Introducción

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La tormenta rugía, furiosa. Los vientos se arremolinaban con fuerza mientras los relámpagos iluminaban el cielo, casi sin tregua. Los árboles se sacudían, frenéticos, bajo su influencia y cada animal se escondía, asustado, buscando refugio. Si bien los temporales no eran atípicos en zonas remotas y poco pobladas, este en particular parecía querer arrasar con todo a su paso. La naturaleza había soportado demasiado durante años por culpa del hombre y era evidente que acababa de decidir cobrarse la deuda.

Junto a sus padres, viajaba de regreso a la ciudad luego de haber pasado con ellos dos increíbles semanas en una pequeña cabaña frente al lago. Deberían haber vuelto esa mañana, pero optaron por quedarse para que ella pudiese disfrutar un día más, antes de que las clases comenzaran de nuevo.

Medio dormida en el asiento trasero, se sobresaltó cuando ocurrió el primer estallido. Un rayo desgarró bruscamente el firmamento mientras el viento los golpeaba con fuerza. Entonces, una extraña y densa neblina los rodeó de repente, al tiempo que la lluvia comenzó a caer sobre ellos.

Nada más abrir los ojos, vio la sorpresa y la alarma en el rostro de su padre. El pronóstico del tiempo no había anunciado tormenta. Por el contrario, había advertido sobre una ola de extremo calor que permanecería por varios días. ¿De dónde salió semejante aguacero? Preocupada, miró hacia atrás justo a tiempo para ver la alta columna de viento que se alzaba, en espiral, con asombrosa velocidad. Jamás había visto un tornado antes, ya que no eran comunes allí. ¡¿Qué estaba pasando?!

Gritó cuando, de pronto, el vidrio a su lado estalló en pedazos. Por reflejo, se cubrió la cara con ambos brazos, sintiendo en el acto como los minúsculos cristales le perforaban la piel. Alrededor del vehículo, todo tipo de objetos volaba en círculos, algunos chocando contra ellos, amenazando con sacarlos del camino. Cuando volvió a mirar hacia adelante, vio como su padre maniobraba con dificultad, avanzando a través de los múltiples obstáculos que aparecían de imprevisto. El tornado finalmente los había alcanzado.

A partir de ese momento, todo sucedió demasiado rápido. Una violenta ráfaga los empujó desde el costado, levantándolos al instante unos centímetros por encima del piso. Inmediatamente después, un árbol, con sus raíces a la vista, los golpeó desde el otro extremo, provocando que el auto comenzara a dar trompos, y chocara, una y otra vez, contra el asfalto.

Como se había quitado el cinturón de seguridad para poder ir acostada a lo largo del asiento trasero, su cuerpo saltó con cada vuelta, recibiendo múltiples golpes en todos lados. Finalmente, como si lo sucedido no hubiera sido suficiente, el violento ciclón los rozó de nuevo y los lanzó por el aire, una vez más.

En el último giro antes de que se detuviesen, fue arrastrada hacia afuera por la repentina succión y arrojada lejos del vehículo hasta caer sobre el asfalto, varios metros más adelante.

Aturdida y mareada, abrió los ojos. Los oídos le pitaban, tenía frío y le costaba respirar, pero para su sorpresa, no sentía dolor alguno. Dispuesta a ir en búsqueda de sus padres, quienes debían estar aún en el auto, tal vez incluso atrapados dentro, intentó levantarse. Sin embargo, no fue capaz de moverse.

—Mamá... —gritó, pero su voz era apenas un susurro tembloroso.

Su respiración se había vuelto pesada y un extraño silbido acompañaba cada inhalación.

Lo intentó de nuevo y un acceso de tos se lo impidió. Solo entonces, advirtió la gruesa rama que tenía incrustada en medio del abdomen. No era médica, pero no tenía que serlo para saber que nadie sobrevivía a una herida de esa índole.

Las lágrimas empañaron sus ojos al tiempo que los temblores comenzaron. Se estaba desangrando. Tenía tan solo trece años y se estaba muriendo. Sus padres probablemente ya lo estaban —de lo contrario, habrían acudido a su lado—, y ella no tardaría en seguirlos. Iba a morir pronto y lo haría sola en el medio de la nada, como un animal atropellado y olvidado en la banquina.

Derrotada, recurriendo a sus últimas fuerzas, giró la cabeza hacia el costado y elevó el mentón para poder mirar hacia cielo. La tormenta continuaba, furiosa, implacable. No obstante, ya no estaba sobre ella. Más adelante, el viento se enroscaba con violencia formando un círculo grueso, alto y demoledor que avanzaba sin piedad mientras los rayos se extendían a lo alto como pinceladas brillantes y erráticas sobre un oscuro lienzo.

De pronto, en medio de la caótica tormenta, divisó a una magnífica figura que se alzaba, imponente y majestuosa, con los brazos extendidos hacia el firmamento. Parecía un ángel, aunque sus alas eran negras. Hipnotizada, lo observó trazar dibujos en el aire mientras la naturaleza parecía responderle con cada orden de sus manos. Era una imagen absolutamente bella y a la vez aterradora.

Abstraída por la hermosa visión que, sin duda, no era más que un engaño de su propia mente para ahuyentar el pánico, centró toda su atención en él. Estaba segura de que no era real, pero tampoco importaba ya. Estaba malherida y demasiado cansada. Flotaba a la deriva y todo a su alrededor daba vueltas, excepto aquel ángel caído. Se estaba yendo, podía sentirlo. No faltaba mucho para que todo por fin terminara.

Entonces, lo vio detener sus movimientos de golpe y voltear hacia ella. Incluso a esa gran distancia que los separaba, sus ojos la encontraron con asombrosa rapidez. A continuación, sintió que una suave brisa la envolvía de forma protectora, trayendo consigo el susurro de una profunda y serena voz.

Podía oír las sirenas a lo lejos, aproximándose. La ayuda venía en camino. Sin embargo, no llegarían a tiempo. Una vez más, miró hacia el lugar donde había visto al misterioso ángel, en búsqueda de consuelo. No obstante, él ya no estaba allí.

Dispuesta a darle la bienvenida a la muerte, cerró los ojos. Justo antes de que sus párpados cayeran, contempló una brillante luz dorada que rodeaba su cuerpo mientras experimentaba la más absoluta calma en su interior. Exhaló lentamente. Había llegado la hora de dejarse ir.

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¡Hasta el próximo capítulo! ❤

Su ángel caídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora