Jungkook se frota los ojos para acostumbrarse a la luz. Los tímidos rayos matutinos le pegan directo en la cara: ha olvidado cerrar la persiana antes de irse a dormir. El cielo luce tan azul que parece pintado al óleo. Algunas nubes flotan en su superficie, movidas apenas por el apacible viento. Las aves cantan bellas melodías. Es real, piensa mientras se incorpora en la cama. Es jodidamente real. Mira a su alrededor, perplejo. Todo está igual que la noche anterior. O eso cree, hasta que un destello en el escritorio llama su atención. Se acerca a él, lo toma entre sus manos y lo inspecciona, extrañado. Es un pequeño espejo. Le recuerda al que su madre lleva siempre en la bolsa para retocarse el maquillaje. El cristal está roto: una línea atraviesa la mitad del círculo. Le resulta curioso que sólo un lado esté lleno de franjas y el otro esté intacto.
Deja el espejo en su lugar y sale en busca de Taehyung. Al bajar las escaleras, lo encuentra sentado en uno de los sofás leyendo una novela. Su expresión refleja una inamovible concentración. Lleva una peculiar camisa de botones con bordados de flores en el pecho, un lazo azul marino amarrado con un nudo flojo, pantalones de vestir y relucientes zapatos de charol. Tiene el cabello peinado hacia atrás, a excepción de dos rebeldes mechones que le adornan la frente.
En la estufa, una gran olla se calienta encima de uno de los fogones. Una línea blanca de humo se eleva y se disipa antes de alcanzar el techo.
—Buenos días —lo saluda Jungkook.
Taehyung desvía la mirada del libro y lo mira un momento en silencio. Luego esboza una sonrisa.
—Así que estás de vuelta.
Jungkook hace un gesto afirmativo y toma asiento en el sofá contiguo.
—¿Qué cocinas?
—Sopa de tómate. —Taehyung chasquea los dedos: la cuchara de madera en la olla se mueve de un lado a otro—. Tenía ganas de una comida reconfortante.
Jungkook posa las manos sobre sus rodillas y juega con sus dedos.
—¿Cuánto ha pasado desde que me fui?
Taehyung ladea la cabeza, deja el libro a un lado y frunce los labios. Parece pensativo.
—Una noche, una semana, un mes..., no lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes?
—Ya te he dicho que todo aquí transcurre de forma distinta. ¿Recuerdas? En Oniros el tiempo no existe. En realidad, en tu mundo tampoco. Pero ese es otro tema... —Taehyung bosteza—. Los relojes no funcionan, no hay calendarios y yo no tengo noción del tiempo. Así que podría haber pasado una noche o un mes y yo no me daría cuenta.
Jungkook permanece callado sin saber qué responder. El olor a sopa inunda toda la casa. Taehyung apaga el fuego de un chasquido, se levanta y se dirige a la alacena.
—¿Desayunas? —pregunta mientras saca tres platos.
—Por favor.
Jungkook se sienta en el mismo lugar que la última vez que estuvo ahí. Espera en silencio mientras juega con sus manos.
—Siento que hay algo que quieres contarme —comenta Taehyung sin mirarlo, sirviendo la sopa con un cucharón.
Jungkook se queda perplejo al ser expuesto de esa manera. Taehyung deja los platos en la mesa, toma asiento en el medio y aparece un recipiente con sándwiches de queso.
—Me dio pereza cocinar los sándwiches, pero... —Taehyung hace abrir una gaveta y varias cucharas salen flotando hasta posarse en la superficie de madera—. En fin, ¿qué ibas a decirme?
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Oniros ; kth&jjk
Fiksi PenggemarCuando Jungkook deseó salir de la cabina de estudio, se refería a ir a tomar una buena siesta. No pretendía acabar en un mundo metafísico con un extrovertido anfitrión y un gato con el nombre de una estrella pop. ************************************...