Capítulo 16

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Donovan

__ ¡¿Donde está?! - me lanzo del auto con arma en mano.

__ Señor, está herido. Debemos curar. - me dice Sam junto a Lori la mujer que me informaba los movimientos de los Myers.

__ ¡¿Donde carajos está?! - grito hastiado. Enfadado por haberlo tenido al alcance y no pude más que abrirle la espalda con dos balas. El infeliz tenía un arsenal como respaldo que se fueron contra mí en cuanto la orden de los Myers fue dicha.

Sabía que regresaría, siempre vi a los Myers como ratas que solo buscan como sobrevivir y eso los lleva a buscar quién quiera unirse a ellos. Nunca les creí la lealtad que prometían.

__ ¡Donovan, estás sangrando! - Danna me toma del brazo y quiere tocarme. No se lo permito porque es la última persona a quién quiero ver. - Es peligroso que...

__ ¡Largo! - exijo.

__ Solo quiero ayudar.

__ Ayudas más si no estorbas. - la dejo atrás. Ordeno a mi gente que se la llevan lejos a tirarla a los mil infiernos si ella quiere, pero lejos de mí. No le compete saber nada de mi vida, y mucho menos de quién quiero ver.

Camino a pasos agigantados hacia el interior de la casa quitando del camino a quien se me atraviesa. El pecho me arde al saber que están de regreso. Casi asesino a Sabine, pero fue custodiada por muchos que le sirvieron como escudo y eso me tiene rabioso.

La sala está invadida de hombres que ayudaron a sacar al crío de esa casa.

__ Donovan, no pensarás en matarlo ¿verdad? - hago a un lado a Eve que se me interpone. - Es tu hijo.

__ No me importa. - sigo mi camino. Lukyan está al fondo mientras Alessio no dice nada solo viendo la ventana. - Lo matan ellos a su manera o yo a la mía. Si vive no dejarán de perseguirlo y en cuanto den con él lo van a destrozar vivo.

__ Podemos llevarlo con nosotros. En mi casa...

__ Sabrán que está ahí. - se planta frente a la puerta. - Ese rastreo en su sangre será muerte. Que lo haga yo será lo mejor que le puede pasar.

__ Es tu hijo. Lleva tu sangre. - intenta llegarme al corazón. - No puedes pensar en hacerle daño a alguien con tus genes.

__ Esa es su maldición. Ser mi hijo lo condena a estar en un infierno con ese infeliz pisando sus talones toda la maldita vida si no lo mato. Lo buscarán hasta domarlo o asesinarlo en ese ritual asqueroso.

La tomo del codo y se me suelta. Está furiosa, pero no tengo tiempo para hacer entrar en razón a nadie. Debemos irnos de aquí cuanto antes porque los Myers saben la ubicación de esta casa y es mejor largarnos antes que lleguen.

Abro la puerta a la cual entro. Preparo la bala que acabará con la maldición que carga sobre sus pequeños hombros. Algo se mueve en el fondo del dormitorio. Camino decidido a hacerlo, enciendo la luz hasta verlo en la esquina, a un lado de la ventana con el gato entre sus manos.

Pienso que va a correr o echarse a llorar cuando me ve con un arma, en cambio lo único que hace es recorrerme con esa mirada grisácea que me cala hasta los huesos. Mira mi mano y baja la mirada hacia el animal que sostiene.

Le pone la boca en la cabeza al felino para volver a verme.

Tiene los ojos de Sofía.

Igual de penetrantes. Con esa desafiante mirada que me recuerda cuando la vi destrozada en el momento que me contó todo. No sabía que ese bebé por el cual lloró tanto, lo tenía justo a su lado.

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