3- HELENA

20 4 2
                                    

―Te amo, Sarah.


Sonreí con amor al escuchar a mi bebé de casi dos años decir esas dulces palabras contra mi barriga abultada.


Bueno, creo que eso es lo que trató de decir. Era difícil comprender las cosas que un niño a esa edad balbuceaba.


Pero supuse que era lo que decía porque copiaba en todo a su padre.


―¿Ya quieres conocer a tu hermanita, Matteo?


―Si ―asintió mi hijo con su tierna voz antes de dejar un beso sobre mi ombligo―. Mucho.


Justo entonces, la puerta del baño se abrió y como siempre que veía a mi esposo, se me olvidó cómo respirar.


¿Y si apenas llevaba un par de boxers negros que no dejaban mucho a la imaginación? ¿Para qué respirar?


-Papi.


―Hola, bebé ―la cara de Chris se iluminó cuando Matteo alzó los brazos en su dirección para ser cargado, cosa que mi esposo hizo enseguida―. ¿Dormiste bien?


―Si ―respondió Matteo, riendo cuando Chris besó su mejilla―. Sarah, papi. Sarah.


―¿Saludamos a Sarah, Matty?


Me acomodé contra las almohadas, sin molestarme en bajar la camiseta con la que dormía y mi corazón casi explota de ternura cuando mis dos hombres se arrodillaron en la cama y comenzaron a dejar besos en mi barriga, haciéndome reír cuando Matteo resoplaba contra mi piel para luego soltar sonoras carcajadas.


―Te amo, Sarah ―murmuró Chris unos minutos después, dejando caer un último beso en mi estómago antes de acostarse a mi lado―. Buenos días, cielo. ¿Cómo te sientes hoy?


―Deseando que ya sean las doce ―contesté, cerrando los ojos para disfrutar el placer que me generó el suave beso que Chris dejó en mis labios―. Catorce días viajando en un barco por todo el caribe sin tener que arreglar juguetes o lavar ropa. ¿Te imaginas, nene? Esas sí son unas verdaderas vacaciones.


―¿Estás segura que quieres hacer este viaje? ―inquirió mi esposo con sarcasmo, haciéndome sonreír― No estoy muy seguro todavía.


―¿Qué hay de ti? ―pregunté yo, acariciando su pecho mientras observaba a Matteo por encima de su hombro jugando con el cabello de Chris― Sé que odias venir a la ciudad, pero debo apuntar que tú aceptaste ir a Miami con el resto del grupo en vez de llegar por nuestra cuenta de Hawaii.


―Ese día debí estar borracho o algo ―se quejó él, atrayéndome a sus brazos para darme un apretado abrazo―. No sé qué me pasó para aceptar algo así.


―Fue cuando el ambiente se puso tenso luego de que Mark y Olivia pelearan, ¿recuerdas?


―Ya. Ugh, odio cuando esos dos forzan mi mano. Recuérdame no asistir a otra reunión si ellos van a estar.


―Lo siento, nene ―murmuré contra su piel, incapaz de recordarle que estaríamos pasando los siguientes catorce días con esos dos.


Estuvimos unos segundos en silencio, escuchando de fondo el ruido de los autos y los gritos de los conductores.


Odiaba la ciudad. Y odiaba más estar en el corazón de la misma, pero luego de lo sucedido con Angela, sus sesos volando por todo el apartamento y todo eso, Christopher había decidido vender el edificio a las afueras de la ciudad y rentar una oficina en el edificio donde Mark y Alex tenían sus empresas.


Tampoco es que Christopher viniese mucho a la ciudad, después de todo, Fred y su esposa Sofía eran los encargados de la oficina de aquí mientras Chris atendía la extensión en Maui, así que sólo venía cuando era obligatorio.


Razón del porqué ahora nos quedábamos en uno de los apartamentos de Mark cuando veníamos de visita.


Y obviamente, lo odiábamos.


―Al menos no tendremos esos horribles sonidos de fondo cuando estemos en el barco ―murmuró Chris contra mi sien, haciéndome suspirar de placer cuando sus dedos comenzaron a subir y bajar por mi espalda lentamente.


―No me importa en donde estemos, pero no te detengas, mi amor...


―Helena.


Mis ojos se abrieron al escuchar la seriedad en su voz.


―Sé que Louis dijo que habría un séquito de niñeros cuidando de los niños para que los adultos pudieran tener tiempo a solas, pero Helena, no pienso dejar a Matteo con gente desconocida para tomar el sol en la piscina.


Y yo no pude evitar reírme.


―Nene, Matteo se queda contigo cuando yo trabajo. Le construiste un espacio en tu oficina para que él y Rolls estuviesen cómodos.


―¿Rolls?


Christopher soltó un suspiro de pesar cuando Matteo repitió el nombre de nuestra mascota.


―Sí, bebé. Rolls ―asintió Chris cuando nuestro hijo se movió hasta acostarse entre los dos―. Él está en casa con tía Jasmín. Pronto lo veremos, ¿sí?


―Si ―asintió Matteo con seriedad antes de relajarse entre nosotros.


Chris y yo nos miramos con sorpresa al ver que Matteo no lloraba ante la mención de su gato y mejor amigo.


―Bueno, eso no me lo esperaba ―murmuré, haciendo que mi esposo me sonriera divertido y que mis hormonas se descontrolaran.


Oh, lo que esperaba de este hombre en este viaje...


―¿Qué tal si te duchas y buscamos qué desayunar antes de ir al aeropuerto?


Seguí con la mirada cada movimiento que daba mi hombre para salir de la cama hasta que se detuvo a mi lado con el ceño fruncido al ver que yo no me movía.


―¿Helena?


-Un segundo, por favor ―mis ojos se posaron sobre el prominente bulto que formaba su ropa interior. Por la forma, sabía que mi esposo no estaba excitado, de lo contrario, sería escandaloso lo que vería.


―Helena, tienes a nuestro hijo en brazos ―se quejó él, haciendo que subiera mis ojos hasta su cara para encontrarla totalmente sonrojada.


-Y llevo a nuestra hija en mi vientre y eso no te detuvo a hacer lo que me hiciste anoche.


Reí con fuerza cuando su boca se abrió y cerró una y otra vez al no encontrar qué decir, así que me levanté de la cama y le pasé a Matteo antes de dirigirme al baño.


―Quiero que entiendas que espero ducharme contigo al menos una vez en este viaje, nene ―dije al detenerme bajo el marco de la puerta, haciendo una pausa al ver que no entendería lo que quería decir―. Y por ducharme contigo me refiero a sexo, Christopher. Ayer nos duchamos juntos, pero tienes tiempo sin follarme en el baño.


―Helena...


Ignoré su gruñido de advertencia.


―A Matteo no le interesa repetir esas palabras, ¿verdad, Matteo? ―la mirada de mi hijo pasó de Chris hacia mí repetidas veces antes de alzar sus cejas con confusión― ¿Verdad que no te va a interesar nada referente al sexo hasta que tengas cuarenta y cinco años, bebé? Tú y tu hermana serán las personas más puras y castas que hayan habitado el planeta, ¿no es así? Más les vale que sí. El corazón de papá no aguantará de verlos con las hormonas revolucionadas cuando lleguen a la adolescencia.


Aquello hizo que Christopher rompiera en una sonora carcajada, lo que llevó a Matteo a reírse con él a la vez que aplaudía con emoción.


―Estás loca, cielo.


―¿Por ti? Siempre ―guiñé un ojo en su dirección antes de girarme de nuevo al baño―. Y eso nunca cambiará, nene


Hombres De Manhattan, Un Crucero De LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora