4-OLIVIA

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Era increíble lo mucho que las cosas podían cambiar en cuestión de meses.
Pero más increíble eran las ganas que yo tenía de retorcerle el cuello al hombre que actuaba como si yo no estuviera a pocos metros de él.
Y no me refería a sólo en este momento.
Todos los días de lo que iba del año.
―Mark.
El hombre ante mí levantó la cabeza de lo que sea que estuviera viendo en la pantalla de su computador y me miró con sorpresa.
Llevaba varios minutos apoyada en la puerta de su oficina y pude ver en más de una ocasión como sus ojos se desviaban en mi dirección, así que dudaba que no supiera de mi presencia.
―Hey. No sabía que estabas ahí, Olivia.
Respiré profundamente y mentalmente conté hasta cinco, obligándome a dejar pasar su comentario.
Me negaba a seguir el patrón de lo que se había convertido nuestro matrimonio en el último año. Nos merecíamos más que eso.
Yo me merecía más que eso.
―¿Qué haces aquí? Debemos estar en el aeropuerto en menos de una hora.
―Hmm, sí. Con respecto a eso… No creo que pueda ir.
Lo miré por largos segundos intentando comprender lo que sus palabras produjeron en mi interior.
Ira, dolor, confusión.
Pero por encima de todo, decepción.
Era increíble que esto me estuviera pasando.
Y con el hombre que había amado desde que era una niña.
―Bien ―asentí lentamente antes de despegarme del marco de la puerta―. Espero que tus cosas no estén en casa cuando los niños y yo regresemos de vacaciones.
―¿Qué?
Los ojos de mi esposo se abrieron como platos antes de levantarse de golpe del escritorio.
―Olivia…
―No ―lo corté, el acero en mi voz hizo que su boca se cerrara al instante―. Me niego a seguir de esta manera. Estoy harta de esta estupidez. Estoy harta de ti, Mark. Me has obligado a hacer algo que no quería. Pero no voy a estar en donde me traten mal.
―No te he tratado mal, Olivia ―respondió él rápidamente.
―¡Me has ignorado que es igual! ―exclamé furiosa― ¿Crees que tu distancia no me lastima, Mark? Lo único que hacemos es pelear y no sé por qué. Te niegas a hablar conmigo. No sé qué demonios ocurre en tu cabeza. Y lo peor es que todos a nuestro alrededor lo notan. Los niños lo han notado. Y es lo que más me duele. Ellos no tienen la culpa de tu idiotez.
―No me voy a ir de la casa, Olivia.
―Entonces quédate con tu puta casa ―escupí con odio al ver que ignoraba mis palabras―. Mis hijos y yo encontraremos algo mucho mejor. Eso es lo que consigues con tu indiferencia. El divorcio.
Me obligué a mantener mi distancia cuando la cara de Mark perdió por completo el color y se dejó caer de nuevo en su silla.
―Igual no importa, Mark ―murmuré, sintiendo como mi garganta se cerraba al intentar retener mis próximas palabras―. Esta iba a ser tu última oportunidad. Pero ya entiendo que no necesitas más. Sólo era yo intentando recuperar lo que una vez tuvimos.
―Olivia, por favor…
―Hablaré con Matt una vez esté en el aeropuerto ―lo interrumpí, girándome para salir de su puta oficina―. No puedo creer que tuve que venir a buscarte en tu trabajo un fin de semana para recordarte nuestro viaje. Así que vete a la mierda, Marcus Sanders.
Salí rápidamente de la habitación, dejando atrás no sólo al amor de mi vida, también dejaba cada uno de los hermosos momentos que había pasado a su lado.
Sequé con rabia la lágrima que escapó de mi ojo. Me negaba a derrumbarme ahora.
Me negaba a derrumbarme por los siguientes catorce días.
Ya habría tiempo para el dolor y la pena una vez regresara.
Ahora debía enfocarme en mis hijos y en cómo haría para dividirme en cinco y no morir en el intento en nuestras primeras vacaciones sin su padre.
Dios, eso sonaba horrible, pero no continuaría en donde no era deseada.

Hombres De Manhattan, Un Crucero De LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora