IX: Poco ortodoxo

1 0 0
                                    

Alestar Motum caminaba por la escuela número noventa y nueve de la maestra Cazna a solas y en silencio. Se dedicaba a escuchar el viento, las plantas y las aves. Al no querer permanecer como estudiante de la escuela como Marisa, optó por convertirse en el prefecto de Cazna para mantener la escuela en orden y controlar a los estudiantes revoltosos. Una tarea que no le gustaba pero, al no poder decir que era un Druida, aceptaba sin rechistar para poder castigar y humillar magos arcanos a su placer. Un día, paseando por el jardín central, notó que el viento del norte venía rápido y agitado, malas noticias provenientes de algún lugar distante y distorsionado por los ruidos de la ciudad capital.

– Maestro Alestar – le hablo un estudiante, sacándolo de su concentración – dime... – dijo fríamente al joven rubio que le hablaba con temor – Perdí mi permiso para transitar por el pasillo – le dijo con un poco de temor en su voz, Alestar se limitó a suspirar, agotado de las tonterías de los jóvenes que pensaban que podían engañarlo – ¿y ya lo buscaste en las bancas detrás de la biblioteca? – El joven quedo en silencio – Si, ahí donde te besabas con la muchacha morena de cabello lacio y negro – le especifico más el prefecto al joven, este se puso rojo de la vergüenza – Me... deje llevar por el momento – trato de defenderse sin mucho éxito, Alestar le señalo la dirección de la biblioteca – debajo de la banca, lado derecho... y que sea la última vez que quieras verme la cara – El joven asintió en silencio y salio corriendo por su pase.

Después de unos momentos a solas, Alestar se dirigió a las habitaciones de las mujeres. A juzgar por la hora, era momento donde la gran mayoría iba a bañarse y a cambiarse en sus habitaciones y, por lógica, habría muchachos escondidos, esperando a espiar a sus compañeras en la intimidad. Un pequeño e inaudible silbido atrajo a unas cuantas ratas y ardillas. Alestar se inclinó para hablar con ellas, susurrando instrucciones en un lenguaje secreto. Unos segundos pasaron y las criaturas se dispersaron alrededor del edificio de mujeres. Gritos y ruidos de personas cayéndose hizo sonreír un poco a Alestar mientras tomaba asiento en una banca. Cinco muchachos corrían despavoridos tratando de huir de ratas y ardillas que enloquecieron.

Uno de ellos sacó una varita de roble de su bolsillo en su rabia por sus planes frustrados. Alestar, sin dudar ni un segundo, alzó la mano e hizo crecer la varita del muchacho hasta convertirse en un pequeño árbol de roble. El peso del pequeño árbol hizo que se tropezara el estudiante. Las ratas y ardillas retornaron a sus madrigueras al ver que Alestar estaba caminando en dirección del estudiante – Me preguntaba si era por violencia o desesperación lo que ibas a hacer en ese momento... – dijo mientras se paraba frente al estudiante – ¿Y bien? – preguntó el prefecto, el estudiante respondió – Maestro, ratas y ardillas nos perseguían y... – Alestar alzó la mano, el estudiante hizo silencio – Los estudiantes tienen prohibido usar magia fuera de los lugares designados – El estudiante asintió y con un movimiento de la mano del prefecto, el árbol retomo la forma anterior a una pequeña varita elegante – Largo... – le dijo al estudiante y este, sin mirar atrás corrió despavorido a su habitación.

Después de cerciorarse de que ningún estudiante estaba espiando a sus compañeras, se dirigió a la sala de maestros para descansar un poco sus pies. Entró al edificio principal de la escuela y subió al último piso. El cuarto piso estaba designado para maestros, archivos y salas de audiencias. Ahí estaba una pequeña sala donde los maestros se juntaban a descansar, charlar o simplemente a pasar el tiempo. Al abrir la puerta estaban dos profesores. Carmen Hale y Robert Mandar estaban analizando los resultados de los primeros exámenes realizados por los estudiantes de primero. Al ver a Alestar, Carmen le dedicó una cálida sonrisa al prefecto – Buena tarde, maestro Motum – Alestar asintió y le respondió – Buena tarde, maestra Hale, maestro Mandar – Ambos asintieron en silencio.

–Los muchachos de tercero siguen tratando de espiar a sus compañeras desde el mismo lugar de siempre – comentó Alestar en voz alta – Sería bueno sugerir una barda más grande o mínimo que arreglen los agujeros de la pared de los baños – dijo mientras tomaba una taza de una pequeña mesa. Robert pasó su mano por su canoso y abundante cabello de su cabeza y cerró su pesado libro de apuntes y asintió con un gruñido – Estos muchachos rebeldes ¿Cuándo entenderán? – Dijo enojado por la situación – ¿Vio quiénes eran para expedir sus reportes? – preguntó Carmen mientras se ponía de pie, Alestar asintió y señaló a la ventana – Los hermanos Dormond, Walter Capone y un muchacho de primero que desconozco su nombre, tiene uniforme de noble – Carmen asintió y miró sus listas de los estudiantes de primer año.

La sombra del rey: Los Caminos de Gaia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora