Capítulo 5

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Jeremías estaba listo para la pelea, lo había estado desde hacía un largo tiempo. Habían sido meses y meses de búsqueda y frustración, de tener que lidiar con la ira y la violencia natural que brotaba de su ser cada vez que se topaba con algún seguidor perteneciente al movimiento aniquilador. Estaba harto de seguir pista tras pista, cual migas de pan, en un intento por encontrar a su líder y finalmente matarlo. El que lo hubiesen emboscado, lejos de preocuparlo, lo entusiasmaba. Al fin y al cabo, le habían ahorrado el trabajo de tener que seguir buscándolos.

Inspiró profundo, sintiendo cada fina hebra de olor que sus enemigos desprendían, incluso, bajo la protección del mago. "Idiota", volvió a murmurar y contuvo una sonrisa. ¡Como si tuviesen alguna posibilidad! Estaban usando símbolos de Tierra, trazados con la intención de que los elementos los envolvieran y cubriesen sus rastros. Pero él era parte de ella y podía percibir la alteración en el aire de la misma forma en la que sentía el viento sobre su piel. ¿De verdad creían que podrían engañarlo?

Deteniéndose a mitad de la ruta, giró la palma de su mano para que quedase mirando hacia arriba y con un giro de su dedo, provocó que la electricidad se ramificara en el cielo y este resplandeciera varias veces por encima de ellos. Estaban tardando demasiado en actuar y comenzaba a perder la paciencia. Tenía demasiada energía acumulada y necesitaba deshacerse de ella cuanto antes.

Si bien no podía precisar cuántos eran, sabía que lo sobrepasaban en número, No obstante, estaba más que preparado para hacerles frente en cuanto la endeble barrera del hechicero se derrumbara del todo.

—¿De verdad creíste que no me daría cuenta de tu presencia? —provocó, un tanto divertido.

Tampoco era que se creyera invencible y de momento, nunca había cometido el error de subestimar a sus rivales, pero de verdad que esto comenzaba a rayar lo absurdo.

Por lo que podía percibir, solo tenían a un mago con ellos. El resto serían guerreros. Valientes y aterradores, sin duda, pero muy por debajo de su categoría. Desde pequeño había entrenado para luchar cuerpo a cuerpo al mismo tiempo que utilizaba sus poderes. Su padre había sido muy determinante en cuanto a lo que esperaba de él y jamás lo había decepcionado.

El viento se agitó en respuesta a sus pensamientos y tomó una profunda inhalación para serenarse. Pensar en Samael siempre tenía ese efecto en él. El líder del imperio oscuro había sido cualquier cosa menos un padre con sus tres hijos. Lo único que le interesaba era tener sus poderes a su entera disposición y había sido tal su ambición, su necesidad de poder, que abusó de féminas ángeles para conseguir ejemplares superiores, capaces de acabar con sus enemigos. ¿Qué pensaría de ellos ahora que ya no podía controlarlos?

"Primero lo primero", se dijo a sí mismo, regresando al presente. Ya tendría tiempo para dedicarle a su padre. Ahora debía hacerse cargo de la situación más urgente que tenía entre manos: un maldito grupo de demonios, capaces de hacer cualquier cosa con tal de conseguir la total soberanía sobre los humanos, para lo que, por supuesto, necesitaban destruir a la rebelión, comenzando por su líder. Sí, bueno, eso no iba a pasar.

Respiró hondo una vez más. Comenzaba a aburrirse y eso no era nada bueno. Necesitaba sacarles información que lo condujera más cerca del General, quien estaba convencido de que era la cabeza del movimiento aniquilador. Sin él, los seguidores se dispersarían y ya no serían una amenaza para los humanos, mucho menos para sus hermanos, tanto alados, como de sangre. Tenía que mantenerse en calma y ser preciso en sus ataques. Solo cuando consiguiera lo que precisaba, acabaría con ellos y regresaría a la cabaña. Intentaría dormir, aunque fuese algunas horas, antes de seguir cazando.

Estaba por hablar otra vez cuando un dulce aroma lo alcanzó de lleno, colmando por completo sus fosas nasales. Todos sus músculos se tensaron en respuesta y su corazón comenzó a latir, desbocado, contra su pecho. Frunció el ceño, confundido, no solo por la reacción de su cuerpo, sino también por lo que acababa de descubrir. Junto a los demonios escondidos entre los árboles había una mujer.

Su ángel caídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora