𝐄𝐥 𝐢𝐧𝐢𝐜𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐭𝐨𝐝𝐨

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—Me gustas, Hazz.

—También me gustas, pequeño.

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—¡Atrapó a mi gallina, joven desconocido! ¿Qué puedo hacer por ti?

—Tu nombre sería suficiente.

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—No podemos seguir siendo amigos, Harry.

—No, solo... solo olvidemos lo que dije.

—No se pueden olvidar los sentimientos, Harry. Lo siento pero nuestra amistad ya no es posible.

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—Entonces si que hemos logrado resolver nuestras diferencias —comentó burlón mientras acariciaba la desnuda espalda del menor.

—Aún te sigo detestando —masculló escondiendo su rostro en el pecho del mayor.

—No puedes. Me amas y lo sabes.

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—¿Eres una especie de espía?

—Agente especial —respondió secamente sin mirarlo—. He sido enviado para protegerle.

—Me encantaría saber que tan especial eres —pronunció lentamente y con dobles intenciones.

—Se quedará con la duda —el menor carraspeó y se mantuvo en su posición. Aquel joven había logrado sonrojarle ligeramente al percibir sus intenciones con él.

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Avanzaba mientras se quejaba en voz alta de que sus alas se arrastraban en la nieve y no podía hacer nada porque le daba flojera volar. Y comenzó a regañarse por ser tan perezoso.

—Si tan solo no fueras tan flojo, ya hubieras llegado al imperio —se reprendió lanzando una bola de nieve, pasaron unos segundos para que escuchara un quejido— Uy... Hey, quien quiera que seas ¿Estás bien?

—Si ser golpeado en la cara por una gigantesca bola de nieve significa estar bien, entonces sí —pronunció un tanto molesta una bonita voz.

El chico con alas frunció los labios y esperó a que el portante de aquella voz se apareciera, quien no tardó ni dos segundos en hacer presencia con su cabello lleno de nieve y pequeños rastros en su rostro.

—Lo siento... —murmuró anonadado por lo bonito que se veía el chico.

Sus cálidos ojos, sus finos labios fruncidos junto a su pequeña nariz y el bonito sonrojo que tenía en sus mejillas a causa del frío le transmitieron una sensación tan reconfortante que olvidó la frustración que estaba sintiendo minutos antes.

Se acercó un poco más y estiró su brazo para sacudir el cabello del chico, quien relajó el entrecejo y escudriñó al contrario.

—Tus alas son hermosas —le hizo saber con una sonrisa, vio al chico avergonzarse y soltó una risa.

—Lo mismo digo de tus... ¿cuernos? —había tenido la intención de mencionar sus ojos pero cuando lo volvió a observar, se dio cuenta de los majestuosos cuernos que portaba el chico.

𝐁𝐨𝐝𝐚 𝐄𝐪𝐮𝐢𝐯𝐨𝐜𝐚𝐝𝐚 [𝐋.𝐒]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora