16: Milagros de un Mago

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Ya había amanecido y los rayos del sol se asomaban por las pequeñas rendijas de la sala, mientras que todos ponían su empeño para que esas cosas no derribaran la puerta. El rey caminaba de un lado a otro, pensando en sus alternativas, que no eran muchas, la idea de rendirse era la que más creía apropiada, dadas las circunstancias.
La castaña estaba tratando de levantar un banco para poner de contención en la puerta pero era, definitivamente, muy pesado para ella. El pelinegro se acerco a ella con intención de ayudarla.

—Déjame ayudarte, linda. —Eva dirigió su mirada al contrario negando con la cabeza mientras se alejaba un poco.

—No necesito tu ayuda. -una risa burlona escapo de los labios contrarios.

—No seas terca déjame ayudarte. -Intento tomar el banco pero la castaña se lo impidió.

—Legolas! -el rubio giro en dirección a Eva y al ver con quien se encontraba dejo rápidamente de hacer lo que estaba haciendo y se acerco a ellos. —Ayúdame con esto por favor. -tomo la banca de un lado y el del otro y empezaron a caminar a la puerta mientras dejaban solo a cierto príncipe quien tenso su mandíbula y miró con odio el elfo. Odiaba que fuera el quien tuviera la atención de la chica. Odiaba sentir que por el, ella ya no quería estar con él. Odiaba el simple hecho de que el elfo estuviera en esa sala. Odia que el estuviera aún con vida y no en el montón de elfos muertos que estaban afuera. Y pues así es, el corazón de John estaba tan podrido que lo único que hacía era causar mal y desgracia en la vida de las personas. Y esta vez no sería la excepción, pero todo a su tiempo, ya llegará el momento indicado para poder jugar sus cartas.

Las puertas empezaban a seder y los gritos desesperados de todos se empezaban a hacer más intensos poniendo nerviosos a todos allí.

—No hay otra forma de que las mujeres y los niños salgan de las cuevas? -Aragorn trataba de mantener calmada a la gente.

—Existe un pasaje, que lleva a las montañas. -el guardia del rey ha lo mientras que Aragorn se interesaba en el tema. —Pero no llegarán muy lejos los Uruk-Hai son muchos.

—Que todos ellos partan a las montañas. -el rey hablo haciendo que Aragorn detuviera su paso, lamento todas las muertes y empezó a quejarse de todo el odio que existía.

—Salga conmigo. -Theoden observo al castaño. —Por Rohan, por su pueblo.

Eva estaba con Legolas tratando de sostener la puerta.

—La luz del sol, vigilar el este. -la chica susurro las palabras que había recordado del mago captando la atención de Legola que también pudo recordarlas. Todos empezaron a montar sus caballos mientras se posicionaban frente a la puerta que ya empezaba a seder. La mano de Eva se estiro tratando de alcanzar la del rubio quien hizo lo mismo y las entrelazaron dando un fuerte apretón. El cuerno sonó al mismo tiempo que la puerta caía y las bestias entraban.

—Por nuestro reino! -todos siguieron al rey mientras desenvainaban sus espadas matando a todos esos orcos que se interponian en el camino.

Esas cosas se abrían paso al ver como los caballos se aproximaban a ellos. De igual forma igual trataban de encontrar la manera de liquidarlos pero para la suerte de todos, se les hacia casi imposible.

La mirada de los orcos se desvío y empezaron a marchar hacia el lado contrario confundiendo a todos quienes miraron en la misma dirección observando al mago sobre la colina.

—Gandalf. -El mago empezó a correr junto a sombragris colina abajo mientras detrás de el cabalgaban los antes exiliados jinetes de Rohan.

Los Rohirrim arrasaron con los orcos que quedaban dando por fin una gran victoria que fue celebrada por todos quienes se abrazaban y festejaban. Los jinetes se acercaron a su rey mientras se inclinaban y volvían a festejar la victoria con el.

No podía faltar tampoco la linda pareja, que en ese instante se encontraba separada, quienes también festejaron la gran victoria.

—Legolas! -el rubio apareció entre todos esos jinetes con su resplandor tan característico de él mientras corría en dirección a la castaña. La tomó entre sus brazos abrazándola mientras está reía. Se besaron de una manera tan dulce y con tantos sentimientos que simplemente ese momento fue tan único y especial para ellos.

—Tuvimos la victoria! -el enano los abrazo mientras que estos no dudaron el corresponderle. Esos eran los grandes milagros que los magos, o bueno este mago, podía hacer.

Todos empezaban a ordenar el gran desastre que había causado la batalla. Eva se reunió con su hermano y hablaron de varias cosas, hasta que llegó la rubia que no le simpatizaba mucho a la castaña por las intenciones que tenía con si embargo por lo decidió irse con Gimli quien estaba sentado sobre unos orcos fumando su pipa. A los segundos después llegó Legolas caminando muy presumido hacia ambos.

—Mi cuenta total. -acaricio su arco mientras hablaba con arrogancia, Eva se contenía la risa. –42.

—¿42? Nada mal para un orejudo príncipe elfo. -Legolas lo observo. —En cambio yo me senté sobre el 43. -alardeo mientras metía su pipa a la boca. De un rápido movimiento Legolas había puesto una flecha debajo de Gimli quien se alarmó por su acto.

—43 -la cara de el enano fue un monumento al escuchar las palabras del rubio.

—Yo lo degolle.

—Se retorcio. -Legolas lo miraba con obviedad.

—Se retuerce porque tengo mi hacha enterrada en su sistema nervioso! -movió la hacha de un lado a otro mientras Evangeline no pudo contener la risa y se rió de ambos mientras estos la miraban confundidos.

—Lamento informarles Caballeros, que esta bella dama, y herida por cierto -mostró su brazo vendado. —Les ganó con un total de 45. -la cara de los dos se desconfiguro y el enano se levantó botando su pipa.

—Esto es inaceptable! -aunque encontró el modo de molestar al elfo. —Una pequeña y tierna mujer te gano orejas puntiagudas. Acabo de ver tu ego y créeme que esta muy aplastado en el suelo. -Gimli se levantó mientras se reía.

—Que premio quiere mi señora al haber ganado? -sin siquiera decir algo ella enrredo las manos en el cuello del elfo quien entendió las intenciones de la mujer posicionando ahora el las manos en la cintura de la chica. Sus labios eran amantes de esa danza que se formaba al estar juntos y querían que ese momento jamás acabase.

—No hay mejor regalo que recibir tus labios después de una batalla. -el rubio sonrio y sus ojos desprendían un brillo tan intenso al mirar a la oji-azul frente a el. Estaba enamorado, y eso era algo tan emocionante y nuevo para el, que mentiría si dijera que no estaba asustado. —Me acompañas adentro?debo cambiarme el vendaje antes de que se me infecte. -Legolas asintió y ambos caminaron de la mano dentro de lo que quedaba de fortaleza para ella ser atendida.

Estaban felices por esta victoria, pero sabían que no sería la última batalla que debían enfrentar, eso ya lo tenían claro...

Estaban felices por esta victoria, pero sabían que no sería la última batalla que debían enfrentar, eso ya lo tenían claro

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𝘓𝘜𝘡 𝘋𝘌 𝘔𝘐 𝘝𝘐𝘋𝘈  ~  𝘓𝘦𝘨𝘰𝘭𝘢𝘴 𝘎𝘳𝘦𝘦𝘯𝘭𝘦𝘢𝘧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora