4. Helicóptero

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Tres semanas pasaron desde que despedí a Michiru y la verdad me sentía más tranquilo. Ya no tenía qué hacer como que no pasaba nada y evadir sus insinuaciones, aunque desde ese día, mi teléfono celular estaba invadido de llamadas que provenían de números desconocidos para mí. Nunca respondí a ninguna de ellas pues tenía la certeza de que se trataba de ella y francamente no me interesaba lo que pudiera decir.

Llegó el día de nuestro aniversario número veintiuno y, como cada año, llevé a Serena a cenar a nuestro restaurante favorito. El lugar en cuestión tenía música en vivo, por lo que la velada en compañía de ella fue de lo más amena y agradable. Llámenme paranoico pero desde algunos días antes comencé a sentirme vigilado, pero por más que intente descubrir si mis sospechas eran ciertas, no logré comprobar nada por lo que me relajé un poco.

Cuál fue mi sorpresa cuando al salir del establecimiento, cerca de la medianoche, una motocicleta con dos sujetos se acercó a nosotros mientras esperábamos a que el chico del valet parking trajera nuestro auto.

—Darien Chiba, si no eres mío no serás de nadie— de manera sorpresiva, Michiru era uno de los sujetos que montaban la motocicleta. De forma hábil, ella tomó un arma de su chaqueta y la dirigió hacia mí.

—Michiru, baja esa arma, por favor— le dije elevando las manos y esperando que hiciera lo que le pedía.

—¿Cómo te atreviste a rechazarme? Pagarás caro por la humillación que me has hecho— hablo ella sin dejar de apuntarme.

—¡Por favor! ¡No me hagas daño! ¡Tú no eres así!— le imploré mientras Serena observaba atónita toda la escena, justo a mi lado.

—¡No seas ridículo! No es a ti a quien quiero fuera de esto— y entonces un trío de detonaciones se escucharon por todo lo ancho de la calle y la motocicleta arrancó perdiéndose en la oscuridad de la noche.

—¡Noooooo! ¡Serenaaaaa! ¡Llamen a emergencias!— mis gritos fuertes y desgarradores salieron de mi garganta al ver a mi esposa herida de bala sobre el suelo.

—Da… rien…— ella intentó hablar tan pronto como la sujeté en brazos.

—No hables. Guarda tus energías. Te aseguro que vas a estar bien— le dije sin poder contener las lágrimas que salían de mis ojos.

Por fortuna los servicios de emergencias no tardaron en llegar, pero debido a lo lejano que se encontraba el hospital de la ciudad y el grave estado de Serena, tuvimos que usar un HELICÓPTERO que nos llevó hasta el lugar en donde ella sería atendida.

Sin más que hacer, ella fue recibida e ingresada a urgencias para ser sometida a una cirugía, mientras yo sólo me quedé en la sala de espera con la impaciencia de no saber lo que pasaba allá adentro con mi esposa debatiéndose entre la vida y la muerte.

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A pesar de los años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora