octavo mes de embarazo

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veintinueve semanas


Las agujas del reloj marcaban las cuatro y cuarenta de la tarde cuando su puerta fue arrasada con golpes. Amelia, que se estaba terminando de arreglar, chasqueó la lengua, sacando la cabeza por la puerta de la habitación.

—¡Sti, abre tú, por fis

—Voy, mi amor.

Y como un perro domestico siguiendo la orden de su dueño, Stiles abrió la puerta, encontrando a toda su familia (incluida la manada) esperando. Por supuesto, está era una reunión muy especial: el baby shower (con excepción de revelación de género) del bebé. 

—No puede ser que tardes tanto en abrir una puerta —le recriminó su hermana, pasando sin saludarlo, como de costumbre. Llevaba una gran caja de comida en las manos, y pronto se sumaron más; Lydia misma comenzó a ordenarlas.

—Perdónala, está estresada con que algo no le guste a Lia —se disculpó su cuñada con una sonrisa, saludándolo mientras iba a ayudar a su novia. 

Saludó a sus suegros y a sus padres, dejando que todos terminen de pasar. Varias traían regalos grandes en las manos, dispuestos con todo su corazón a consentir al bebé y a la mamá. Stiles no se indignaba; él hacía lo mismo.

—¿Amelia? —preguntó Mason, mirándolo.

—¡Aquí! —exclamó la bruja desde arriba.

—Su oído está filoso hoy —explicó, incluso si nadie preguntó. Mason chasqueó la lengua, comprendiendo.

Un escalofrío recorrió su columna, y tardó apenas unos segundos en notar que era la magia de su prometida, llamándolo silenciosamente. Dejo que los demás se encargarán de la comida y terminar de decorar, escabulléndose al cuarto. Amelia lo esperaba con los ojos en grandes, con la mano en el estómago.

—Me olvide de algo muy importante —dijo—. Necesito que vayas al pueblo. ¿Te acuerdas que te dije que me cambiaron las vitaminas por el repentino crecimiento de tu hijo?

—Nuestro hijo.

—Cuando me rompe huesos y crece así, es tuyo. Ese no es el punto; ¿te acuerdas?

—Sí, me dijiste que te agregaron con más calcio y vitamina D, ¿no?

—¡Sí, y ácido fólico!... Me olvide de comprarlas, y sí o sí debo comenzar a tomarlas hoy. ¿Puedes ir hasta la farmacia de aquí cerquita? —Amelia hizo un puchero, acercándose a él para hundir su cara en su cuello, inhalando su colonia. 

—Por supuesto que sí —aseguró, besando su cabeza. Amelia sonrió, un movimiento distintivo contra su piel. Se separó de él, dándole un besito.

𝐬𝐞𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐩𝐢𝐚, saga: merakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora