Capítulo 8

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No fue buena idea el provocar al gato gigante. 

Cuando comenzó a estar más consciente, Sakura se arrepintió de todo lo que le dijo al maldito tigre. Sus heridas le ardían como el infierno. Ni siquiera el sentir de la sal en una cortada abierta se equiparaba a todo el dolor que sentía. Sus ojos no se abrían debido al peso de sus parpados. Tampoco es que quisiera abrirlos. Sabía que estaba viva, ¿pero en dónde mierda estaba? Le daba miedo el pensarlo.

Podría estar con la manada del tigre que la quiso desgarrar o podría estar con la manada del alfa agradable pero carnívoro, del cual estaba segura que en cualquier momento recordaría su dieta. O podría estar con personas normales que la ayudarían y le dirían que llevaba en coma dos semanas por un accidente y que nada de lo vivido era real.

Sí, rezaba con que fuera eso último.

Estaba acostada boca abajo sobre una cama muy suave. Su cara estaba apoyada en una almohada que la hacía sentir que estaba en las nubes. Abrió sus ojos con lentitud tras unos segundos; estaba dispuesta a saber su destino. No quería despegar su mejilla derecha de esa suavidad que la sacaba de la realidad, pero tenía que hacerlo. Con la poca fuerza que tenía, utilizó sus brazos y elevó una parte de su cuerpo; seguidamente, viró su cabeza y se encontró con una puerta negra con pomo dorado. 

No sabía que la manada de Naruto tuviera un lugar tan fino.

Las paredes eran de piedra pura y grisácea. Los cuadrados eran perfectos. Encajaban los unos con los otros sin alguna imperfección de por medio. Había una gran ventana, la cual estaba hecha de vidrio y cubierta por una cortina larga de color vino. Esta estaba amarrada de las puntas, por lo que podía observar como la luz del sol entraba sin pena alguna e iluminaba el cuarto. Había una estantería repleta de libros de diferentes colores, aunque todos eran de tonos fríos. Una pequeña mesa junto con una silla se encontraban ubicadas en una esquina donde no llegaba el sol.

La chica estaba impresionada por el lugar. Solo había visto este tipo de decoraciones en internet, y siempre eran de historias sobre la realeza en la época medieval. Aunque por la decoración, tendría que ser el cuarto de alguna mucama o inclusive esclavo.

Intentó sentarse, pero el ardor de sus heridas la hizo caer en la misma posición en la que estaba en un principio. Soltó un suspiro lleno de frustración. Cerró sus ojos y maldijo todas su heridas. 

Maldita sea la herida de su espalda, brazo izquierdo y cabeza. Cortesía del pendejo del tigre.

Maldita sea la herida de sus piernas. Cortesía de su caída y, de nuevo, el maldito tigre.

Maldita sea su herida del antebrazo derecho. Cortesía de no sabe qué o quien mierda, porque no lo recuerda.

Y por último, maldita sea la mordida grande y profunda que se encontraba entre sus pechos y tocaba la herida del tigre maldito. Cortesía de sepa quién mierda, porque tampoco lo recordaba.

Por Dios, ya tráiganle un sarcófago a la momia.

Tras varios minutos de quejas, Sakura retomó lo que se propuso segundos después de maldecir; levantarse y ver donde carajos estaba. Tras varios intentos y caídas, Sakura finalmente logró sentarse. Su espalda se enderezó por instinto y su cuerpo tembló ante el dolor. Se mordió el labio con algo de fuerza; cometiendo el error de no medirla y así haciendo sangrar su labio un poco.

Oh, genial. Otra área para curar.

Inhaló y exhaló repetidas veces antes de levantarse de la cama. Se tambaleó varias veces, pero logró mantenerse en pie. Cuando se estabilizó dio un paso, pero justo después de eso, las cortinas se cerraron mágicamente; dejando la habitación un poco oscura. La pelirrosa se asustó y se tambaleó un poco. 

Sangre DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora