Capítulo 5

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—¡Mierda! ¿¡Por qué tuve que decir todo eso!?

Sakura corría por su vida. Literalmente. El tigre no dejaba de perseguirla por muchas vueltas que dieran y ramas con las que se estrellara. El muy maldito parecía ser que no se cansaba, más sí parecía irritado. 

Sakura tenía una condición física muy buena. Había sido porrista durante sus años de secundaria y estaba en el club de gimnasia de la universidad. Su resistencia siempre fue superior a la de sus compañeras, por lo que podía correr sin parar por horas; y más aún si se trataba de supervivencia. El problema caía en sus heridas. Estas se habían abierto por el esfuerzo y el gran movimiento que estaba haciendo. Todavía no recordaba como se había hecho esas heridas, pero solo sabía que las tenía y que debía cuidarlas. Después de todo, los lugares eran esenciales, como lo son la cabeza, el brazo—el derecho, para ser más específicos—, su abdomen y su pierna. 

Bueno, ¿Qué áreas esenciales? tenía heridas en todo su cuerpo y todas dolían como el infierno.

Su pierna lastimada por la caída la hacía muy lenta, pero cada que sentía al licántropo cerca de ella aceleraba sin importarle el dolor. El animal era muy persistente, pero se notaba muy enfadado. Sakura le estaba dando demasiados problemas para cazarla. Era solo una humana, que, para más, está herida. Era un golpe en su orgullo el no atraparla.

—¡Ya no tienes escapatoria, humana!— Rugió el tigre mientras miraba como adelante se terminaba el camino.

Para poder seguir, Sakura necesitaba dar un gran salto. Uno enorme. Si tuviera bien su cuerpo, estaría segura de que lo realizaría sin ningún problema. En sus clases de gimnasia realizaba saltos más grandes. El problema es que no podía usar todas sus fuerzas por sus heridas. Comenzó a respirar fuertemente al ver como se acercaba cada vez más al final. 

Tenía que hacerlo o moriría a manos del tigre.

Observó una gran roca cerca de la orilla. Bien. La utilizaría para poder ganar altitud y no caer. Reunió coraje y fuerza para poder aumentar su velocidad; dejando al tigre atrás por unos segundos. Esos segundos le bastaron para poder desviarse hacia la roca, escalarla, tomar impulso y, seguidamente, dar el mayor salto de su vida. 

Temía no lograrlo, pero los dioses allá arriba la querían. Cayó justo en la orilla; resbalándose por unos momentos pero recomponiéndose al instante. Y para su suerte, cuando se alejó el área en la que cayó comenzó a derrumbarse; haciendo necesario un salto aún más largo para poder pasar. El tigre se detuvo en la orilla y observó fijamente a Sakura. La pelirrosa le devolvió la mirada y se estremeció al ver como le mostraba sus grandes fauces con enojo. Soltó un suspiro lleno de alivio, pero luego se quejó por el dolor de sus piernas.

—¡Maldito gato idiota!

Sakura intentó levantarse, pero era inútil. Ese salto la había dejado indefensa. Por suerte, ese maldito felino ya no la perseguía. Cerró sus ojos por unos momentos, pero los abrió con temor al escuchar el gran rugido de su perseguidor. 

El animal había retrocedido para tomar impulso y así poder saltar. Utilizó la misma ruta que usó Sakura y, cuando estuvo en el borde de la roca, dio un gran salto. Sakura se quiso levantar con desesperación, pero no pudo. El salto que el felino dio fue tal que logró llegar, aunque de igual forma, casi no lo lograba. De no ser por sus garras, habría caído al precipicio.

—¿Creíste que te escaparías, humana? Los de tu raza siempre son tan confiados e ingenuos. Por eso mueren tan fácil.

La respiración de Sakura se cortó por unos momentos. Sus ojos comenzaron a arderle y finas lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas. Tomó unas rocas que estaban en el suelo y las lanzó con la poca fuerza que tenía. El tigre solo las esquivaba o se reía internamente por las que ni siquiera cruzaban distancia alguna. 

Sangre DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora