Capítulo I

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"Un chico nuevo en la ciudad"

Mario se dirige a su departamento después de un día complicado en su nuevo trabajo. Su estómago le avisa que no ha probado más que el emparedado y la manzana que ingirió en la mañana. Muere de hambre, está agotado; siente un cansancio muy distinto al agotamiento que te deja el trabajo de campo al que está acostumbrado. Con el chillido de sus tripas recuerda a su madre, ese recibimiento cálido, esa sopa recién hecha, la acogedora pregunta de mamá que le ha hecho falta desde que llegó a la ciudad <<¿Cómo te ha ido hoy? >>.

Mientras, admira a través de la ventana del taxi lo distinto que se mira la ciudad comparado al pequeño pueblo del que proviene. Recuerda su llegada semanas antes; al llegar a la ciudad, Mario se encontró con un entorno completamente diferente. Los rascacielos se alzaban frente a él, el ruido del tráfico llenaba el aire y las luces brillantes destellaban en todas direcciones. Era una experiencia abrumadora para alguien acostumbrado a la tranquilidad del campo.

A pesar de su admiración por la ciudad y su reconocimiento de las oportunidades que esta le ofrecía,  también estaba consiente de enfrentarse a la realidad de ser un forastero. Sentía la presión de adaptarse rápidamente, de aprender las normas sociales y de encontrar su camino en una jungla urbana llena de desconocidos; los cuales en ocasiones lo ponían en duda si realmente pertenecía ahí.

Con determinación, Mario se sumerge en la vida de  ciudad adaptándose lo más rápido que puede a la ajetreada rutina que parece correr contra reloj todos los días. Sería una mentira decir que le ha resultado una tarea fácil; el ruido, la gente malhumorada, los paraderos confusos, el  claxon de los vehículos, el sonido de las ambulancias, la comida poco orgánica... todo es un desafío para el chico de apenas 34 años que decidió iniciar una nueva etapa lejos del mundo que conoce.

En los primeros días buscó trabajo en diferentes industrias; su primera tarea en lista era encontrar un trabajo que le ofrezca estabilidad económica antes que acabar la bolsa de ahorros que iba en descenso. Estaba decidido a dejar atrás su pasado y crear un futuro diferente a pesar de apostar la vida de campo de la que estaba enamorado.

Mientras se adaptaba a su nueva vida, Mario lucha por dejar atrás los recuerdos y las experiencias que había vivido en el rancho. Había cosas que prefería olvidar, heridas que aún no habían sanado por completo. Quería comenzar de nuevo, sin ser definido por su pasado. Habían  momentos en los que Mario se detenía a pensar lo solo que se sentía bajo la inmensidad del lugar, cada vez que mira al cielo observa rascacielos en vez de nubes, estrellas opacas apenas perceptibles... suspiraba y extrañaba un poco más su hogar.


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Mientras el vehículo avanza con lentitud en el aparatoso océano de autos y la capa espesa de lluvia que amenaza con no detenerse, el chico de cabellos castaños y ojos marrones extraña la calidez de la granja, el mugido de las vacas, los cielos despejados, y el silencio prolongado de la naturaleza. Todo es tan distinto para él. Sin embargo el sonido de la gotas golpeando con la ventana se asemeja al sonido de la lluvia rompiendo contra los tejados de su antiguo hogar; cierra los ojos, casi puede jurar que está sentado en el cobertizo de la granza escuchando la melodía de una tormenta de otoño.

La intensa lluvia se agudiza y apenas es perceptible el camino, la espesa capa de agua obliga a las ruedas a ir más lento, poniendo a la mente de Mario a divagar entre recuerdos  que descienden con delicadeza como las gotas que forman venas en el cristal. La nostalgia lo invade de repente al pensar en sus padres y sus hermanos. Recordaba las risas alrededor de la mesa compartiendo una tarta de cumpleaños, las navidades, las simples cenas nocturnas con  historias compartidas; de inmediato extraña  el amor incondicional que siempre había encontrado en su hogar.

&quot;EL VIAJE DE MARIO&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora