XIV: Riddia

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Claudia Cazna llegaba a Riddia al amanecer junto con los Gaianos y su hijo Carlos. La campiña del sur de Arcadia los recibía con una agradable mañana fresca y con un suave viento que invitaba a despertar con energía. Los Gaianos habían hecho unas cuantas paradas durante el viaje para recolectar algunas hiervas y plantas así como para descansar y apreciar la vista de los campos Arcanos entre la capital y Riddia, los rostros de los niños y los adultos al ver los amplios paisajes era como si vieran un mar verde con algunas flores regadas que se mecían con el viento. Marisa y Alestar preparaban al grupo para terminar el viaje y al fin llegar al pueblo de Riddia. Ya se podía ver el pueblo con unas murallas de piedra blancas – Vamos muchachos, solo una hora más de caminata y llegaremos al pueblo – indico Marisa con más energía de lo habitual – ¡Desayunaremos y nos daremos un baño fresco después para descansar como merecemos! – Dijo con energía y los demás vitorearon la propuesta.

Alestar en cambio se dedicó a escuchar el viento y a la naturaleza. Aun estando lejos de Gaia, su voz estaba presente y recordándole que todo mejorara. Los árboles susurraban que los Arcanos de Riddia los trataban con respeto y las aves le aseguraron que los campos de cultivo estaban bien tratados y sin forzar nada con magia, lo cual calmo un poco al viejo druida. Carlos se acercó y le toco el hombro, sacándolo de su concentración – ¿Todo bien? – Pregunto preocupado – ¿Quieres tomarte más tiempo antes de partir? – Sugirió, pero Alestar negó con la cabeza – Gracias, pero estoy bien, solo estaba meditando – Respondió poniéndose de pie – Pronto llegaremos al pueblo donde nació mi madre, creo que esta más o menos a su gusto – Empezó a decir Carlos, cambiando el tema – Hay un rio cercano y un par de molinos, también el mercado está lleno de buenas ofertas y productos frescos – Sugirió sonriendo, Alestar asintió – cuando lleguemos primero – Respondió el viejo druida.

Después de un par de horas caminando, llegaron a los campos de cultivo de Riddia. Los Gaianos observaron con sorpresa, como sus campos eran más grandes que los pequeños plantíos de su pueblo, también que usaban magia para casi todo, desde el arado hasta el riego de los cultivos. Alestar frunció el ceño – Y es por eso que la comida sabe rara – Dijo en voz alta, Claudia y Carlos se quedaron mirando y luego voltearon a ver al viejo - ¿La comida sabe rara? – Pregunto Claudia – En específico los cereales y los vegetales – Respondió Alestar sin voltearlos a ver – El uso de magia, o en su defecto, de mana, le da un sabor extraño, casi artificial, como a sal – explico el druida, Marisa asintió – Las papas son ligeramente más duras y su sabor es ligeramente metálico, así como las lechugas que son un poco más secas – Agrego la tabernera.

La maestra Claudia no entendía lo que decía Alestar, todos los ciudadanos de Arcadia comían lo que los agricultores y sus estudiantes plantaban y cosechaban. La maestra se aclaró la garganta – Bueno, esta información es nueva para mí, tendré que darles uno de mis campos para que me muestren la diferencia que mencionan – Sugirió, Alestar sonrió – Eso déjaselo a los nuestros, Yo y Marisa tenemos otros planes – Respondió Alestar con motivación en su voz, la maestra se limitó a sonreír y a continuar caminando. Ya había pasado un tiempo desde que llegaron los Gaianos a Arcadia y los ánimos iban creciendo poco a poco. Los Gaianos ya participaban en actividades sociales como los días festivos de Arcadia o las celebraciones de las escuelas, mientras que Marisa ya era una maga de Arcadia hecha y derecha, aún le falta presentar los exámenes para titularse pero gracias a su talento innato para la magia como su dedicación inquebrantable la hacían una clara seleccionada para formar parte de los magos de elite.

Alestar en cambio ocultaba mejor sus poderes druídicos disfrazándolos como "estudios personales" de la flora y fauna del mundo. Ha servido de prefecto e incluso de maestro de herbolaria, algo que Claudia nunca se imaginaria de alguien como él. El tiempo no ha borrado las marcas de las heridas de los Gaianos, mucho menos del dolor de la perdida de sus seres queridos, pero algo que llena de inspiración y de energía a la maestra Cazna, es la férrea voluntad de Alestar, Marisa y de los Gaianos. Jamás, en su tiempo sirviendo para los cien, ha visto tal fuerza de voluntad, incluso Wolnihr, el más recio y estricto de los soldados, admira a Casper Timers por su fuerza de voluntad y su capacidad de seguir marchando adelante, sin importar su situación. Carlos noto que su madre caminaba cada vez más lento, le tomo del hombro y la maestra sonrió ampliamente – Nunca, en mis cincuenta y cinco años me he sentido tan inferior – Dijo la maestra, Carlos se acercó a su madre – ¿ Estas bien? – pregunto con duda, la maestra volteo a ver las espaldas de los Gaianos – Míralos, han perdido casi todo y caminan tan frescos como si nada – Empezó a decirle a su hijo.

La sombra del rey: Los Caminos de Gaia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora