Donovan.
Dos semanas, eso me llevó por dar con Sofía. Días en los que estuve cerca, con el club de pelea que encontré y al llegar estaba vacío, solamente con cuerpos inertes por las peleas, entre los que me negué a que ella se encontrara.
Una sala quirúrgica llena de sangre, una cama que contenía tanto líquido carmesí que fue imposible no llegar a pensar que era suya. En todo ese tiempo siempre con la pregunta latente de mi hijo, el cual obtenía una respuesta nada favorable con el pasar de los días. Pero lo había prometido, por eso dejé de buscarla a ella directamente y me enfoqué en los aliados de Ronald.
Así dando con el hijo de perra del polla chica, saliendo campante de su casa con una sonrisa gigante por haber logrado no sé qué cosa.
El olor nauseabundo que emanaba de él me hizo recordar algunos venenos que Sofía solía usar en el pasado. No sólo se trató de algo sutil, si no que la sabandija se estaba pudriendo en vida.
No costó más que prometer que lo dejaría libre para darme el nombre de un barco de carga, el cual con ayuda del hombre a quién tuve que ceder mi lealtad, lo encontré en cuestión de horas.
Por ello, estaba en frente del tipo que tenía cara de haberse ganado la lotería, lo logró y ese es su festejo.
__ ¿Hombro o cuello? - me pregunta un tipo con cara de nerd, guantes de látex y una especie de pistola para tatuajes en la mano.
__ Aceptaste unirte a mi organización. Bajo mis reglas, métodos y estatutos. - alega el ruso acomodando el cuello de su abrigo. - No hay una negativa que pueda obtener de alguien que haya durado toda su vida y la tuya no sería la excepción. ¿Anestesia?
Las burla en sus palabras no pasa desapercibida.
Mascullo una maldición entre dientes para desabrochar la camisa y sentarme en la silla, donde el tipo coloca la punta del dispositivo, de la cual sale disparada algo que siento romper mi piel causando un dolor destellante en la zona del cuello.
Aprieto la mandíbula, cuando ese dolor se intensifica más de lo que creí sería. Arrepentido de no haber aceptado la anestesia ya que sigue por más tiempo, como si se adueñara de mi sistema motriz. Hasta la punta de mis dedos se adormece con cada segundo, al punto de sentir una leve capa de sudor extendiéndose por toda mi espalda.
__ Eres el séptimo en aceptar un procedimiento tan doloroso desde su creación. - menciona el korol paseándose como si lo que me pasa en cada articulación fuera una obra que le guste ver. - Dos se igualan a tí, uno gritó y uno se desmayó. - contabiliza cual relato común. - No te hiciste entre los míos, pero actúas y eres igual a ellos. Son elementos que me sirven.
Por fin puedo mover los dedos sin sentir que van a estallar debido a la tensión en estos. La cabeza deja de doler, una descarga se extiende por todos lados llegando a desaparecer en pocos segundos para sentir todo con normalidad.
__ ¿Que es esa cosa? - indago tragando grueso. Con la voz agitada como si acabara de tener la rutina más extrema de mi existencia.
__ Esa cosa, será lo que te salve la vida desde hoy en adelante, Dragón. - dice una voz conocida que me hace saltar de la silla donde estaba, mandando la mano al arma, la cual extiendo en contra del tipo de mirada fría al responder del mismo modo.
Ambas armas en alto, los dos quitando el seguro para volar el cerebro del otro. La negrura en sus ojos es peor cuando las ansias de sangre se hacen presentes. Con la placa que lo acredita como uno de los tres hombres que más problemas me dieron en el pasado. El que estuvo a punto de meter a Lukyan a la cárcel cuando esté creó distracción para salvar la vida de Alessio.
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Contención
RandomEl dragón de la mafia neoyorquina ha regresado, por su puesto, por su gente y por las cabezas de quienes lo lanzaron al lugar de donde tuvo que luchar para sobrevivir. La prisión ahora bajo su mando es más peligrosa. No cede, no olvida y el perdón...