Capítulo 5

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Yor esperaba que la cafetera estuviera lista

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Yor esperaba que la cafetera estuviera lista. Su mirada estaba fija en el silbido que, aunque suave, parecía aumentar. Mientras tanto, Loid tomó dos tazas y las colocó con cuidado en la bandeja. Habían decidido quedarse en la cocina, sintiendo que era el lugar perfecto por si Anya los sorprendía.

—Yor —dijo Loid, recibiendo su taza de café con una sonrisa—. Gracias.

—Espero que te guste. Ya añadí la leche también —respondió Yor.

Loid asintió, disfrutando del café. Yor, por su parte, luchaba por encontrar las palabras adecuadas para continuar. El nerviosismo la dominaba, y era difícil ignorar esa sensación, sobre todo cuando los ojos de su esposo volvían a posarse sobre ella, llenos de interés.

Esa inquietud la impulsó a mirarlo directamente, y en ese breve instante, notó cómo la mirada de Loid brillaba de una manera peculiar.

—¿Te sientes nerviosa? —preguntó Loid, inclinándose hacia ella mientras apretaba suavemente la mano de Yor—. No tienes que preocuparte. Como te dije, no es nada grave.

—Estar nerviosa no describe ni la mitad de lo que siento. Estoy confundida y asustada —admitió ella, ignorando las señales internas que la instaban a callarse—. Cuando hablaste con Anya y conmigo, sentí algo especial. Y ahora, también lo veo en tus ojos.

—¿En mis ojos?

—Esta noche, tus ojos se ven diferentes —reconoció Yor—. Quizás suene un poco tonto, pero...

—Quizás —interrumpió su esposo, añadiendo con una sonrisa juguetona—. O quizás no.

Yor parpadeó, confundida.

—¿Qué quieres decir? —inquirió.

—¿Recuerdas cuando hablé sobre cómo la gente se comporta? —indicó Loid—. Debería haber explicado que eso también me afecta a mí. Así que he decidido ser honesto.

—¿Quieres decir que también te sientes cansado? —preguntó Yor, sus ojos reflejando preocupación.

—Es una manera de mirarlo —contestó él, provocando una risa en su esposa—. Aunque no estoy seguro si debo hablar de todo o si tienes alguna pregunta en particular.

—¡Oh, por favor, cuéntamelo todo!

Twilight no mentía; pretendía ser honesto. Se tomó su tiempo el día anterior, mientras paseaba con Bond y reflexionaba en su breve charla con Anya, para llegar a esa conclusión. Sabía que había una línea que no podía cruzar para proteger la seguridad de su familia y el éxito de la operación. Sin embargo, confiaba en su habilidad para actuar con precisión, como lo había hecho tantas veces antes. Años de intenso entrenamiento lo habían preparado.

—Estoy contento de ser parte de esta familia, Yor. Estoy feliz de que estén a mi lado —comenzó, juntando las manos frente a su rostro—. Pero hay algo que debes saber... Anya no es mi hija biológica, es adoptada. Y... mi primera esposa nunca existió.

QuizásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora