sonrisita, mientras tomaba un mechón de mi cabello entre sus dedos y lo depositaba detrás de mi oreja, bajando luego su mano por mi cuello hasta llegar a mi escote y rozar uno de mis senos con la palma de su mano.

Reprimí la arcada que me subió por la garganta, e intenté sonreír lo más sensualmente que pude.

− Hola, guapo - Willow se mordió el labio mientras deslizaba su dedo índice por el brazo de Adrian, y él le sonrió lascivamente mientras se giraba hacia ella.

− Ustedes son nuevas aquí, ¿verdad?

− Sí, somos unas novatas - Willow puso una expresión de niña buena que me hizo querer reír, pero me contuve. No era el momento.

MÍA | LUMITY G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora