7-MATT

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—Por amor a Dios, Matt. Baja el ritmo, estás de vacaciones.
—No tengo nada qué hablar contigo —contesté yo, cruzando un pasillo y deteniéndome de golpe al ver que salía a otro pasillo idéntico al anterior.
Maldita sea, era el segundo día a bordo de este puto barco y ya me había perdido tres veces.
—Matt, nuestras habitaciones están en el piso superior.
—No estoy perdido —gruñí en respuesta, pero ahora comencé a buscar un ascensor o unas condenadas escaleras que me llevaran a mi destino.
—Por supuesto que no —se carcajeó Mark, sorprendiéndome al escuchar ese sonido salir de su boca.
—Ya lo dije, no estoy perdido. Estoy buscando el puto cafetín para despertar a mi esposa como lo hago en casa. ¡No estoy perdido! Además, ¿No deberías estar detrás de tu mujer rogándole que no te lance a la calle? —solté furioso, haciendo que la diversión en la cara de mi hermano se borrara al instante.
Bien, Mark no tenía derecho a reír ni a ser feliz luego de meses de hacer sufrir a Olivia.
—Olivia y yo estamos bien —respondió él, aunque su mirada esquivó la mía como siempre ocurría que sacaba el tema.
—Olivia no es ni la cuarta parte de lo que era antes de la pandemia, Mark. No es justo que la hagas sufrir sin razón aparente. ¿Tienes idea de lo duro que es ver tu indiferencia hacia ella y hacia Andrew?
—No entiendes nada —murmuró él, parándose a mi lado una vez encontré un ascensor que me llevara a mi piso.
Alcé mis brazos con frustración.
—¡Nadie entiende nada! —exclamé sorprendiéndolo con mis palabras— Y nadie entiende, porque tú no hablas, Marcus. Y Olivia se está llevando la peor parte de todo esto.
—Sólo necesito tiempo —dijo él, y fue un milagro que yo no terminara de explotar.
—¿En dónde estás durmiendo? —pregunté unos segundos después cuando las puertas se abrieron.
—Es a la izquierda —señaló él al ver mi confusión. Todo en este puto barco era idéntico. Deberían diferenciarse en algo para las personas despistadas como yo—. Y estoy durmiendo con Olivia, claro.
Aquello me sorprendió, tanto, que me giré hacia él.
—Me estás diciendo que duermes en la misma habitación con Olivia... En la misma cama —insistí.
Mark abrió y cerró la boca varias veces antes de dejar caer sus hombros en señal de derrota.
—Cuando nos mostraron la habitación Olivia nos dijeron que podían unir las dos camas y hacerla King, pero Olivia rechazó la idea del chico y dijo que asíestaba bien.
—Ah... —eso sí tenía sentido— Así que eres compañero de cuarto con tu propia esposa. ¿Es cierto que en casa atraviesan veinte almohadones cuando van a dormir?
—Son sólo tres —masculló él—. Le dije que podía irme a otra habitación sí eso prefería, pero me dijo que no tenía fuerzas para explicarle a los niños lo que ocurría, cuando ni ella sabía qué pasaba entre nosotros.
—¿Y dices que Olivia y tú están bien? —dije con ironía— No están bien, Mark. ¡Están terriblemente mal! Y todo es por tu puta culpa.
—Lo sé —mi hermano me miró derrotado, perdido—. Y no sé cómo hacer para salir de todo esto, Matt. Ese día que salimos a Miami, Olivia dijo que quería el divorcio. Y fue como si algo se rompiera en mi interior. No quiero perderla, Matt. Olivia es el amor de mi vida. No puedo imaginarme seguir sin ella. Sé que la cagué con todo lo que hice, pero al menos la tenía conmigo aún en la distancia. No puedo dejarla ir.
—Entonces habla con ella, Mark —insistí yo, tomando su cara entre mis manos para que viera mi seriedad—. No tengo que saber qué ocurrió entre ustedes para que pusieras esta distancia, pero necesitas hablar con Olivia. Aprovecha este viaje para volver a ganartela, hermano.
—No sé cómo hacerlo...
—Tal vez deberías prestarle más atención. Hacerle cumplidos, o darle detalles. ¿Por qué no organizas un día de spa para ella y tú cuidas a los niños. Ese sería un gran gesto de tu parte, Mark.
Mark se alejó unos pasos con incomodidad.
—Puedo intentarlo —murmuró él, más para sí mismo que para mí.
Mi hermano asintió un par de veces y caminó hacia su habitación, a tres puertas de la mía y se detuvo de golpe para girarse en mi dirección con una gran sonrisa en su cara.
—Tal vez pueda ir al cafetín que tú no encontraste y despertarla con el desayuno en la cama.
—Hijo de...
—Gracias, hermano. Eres el mejor —me cortó Mark, tomando una flor de uno de los jarrones que decoraban el pasillo antes de regresarse al ascensor.
—No es mala idea —dije yo, copiando a mi hermano antes de abrir mi puerta y detenerme de golpe ante lo que vi.
—¿Volviste a perderte? —se burló Lara al verme, y yo no pude evitar devolverle la sonrisa.
Cerré detrás de mí y me acerqué a mis tres castañas favoritas, que se encontraban en el sofá viendo una película animada.
—Voy a necesitar una brújula, amor. No supe llegar al cafetín para traerte tu café.
—¿Qué te parece si te sientas un rato con nosotras para terminar la película? Las niñas están ansiosas por ir a la piscina y verte lanzar del tobogán.
Me estremecí por completo la imaginarme haciendo eso.
—Ni loco hago eso —contesté yo, sentándome al lado de mi mujer para atraerla a mi regazo mientras las niñas se reían de mi respuesta—. Quien se lance de esa cosa es porque no quiere su vida, o está muy desesperado.
—O perdió una apuesta —señaló Fiorella, regalándome una cómica sonrisa carente de colmillos que, como siempre, me hizo reír—. ¿A quién deberíamos retar para que lo haga?
—Se me está ocurriendo algo —murmuró Lara, la travesura marcaba cada facción de su hermosa cara— ¿Quieres saber de qué va?
Por supuesto que quería saber.
Cada vez que mi mujer me mostraba este lado suyo, yo terminaba siguiendo sus planes.

Hombres De Manhattan, Un Crucero De LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora