Epílogo

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Sylvia Sherwood soltó un suspiro mientras se levantaba de su asiento, su rostro estaba enmarcado por una expresión firme, tan inmutable como su apodo sugería

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Sylvia Sherwood soltó un suspiro mientras se levantaba de su asiento, su rostro estaba enmarcado por una expresión firme, tan inmutable como su apodo sugería. Con un gesto lento, pasó la mano por encima de la pizarra que contenía los detalles de la Operación Strix y tiró algunos papeles mientras tarareaba una melodía suave.

De repente, un suave sonido de queja la interrumpió. Sylvia giró la cabeza, sorprendida por lo que veía: Twilight estaba allí, nervioso, con el labio inferior temblando y su postura tan rígida como una estatua.

—Twilight —indicó su voz, suave, pero firme, como un recordatorio de las viejas dinámicas entre ellos.

Al instante, vio cómo su antiguo aprendiz contenía la respiración.

—Handler.

—¿Entiendes lo que esto significa? —le preguntó. Su tono se hizo más serio, el cambio fue casi mínimo, pero suficiente para captar la gravedad de la situación.

—Lo entiendo —respondió Twilight, soltando una risa que sonaba nerviosa—. ¿Por qué es tan importante? En este momento, yo...

—Oh, por favor, deja de actuar como el espía que sigue las reglas al pie de la letra, Twilight —interrumpió Sylvia, su tono ahora mucho más serio—. Desde que los informes empezaron a llegar con menos detalles, sabía lo que iba a pasar.

—Espera, ¿tú...? —se detuvo, como si apenas pudiera creer lo que acababa de escuchar.

—¿Has olvidado tus días como aprendiz? —lo cortó Sylvia—. No todo es blanco y negro, Twilight. Algo, cualquier cosa, puede cambiar una vez que pasas por ciertas experiencias. WISE siempre ha sido estricto, pero al final del día, somos seres humanos.

Twilight miró la pizarra, las notas desordenadas de la Operación Strix y cómo Sylvia agregaba nueva información. Luego volvió a mirarla. No sabía qué pensar sobre lo mucho que había cambiado.

—La verdad es que yo... —comenzó a decir, pero se detuvo—. No quería involucrarme —admitió, sintiendo un nudo en el estómago—. Pero esto es algo que quiero.

—Vamos —señaló Sylvia, añadiendo—. Somos nosotros.

Hacía mucho tiempo que ninguno de ellos había podido decir eso. Estaban limitados en lo que podían escoger, todo estaba controlado por algo que iba más allá de lo que podían imaginar. Eran héroes invisibles, siempre en las sombras. Nunca podían mostrarse ni recibir reconocimiento, salvo de sus compañeros y superiores. Así era la vida de un espía.

Pero su superiora tenía razón. Ellos también eran humanos. Así que, después de suspirar profundamente, se pasó la mano por el cabello y dijo:

—Tenía una razón para unirme a WISE. Pero no pude recordarla hasta que conocí a Anya.

—¡No estás bromeando! —se burló Sylvia. Twilight la observó con el ceño fruncido, parpadeando para relajarse—. No tiene sentido repetir lo que ya sabes.

—Eso es lo que me preocupa —confesó Twilight, quedándose en silencio cuando Sylvia negó con la cabeza—. ¿Estoy equivocado?

—Una vez me pregunté si eras muy inteligente o un poco torpe. Creo que eres un poco de ambos —expresó ella, poniéndose las manos en la cintura—. Pero también hay algo más, algo que ninguno de nosotros puede ocultar, y es molesto saber que está ahí.

—No es como si estuviéramos arruinando la misión —dijo él, sin pensarlo, con un tono que no dejaba lugar a dudas. Era evidente que la conversación iría hacia el futuro, hacia qué hacer después—. Incluso podría ser útil, si lo miras desde un ángulo menos serio.

—Los protocolos son cosa del pasado —respondió Sylvia, encogiéndose de hombros con una ligera sonrisa—. Aunque, debo admitir, me alegra ver que te estás tomando en serio tu papel como padre y esposo.

Twilight observó a su superiora por un momento más. Aunque sus hombros seguían rígidos, algo en su postura le indicó que la situación, al menos, había mejorado un poco.

—Anya quiere conocer a la jefa de su papá —explicó Loid de repente, antes de que la realidad lo golpeara con los recordatorios de su lista: debía ir a la tienda a comprar unos paquetes de maní y recoger los trajes de la tintorería—. Tal vez podrías enviarle una carta.

—Voy a hacer una visita a la casa de los Forger —dijo ella, con determinación, sin perder un segundo en sus planes.

—¿Perdón?

—Tengo curiosidad por conocer a Loid Forger. Después de todo, ha estado bajo mi ala durante más de diez años, y parece que está cambiando —indicó Sylvia, con un tono juguetón en la voz, como si estuviera disfrutando de su propio secreto.

Twilight, con su capacidad para captar lo que no se decía en voz alta, observó a Sylvia con atención. Un destello irónico brilló en sus ojos.

—¿Quieres venir a mi casa? —preguntó él, con una mirada cálida—. Siempre estás invitada, Sylvia.

La sonrisa irónica de Sylvia se desvaneció por completo, dejando paso a una expresión genuina de felicidad.

—Me alegra oír eso —respondió, con una sinceridad que no dejaba lugar a dudas. Ya no había necesidad de decir más sobre lo que sentía por su antiguo aprendiz—. Aprecio mucho tu hospitalidad, Loid.

Nota de la autora: Si bien al principio dije que no incluiría nada más, algo me hizo pensar: "Puedo escribir algo sobre Twilight charlando con Sylvia", y surgió esto

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Nota de la autora: Si bien al principio dije que no incluiría nada más, algo me hizo pensar: "Puedo escribir algo sobre Twilight charlando con Sylvia", y surgió esto.

Ahora sí, es el final de esta historia.

Ciao.

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