Capítulo 4

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Twilight observó a Anya mientras se preparaba para ir a dormir

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Twilight observó a Anya mientras se preparaba para ir a dormir. Antes, solía ser él quien la ayudaba a cepillarse los dientes, a ponerse el pijama, y esperar para arroparla. Sin embargo, esta vez, Anya hizo todo por su cuenta, mostrando una independencia que lo dejó pensativo.

Cuando la adoptó, su mente estaba centrada en la misión; Anya era la pieza perfecta. Pero ahora, mientras la miraba, acurrucada en su cama, Loid se dio cuenta de que todo había cambiado.

Anya ya no era solo parte de su misión; era su prioridad, lo más importante en su vida.

Loid arropó a Anya como tantas otras veces, pero esa noche todo se sentía diferente. Intentó disimular la alegría que lo inundaba, pero no pudo evitar que una sonrisa suave se le escapara. Al ver a su hija sonreír también, como si supiera lo que él estaba pensando, se rindió.

—¿Qué pasa? —le preguntó, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.

—Anya cree que papi está muy feliz —dijo ella con su típica sinceridad.

La observación había tomado por sorpresa a Loid, pero de una forma agradable. El final del día estaba tomando un giro inesperado, uno que no podría haber imaginado mejor.

—¿Y tú, Anya? —preguntó Twilight—. ¿Eres feliz?

«Aunque puede que no parezca importante, su respuesta tiene un gran significado», reflexionó Loid mientras observaba a Anya. «Si ella está feliz, eso indica que he estado haciendo bien mi papel de padre. Sin embargo, incluso la más mínima vacilación podría hacerme reconsiderar cómo proceder y...».

—He sido feliz desde que me adoptaste —confesó Anya, soltando un pequeño bostezo mientras se tapaba el rostro con la mano—. Ver Spy Wars me hace feliz. Bond me hace feliz. Mami me hace feliz, aunque su cocina no sea buena. ¡Pero tú... tú fuiste el primero que me hizo feliz!

Twilight se quedó en silencio. Anya casi podía escuchar las ruedas girando en su cabeza. Finalmente, él dejó escapar un suspiro, y una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se cubría los ojos con la mano.

—Es el final. Esta vez, lo es —añadió Twilight con voz suave pero firme.

—¿El final? —preguntó Anya.

—¿Recuerdas cuando jugábamos a Loidman? —dijo su papá mientras tomaba una manta gruesa y la colocaba a su lado—. ¿Recuerdas cómo terminaba, con los fuegos artificiales iluminando el cielo?

—¡Sí, lo recuerdo! ¡Fue genio!

—Es "genial" —corrigió él—, y sí, lo fue. Fue un gran final... y creo que hoy también ha sido uno de esos días.

Anya observó a su papá, tratando de descifrar las palabras que había dicho.

—Entonces... ¿papi está feliz? —preguntó con curiosidad, inclinando la cabeza.

Loid le ofreció a su hija la misma mirada perpleja que había tenido cuando la rescató por primera vez, como si estuviera reviviendo aquel momento y cómo había considerado la posibilidad de dejarla. Un profundo suspiro escapó de sus labios, sintiéndose avergonzado por esa parte de sí mismo que había dudado en aquel entonces.

—Sí, lo soy —declaró Twilight con sinceridad, mirando a Anya a los ojos.

La respuesta pareció convencer a su hija, quien, sin pensarlo dos veces, se acomodó en su cama para dormir. Twilight se levantó y le lanzó una última mirada antes de apagar la luz de la habitación desde la puerta.

Apenas unos momentos después, Anya abrió los ojos. No estaba segura de si podía comprender lo que su papá pensaba, así que se quedó quieta. De repente, una chispa iluminó su rostro, y una sonrisa brotó de sus labios mientras levantaba las manos, concluyendo una cosa: su papá ya no era un mentiroso.

Bond, que estaba acurrucado en un rincón, soltó un ladrido, como si entendiera. Anya le sonrió y se acomodó en su cama, sintiendo cómo un alivio la invadía. Con esa sensación de paz, pronto se dejó llevar por el sueño.

Mientras tanto, Twilight salió al pasillo y encontró a su esposa, cuyas manos se movían nerviosamente frente a su pecho.

—Te ves bien —le dijo Yor, intentando romper la tensión en el aire.

Twilight cerró los ojos, dejando que la tranquilidad lo envolviera. Aunque el comentario pudiera parecer extraño, el tono de su esposa irradiaba una calidez que no sabía cómo describir, pero que lo relajaba.

—Anya me preguntó si estaba feliz —le respondió en voz baja, dejando que sus palabras flotaran en el aire.

Yor levantó las cejas y se acercó para mirar dentro de la habitación de Anya. Allí encontró a la niña acurrucada, con Bond a su lado. Retrocedió, conteniendo la respiración por un momento antes de intentar hablar.

—Todos queremos verte feliz —confesó. Temió que sus palabras fueran demasiado directas, pero la sonrisa que vio en el rostro de Loid la reconfortó por completo—. ¡Oh, lo siento! Yo...

—Gracias —expresó él con suavidad—. De hecho, soy muy feliz contigo.

—Oh —soltó Yor. Sintió cómo su corazón latía con fuerza—. ¿De verdad?

—De verdad.

Cuando los ojos de Loid se posaron en ella, Yor sintió una mezcla de alegría y nerviosismo. Era evidente que él la miraba de una manera especial, y esa intensidad la dejaba confundida.

—Ah —balbuceó, intentando cambiar de tema—. No creo que podamos seguir adelante sin preparar algo de café, ¿verdad?

—¿Quieres que lo preparemos juntos? —preguntó Loid, asintiendo—. Eso suena bien.

Su esposa asintió y se dirigió hacia la cocina, dejando a Loid con el impulso de lanzar una última mirada hacia la puerta de la habitación de su hija antes de seguir a Yor. Sabía que se acercaba el último desafío de la noche, y estaba listo para enfrentarlo.

 Sabía que se acercaba el último desafío de la noche, y estaba listo para enfrentarlo

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Nota de la autora: La conversación entre Loid y Yor pasó por varias reescrituras. Sentía que la caracterización de Yor necesitaba mejorar.

Ciao.

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