9. Hospital

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Un mes después. 

Finalmente me encontraba aquí, al pie del altar, tal y como lo había hecho hace veinticinco años. Tanto mi esposa como yo rondábamos las cincuenta y tres primaveras, pero los nervios de ambos eran tal y como los habíamos sentido en nuestra juventud. 

No pude evitar impacientarme ante la espera de que apareciera la novia por la puerta del recinto. Lo único que había cambiado un poco era que en esta ocasión, nuestros padres ya no estaban con nosotros, pero en su lugar, tenía a mis hijas a mi lado, y Nicolas sería quien llevara a la novia para hacerme entrega de ella. 

Unos minutos más pasaron ante las risas de mis hijas al verme como un loco adolescente nervioso, hasta que por fin apareció la mujer de mi vida. Aquella que, a pesar de los años, seguía esperando en mi una y mil sensaciones. 

En verdad era hermosa. En esta ocasión no lucía el ostentoso vestido de nuestra primera boda, pero el conjunto en blanco marfil que llevaba la hacía lucir magnífica. 

Nicolas puso la mano de mi esposa sobre la mía, y nuestra pequeña familia que recién crecía se colocó entre los asistentes a la ceremonia. Debo aclarar que no queríamos algo tan grande, pero sí qué fuera significativo, por lo que solo unos cuantos de nuestras amistades más cercanas nos acompañaron.

La ceremonia comenzó y después de unos minutos, fue el turno de reafirmar nuestros votos, y la que comenzó fue Serena. 

—Darien, quiero que sepas que a veinticinco años de haber aceptado ser tu esposa, sigo siendo muy feliz. En esta ocasión, reafirmo lo que una vez te prometí aquí mismo y te elijo de nuevo, una y mil veces más— ante sus palabras todos los presentes comenzaron a aplaudir. 

—Serena. Quiero que sepas que en un inicio todos dudaron de que nuestra inmadurez nos permitiera llevar un matrimonio feliz y, por fortuna, todos se equivocaron. Has hecho de mi vida la mejor de las aventuras, y si me lo preguntaran un millón de veces, las mismas te volvería a proponer que fueras mi esposa. No sabes como sufrí al verte en el HOSPITAL hace cinco años y saber que casi te perdía. Por eso es necesario valorar todos nuestros momentos juntos y disfrutarlo al máximo, pues no sabemos cuando será el día que el destino decida separarnos. Te amo y siempre te amaré. 

Ambos colocamos nuestras argollas en el dedo del otro y, cuando se nos dio la libertad de hacerlo, nos unimos en un beso lleno de amor que de inmediato fue celebrado con abrazos, aplausos y los mejores deseos por todos los que amablemente habían decidido ser participes de nuestra alegría.

En verdad eramos felices, a pesar de los años. 

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Aun me falta una palabra para completar este reto de diez días. Fue un poco complicado irle dando forma a la historia enlazando la palabra que cada día se nos daba pero hice mi mejor esfuerzo. Gracias a todos por leer y ojalá que les haya gustado mi improvisación.

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A pesar de los años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora