Capítulo 3

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A través de la ventana de la aislada cabaña en la que solía refugiarse cuando necesitaba pasar tiempo a solas, Jeremías observaba la copiosa lluvia que caía en el exterior. Esta vez nada tenía que ver con sus poderes y todo con la naturaleza propiamente dicha. No obstante, debía reconocer que dicho clima combinaba a la perfección con su oscuro estado de ánimo. Le gustaba especialmente contemplar las gruesas y pesadas gotas salpicar de forma constante la superficie del lago que había frente a la rudimentaria vivienda de la cual sus hermanos no tenían conocimiento alguno.

El disonante repiqueteo sobre el techo a dos aguas de tejas rojizas junto al vibrante silbido del viento se alzaba por encima del silencio que por lo general imperaba en aquel lugar tan aislado. Curiosamente, lo encontraba de lo más reconfortante, ya que, de algún modo, ahuyentaba la inmensa soledad que experimentaba por dentro. Sin duda, podía decir que era algo muy positivo. Cualquier cosa que lo mantuviera alejado de sus sentimientos era más que bienvenida. Las emociones, por lógica, se encontraban del lado opuesto a la quietud mental, lo que, en su caso, era un pasaje directo a la pérdida de control.

Pero Jeremías no podía permitírselo. Hacerlo, solo lo conduciría a un camino escarpado que podía poner en grave peligro a quienes estuvieran cerca de él. Por eso, procuraba siempre mantenerse ocupado, ya fuese cazando sádicos demonios o simplemente humanos con mentes enfermas y almas podridas, incapaces de rehabilitarse. Y por supuesto, el resultado era el mismo en cada maldita oportunidad. Violencia, muerte y desolación. Así era imposible librarse de la oscuridad.

No obstante, había veces que la carga era demasiado pesada, incluso para él, y entonces necesitaba tomarse un respiro y alejarse de todo. Quizás debido a eso fue que nunca les habló a sus hermanos respecto a la existencia de dicha cabaña. Aunque, para ser honesto, dudaba de que Ezequiel no lo supiera ya. Su capacidad para percibir las emociones y los pensamientos suprimía cualquier intento por su parte de tener privacidad. Aun así, jamás le preguntó al respecto, consciente de que se cerraría en banda si se sentía acorralado o presionado de algún modo. Lo conocía demasiado bien como para cometer un error así.

A pesar de que se trataba de una propiedad bastante vieja, los dueños anteriores la habían cuidado bien, refaccionándola con el correr de los años y decorándola con un estilo moderno y elegante. No era que a él le importara demasiado, la verdad, pero contar con energía solar y generador era cómodo y práctico. Por otro lado, se encontraba en medio del bosque en una parcela con playa en lago. La había elegido justamente por encontrarse tan aislada y rodeada de verde.

Debido a su íntima conexión con la naturaleza, precisaba sentirla a su alrededor con frecuencia, así como esta lo necesitaba a él. La energía no era estática, sino que fluía en ambas direcciones, volviéndolos imprescindibles el uno para el otro. Solo allí se sentía cien por ciento libre. Era su refugio, su lugar seguro, donde podía hacer lo que le diera la gana, cuando y como lo quisiera. No tenía que preocuparse por actuar de cierta manera o decir lo correcto frente a otras personas porque no había nadie alrededor que saliera herido si se relajaba más de lo conveniente. Y los símbolos que lo ocultaban lo mantenían protegido también a él.

Era de lo más agotador tener que estar todo el tiempo en control. Sus emociones eran mucho más intensas de lo que siempre dejaba entrever a sus hermanos y requería de toda su disciplina para mantenerlas a raya. La cabaña le brindaba una pequeña válvula de escape que le permitía liberar la energía acumulada de forma segura. Bueno, al menos más segura que sufrir una repentina explosión de poder con efecto directo en el clima y en la Tierra. Ya había tenido una horrible experiencia antes y no tenía intenciones de repetirla.

Se estremeció ante el recuerdo. En aquella oportunidad, habían estado persiguiendo durante días a un grupo de demonios extremadamente peligrosos y con habilidades similares a las suyas. Se trataba de dos hechiceros jóvenes y poderosos, ambos guerreros letales, dispuestos a hacer lo que fuese para demostrar su valía ante los demás. Pero eso lo supieron después, cuando todo acabó y pudieron interrogar —por no decir torturar cruelmente hasta la muerte— al único sobreviviente del devastador enfrentamiento.

Su ángel caídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora