séptimo mes de embarazo

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veinticinco semanas


La semana fue silenciosa y angustiosa entre ellos, llenos de abrazos suplicantes y besos suaves que dejaban en claro el dolor que cargaban en sus corazones. Sin embargo, entre ambos, Amelia era la que mejor podía fingir su felicidad ante los otros, ocultando sus sentimientos mucho más fácil que él. 

Se agachó con dificultad ante la tumba de Cody, un ramo de prímulas en su mano. Sus ojos aún se llenaban de lágrimas al estar ahí como cada mes, simplemente inevitable, una herida que jamás sanaría. Elizabeth le había tratado de tocar el tema, pero Amelia era increíble para simplemente evitarlo, cerrar los oídos y concordar con cada cosa que la mujer dijera.

El vientre le dificultó un poco estirar el torso para rozar la tumba limpia, llena de flores y un encuadre perfecto para ese niño dulce que alguna vez había existido.


CODY JOHNSON
2003 — 2013
❝Te veré del otro lado de las estrellas❞


Soltó un suspiro tembloroso, acariciando los costados de la lápida con forma de estrella que Amelia había mandado a hacer, defendiendo a capa y espada el diseño. Posó las flores en su costado, acomodándolas suavemente para luego sostener su vientre, arrodillada ante la tumba.

—Hola, Cody —saludó en voz baja—. Espero que no te moleste el que mi visita sea más tardía de lo pensado; tuve un pequeño problema y me atraso. No creas que a mi me alegra mucho tampoco. 

Rio secamente, sin querer hacerlo realmente. Tragó saliva y siguió acariciando los bordes afilados, con la mirada fija en las prímulas. Aquellas flores, como las camelias y los narcisos, que estaban secas, renacieron ante su magia. 

—Anoche soñé contigo... Te leí un cuento, te bese la frente y te arrope, como una madre a un hijo. Me pediste perdón. No comprendo por qué, tampoco me interesó la disculpa, sino observar tus ojitos claros; pero había algo raro, simplemente no pude diferenciar que era eso que no te hacía tú. Cuando me desperté, siquiera antes de darme cuenta, había caminado hasta el cuarto del bebé, buscándote. Claramente, no estabas ahí.

Mordió su labio con fuerza, solo soltándolo cuando sintió la sangre rozar su lengua. 

—La manada no cree que realmente quiera al bebé. Lo sé, lo siento, lo escuchó y hasta te puedo decir que lo veo —mencionó casi con diversión—. Creen que seré una buena madre, pero no que lo vaya a amar. No comprendo como esa comparación puede ir en una misma oración. Ninguna persona puede ser una buena madre si no ama, ¿verdad?

La respuesta nunca llegó, pero la brisa se elevó, helando sus huesos debajo del tapado grueso que estaba usando. 

—Sé que nada en la vida es permanente, ni siquiera yo, todo es temporal, y sé que la muerte es una de esas cosas, pero te sigo necesitando, Cody. Si pudiera retroceder en el tiempo, lo haría, solo para salvarte, o al menos para despedirme bien. No se suponía que así fueran las cosas, y se lo discutiría hasta a Hécate si es necesario. Eras puro, Cody, y eso es algo de lo que la guerra siempre va a aprovecharse. 

𝐬𝐞𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐩𝐢𝐚, saga: merakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora