--CAPITULO 27--

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Zaila

—¿Qué pasó con los bastardos esos?— me pregunta mientras entrelaza nuestros dedos.

—Los maté, mi padre los capturó, a todos, los tuvo encerrados, torturándolo, haciéndoles lo mismo que me hacían a mi y mil veces peor, contrataba psicópatas, personas verdaderamente enfermas para que los dañaran, los humillaba, metía su cabeza al baño lleno de mierda, luego cuando estaban a punto de morir los curaba para poder seguir con su castigo.

Fueron 4 años, hasta que yo tuve 18 y mi padre me dio la opción de hacer con ellos lo que quisiera, así que le ordené a los hombres de mi padre que hicieran un asador, lo más grande que pudieran. Los amarraron a las rejas y los aventaran al carbón, primero solo eran las brasas, eso les hacía quemaduras leves, después prendieron el fuego, comenzaron a quemarse y los quité pronto, si se hacían quemaduras de tercer grado, el músculo perdía su sensibilidad así que ya no serviría de nada.

Los golpeé exactamente como ellos lo hacían, hice de su vida un infierno durante 1 año más, siempre iba a torturarlos sin falta. Los electrocutaba, los dejé suspendidos en el aire de unas cadenas y con un bate los golpeé, ese año me volví tan cruel, les hice todo lo que mi mente quiso.

Su muerte fue lo mejor, los dejé en un laberinto golpeados y débiles, le dije a uno de ellos, al que más me hizo sufrir, ruégame, ruégame para que no te aviente y deje que te traguen los lobos, ruega para que no te trate como la mierda que eres. Si lo hizo se quedó de rodillas suplicándome que no lo matara pero no me importó.

Luego mi padre soltó a los lobos, no habían comido nada, así que estaban hambrientos desde arriba del laberinto posada en una alcoba, vi como corrían desesperados por sus vidas, me dio risa, ilusos, los lobos los atraparon y se los comieron vivos, vi sus caras de sufrimiento, mientras los desmembraban, al "mal", el peor de ellos, un lobo le mordió su asquerosa polla, se la arranco, pero pobre lobo, hasta el sentía asco del ser despreciable, vomitó sobre el asqueroso viejo, pero aún así el bastardo seguía con vida y fue lo más satisfactorio, gritaba pues los animales le arrancaba partes de su cuerpo y él lo miraba todo, se desmayó y despertó a los pocos segundos por el dolor producido por las mordeduras, él fue el último en morir, como siempre lo deseé.

Todo se hizo como quería y desde mis 17 años empecé a manejar la mafia de mi padre, yo era el cerebro de la organización hasta que un día a mis 20 decidí dejarlo para dedicarme al modelaje de tiempo completo.

—Me siento tan feliz de que esos hijos de puta sufrieran y recibieran su merecido.

—Yo más, créelo.

—¿Y qué pasó con tu segundo secuestro?, tal vez el sin identidad que te persigue podría ser parte de alguno de ellos.

—El segundo sucedió a mis 18 años. Me secuestraron unos policías, corruptos obviamente, querían hacer caer a mi padre, pero lo único que lograron fue despertar su furia. El día de mi rescate me habían dejado sola con un machito así que le dije unas cuantas palabras y pum su ego se dañó, se acercó a mí luciendo amenazador, pero no me intimidaba, lo golpeé y pude asfixiarlo, luego le quité las llaves de mis cadenas y me desate. Salí corriendo de ese cuarto, lista para matar, ya afuera del lugar estaba un tiroteo, sabía que mi padre había llegado, así que él me vio, me subió a su carro y nos fuimos.

Omito la muerte de él, no es necesario que Adriano lo sepa.

—Me pone jodidamente orgulloso saber que eres una mujer tan capaz, eres toda una fiera— me dice sonriendo.

Me toma del rostro y estampa sus labios contra los míos, saboreamos el momento, nuestras manos se entrelazan y las pone por arriba de mi cabeza.

—Te aseguro que en mi puta vida he sido más feliz que ahora que estás conmigo.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora