8. Estrellas que brillan con intensidad.

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Cada tanto, los sábados, los padres de Jungkook lo llaman al comedor para hablar sobre sus calificaciones. Sin embargo, esta vez no hay una razón aparente para que lo citen. Aún no son las evaluaciones y tampoco se acerca algún evento importante.

Mientras se viste, Jungkook se pregunta qué es lo que sus padres quieren de él. Tiene el corazón desbocado, el cuerpo tenso. Hace un recuento de lo que ha hecho los últimos meses, pero no encuentra un posible motivo de reclamo.

Se lava la cara y se afeita los cortos vellos de la barbilla. Se da un vistazo en el espejo. Las ojeras lucen un tanto más marcadas debido a las noches de insomnio. Es culpa de Taehyung, se dice. Y nota que, al mencionar su nombre, el rostro se le ilumina. Sacude la cabeza para espabilarse de esos pensamientos.

Antes de bajar al segundo piso, inspira hondo. Luego baja las escaleras tratando de no hacer ruido.

Sus padres, al mismo tiempo, se giran a verlo cuando llega. Jungkook contiene el aliento. No parecen contentos. Su madre va bien arreglada, como ya es usual. Lleva un vestido camisón verde y tacones blancos, y de los lóbulos de las orejas penden unas perlas. El cabello se lo ha teñido de cobrizo recientemente. Los labios, pintados de rosa, están tan apretados que forman una línea recta. La expresión en su rostro parece albergar alguna clase de desconcierto.

Su padre viste un traje azul marino con corbata roja. Por la hora, Jungkook asume que se ha saltado el trabajo. Sus facciones, de por sí toscas, parecen aún más endurecidas. Pese a su aparente calma, el ceño fruncido lo delata.

—Acércate, Jungkook —le dice su madre con voz suave, como si quisiera aminorar lo que viene. Pero Jungkook sabe que no lo hace por amabilidad.

Sin otra opción, Jungkook toma asiento al lado de su padre. Un silencio sepulcral cae sobre la habitación, como si de pronto se hubiera llenado de tinieblas. Su madre saca una carpeta de su bolso, la deja sobre la mesa, la abre y le dedica una mirada cargada de tristeza a Jungkook.

Jungkook observa el contenido de la carpeta y siente que el corazón se le detiene.

—Esta mañana... —comienza a decir su padre. Habla como si estuviera reteniendo su enojo. Incluso se pellizca el entrecejo—. Esta mañana enviaron esto a mi oficina. Estaba ocupado, así que le pedí a mi secretaria que lo revisara. Cinco minutos después la tenía enfrente de mi escritorio, pálida hasta la médula. ¿La razón? Habían captado a mi hijo con la oveja negra de los Park. El paquete, además, adjuntaba una nota con un número de más de seis dígitos.

—Explica esto, Jungkook —añade su madre en voz baja.

Jungkook abre la boca para decir algo, pero ningún sonido sale. Inspira, espira. La mente se le nubla sin que pueda controlarlo. Escucha a su padre reclamarle a gritos. Luego una cachetada lo azota. Aún así, no logra formular una oración coherente. A sus oídos llega el sonido de su padre quitándose el cinturón. Lo inunda el olor a metal de la hebilla. Se cubre la cabeza con las manos. Inspira, espira.

—¡Déjalo, Sungjoo! —exclama su madre, horrorizada.

Otra cachetada. Pero esta vez no es para Jungkook.

—¡No vuelvas a levantarme la voz, mujer! ¡Acaso no ves que por tu culpa el muchacho es un maricon! ¡Lo volviste un afeminado!

Jungkook se queda quieto. Inspira, espira. Intenta distorsionar el sonido de los gritos, como si escuchara un idioma extranjero. Si permanece de esa manera, tal vez sus padres dejen de notar su presencia. Y si se vuelve invisible, quizá el tiempo pase más rápido.

Pero, contrario al plan, su padre le retira las manos bruscamente del rostro.

—Mírame cuando te hablo —demanda con sequedad. Lo toma de la camisa y lo obliga a verlo a los ojos—. Escúchame bien, muchacho inútil. Hemos sido buenos contigo. Has hecho lo que te ha venido en gana y hemos hecho oídos sordos a ello. Voy a arreglar esto, pero como vuelvas a causar un problema más..., escúchame bien, un solo problema más y vas a conocer lo que es vivir el infierno de verdad.

Oniros ; kth&jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora