El domingo, cuando el reloj marca la una de la tarde, Jungkook llega a casa. Posa la mano en el pomo y, antes de girarlo, respira hondo. Sin embargo, no se topa con el aire lúgubre y solitario de siempre. Confundido, se quita los tenis y los guarda en el zapatero. Cuando se dispone a ir a su cuarto, advierte la presencia de su madre en el comedor. Finge no haberla visto y pasa de largo. Hasta que ella lo llama.
Jungkook se detiene y permanece quieto unos momentos, debatiéndose en si atender o no. Cuando vuelve a escuchar su nombre, decide ir. Su madre no es tan complicada como su padre.
Entra al comedor con cautela, toma asiento frente a ella y deja la mochila en la silla de al lado. Su madre no lo mira. Tiene la vista fija en sus manos entrelazadas sobre el cristal de la mesa. Lleva una elegante blusa verde y pantalones de talle alto. Sobre sus clavículas descansa una fina cadena dorada con un dije en forma de zorro. Detrás, por las ventanas abiertas de par en par, se cuelan suaves ráfagas de aire que mueven sus cabellos; los bajos de las cortinas también danzan con el viento.
Al verla, Jungkook recuerda las viejas fotos de su juventud. Cuando ella todavía no era la madre o la esposa de alguien.
Su madre exhala un largo suspiro, busca algo en su bolso y luego deja una pesada carpeta amarilla sobre la mesa.
—Revisalo —dice.
Jungkook toma la carpeta, la abre y examina las hojas. Su madre lo observa con los ojos entornados mientras tanto.
—Te lo adelanto. Voy a divorciarme.
Jungkook relee el contenido y lo confirma. Aunque le extraña, no le sorprende, ni mucho menos lo entristece. Sus padres jamás han sido muy cercanos. Mira a su madre para intentar descifrar lo que piensa, pero ella ha vuelto a mirar sus manos.
—Tu padre aún no lo sabe. Pero dentro de poco va a enterarse.
Jungkook cierra la carpeta y la empuja hacia su madre.
—¿Y por qué me lo dices a mi primero?
Su madre por fin lo mira. En el fondo de sus pupilas se atisba algo, como la brasa agonizante de una hoguera apagada.
—Necesitaba que tuvieras la primicia. Cuando el proceso se complete, me iré de aquí.
Jungkook ladea la cabeza.
—Tengo veinte, no tienes que preocuparte por la custodia.
Su madre niega rápidamente.
—No me refiero a eso. Es solo que...
Y su voz se apaga. Jungkook se limita a esperarla en silencio. Ella continúa observando sus manos; entrelaza los dedos, tamborilea en el cristal de la mesa con ellos. Una corriente de aire más fuerte que las demás entra por las ventanas y trae consigo el aroma de la hierba mojada por el rociador.
—¿Es solo qué? —la alienta Jungkook.
Ella abre los ojos en grande, como si se hubiera sorprendido. Luego se remueve en la sila.
—Tengo que confesarte algo, Jungkook. Sé que sonará muy duro, pero necesito decirlo. —Hace una pausa. Parece reunir valor—. Esta no es la vida que quería.
Jungkook asiente lentamente.
—Me doy cuenta.
Su madre aprieta los labios, pone las palmas contra la mesa, examina sus nudillos.
—En realidad... —Traga saliva—. Yo era una muchacha ingenua, ¿sí? —Permanece en silencio un segundo, como si hilara sus ideas—. Había cumplido diecinueve años en ese entonces y estaba hambrienta de todo lo que uno puede estar hambriento a esa edad: poder, éxito, esa clase de cosas. Estudiaba para ser maestra mientras trabajaba a medio tiempo para completar los gastos que mis padres no podían cubrir. Me dejaba la vida en el trabajo, en la universidad. Fue así hasta que el pequeño negocio de mi padre quebró, nos llenamos de deudas y mi esfuerzo se echó a perder. Entonces, conocí a tu padre. —Levanta la mirada, pero no ve a Jungkook. Observa un punto perdido en el espacio—. Estudiaba ingeniería, venía de una familia muy bien acomodada, era el primogénito y lo más importante: estaba interesado en mí. No lo dudé un segundo. Me casé en cuanto me lo propuso. —De pronto, ríe y niega con la cabeza—. Era una locura. Mis problemas se habían resuelto sin que yo hiciera nada. No tenía que volver a trabajar, ni preocuparme por el dinero.
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Oniros ; kth&jjk
FanficCuando Jungkook deseó salir de la cabina de estudio, se refería a ir a tomar una buena siesta. No pretendía acabar en un mundo metafísico con un extrovertido anfitrión y un gato con el nombre de una estrella pop. ************************************...