--CAPITULO 32--

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Zaila

En el pasado....

Me encuentro caminando en una de las tantas calles de Alemania, el frío se cuela por mi ropa penetrando en lo más profundo de mis huesos, esa sensación de entumecimiento me hace saber que sigo viva, a pesar de todo sigo viva, a veces pienso en que esto se ve como un sueño.

El dolor físico me ha ayudado a superar el mental, éste último es mil veces más agotador, esa batalla continua en donde tu cerebro se convierte en tu enemigo y luchas contra el para poder seguir de pie.

Desde que mi padre me llamó el día de hoy por la mañana, estoy en un estado de euforia, me complace infinitamente la noticia, se que mi padre atrapó a los malditos que me dañaron y se que los ha tenido como rehenes desde mi rescate pero no me ha permitido acercarme a ellos, consideraba que no era apta para estar a su alrededor por lo menos hasta que tenga la mayoría de edad y por fin, después de años los tengo, pero la edad por sí sola no era suficiente para mi padre, me dijo que si quería disfrutar de mi venganza tenía que estar bien psicológica y físicamente.

Ahora después de estos años por fin me considera que soy apta y eso me hace infinitamente feliz, puedo decir que vivo una vida normal a excepción de las pesadillas que me acechan en las noches, si bien, no hay desaparecido por completo si disminuyeron, actualmente después de mucho trabajo esos recuerdos no guían mi vida, he aprendido a vivir con ellos. Miro hacia la Zaila pequeña y asustada de todos y siento una tristeza enorme por ella pero después veo a la Zaila mayor y veo lo que ha logrado sus 18 años de vida y me enorgullece.

Estoy tan perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta del sonido tan fuerte que me taladra los oídos, tampoco puedo percatarme cuando al segundo siguiente alguien me toma de los brazos y cae al suelo conmigo, espero el dolor de la caída, pero no llega en cambio siento unos brazos a mi alrededor protegiéndome de la caída seguido de un quejido sutil.

Me cuesta unos segundos darme cuenta de lo que pasó, el carro estuvo a punto de atropellarme y él me salvó, Dios, que pena, recuerdo en donde estoy y me levanto de su regazo con torpeza y totalmente apenada por lo sucedido, le entiendo una mano para ayudarlo a levantarse, su gran mano envuelve la mía enviando cosquillas por todo mi cuerpo.

Sonríe mientras se pone de pie y da un paso cerca de mi, es tan alto y su cuerpo está hermosamente definido, el perfume tan masculino que lleva inunda mis fosas nasales, cierro los ojos con su cercanía, pero su voz me devuelve al presente.

—Dios, casi te matas, niña— se queja.

—Lo- lo siento, no pretendía lastimarte o, o ponerte en peligro— las palabras se atoran unas con otras y Dios, parezco bebe empezando a decir mis primeras palabras.

Carajo, ¿desde cuando soy tartamuda?

—Oye, mírame— me pide mientras me toma la barbilla de una manera tan suave y sutil—, mírame niña— repite y obedezco—. Está bien, ¿sí?, fue un accidente.

Asiento y puedo sentir mis mejillas sonrojadas, ahora que lo veo mejor sus ojos son tan hermosos, son de un azul grisáceo claro y sus pupilas dilatadas los hacen resaltar más y sus pestañas, creo que tiene más que yo.

Se aclara la garganta e inmediatamente dejo de verlo, y me regaño mentalmente por mi intromisión. Agh eres tan tonta y torpe Zaila. ¿Qué pensaría papá?.

—Gracias, otra vez—digo con una pequeña sonrisa.

—No es nada— dice despreocupado, da un paso alejándose haciéndome sentir el frío aire, otra vez—, tengo que irme, espero que estés bien, bonita.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora