Familia. Deber. Obediencia. Honor. Los cuatro preceptos fundamentales de la familia Lan, sagrados y honrados por cada integrante dentro del prestigioso clan. Cada una establecida para moldear hombres y mujeres perfectos, dignos portadores del longevo apellido y los cuales debían seguirse al pie de la letra.
Contradecirlas estaba prohibido, castigado.
Los infantes las aprendían con rapidez, encontrando a través del tiempo que la verdadera complejidad de ellas residía en las ciegas exigencias impuestas por los ancianos, no en las palabras mismas. Para muchos, el significado de éstas se reducía a la definición impresa en el diccionario. En cambio, un Lan simplemente las sentía, recitando una a una en completo silencio.
Familia. Una presión constante y repleta de expectativas inalcanzables o complacientes.
Deber. La obligación colocada en sus débiles y temblorosos hombros desde su nacimiento.
Obediencia. Un muro con más de tres mil reglas.
Honor. Se justo.
Sólo cuatro.
Pero entonces, ¿qué hay de la felicidad?
A menudo, Lan XiChen pensaba que la dichosa lista debía de cambiar y resumirse en dos términos mucho más acertados que los anteriores.
Deber y sacrificio.
¿Para pertenecer a la familia Lan debías entregar absolutamente todo de ti y conformarte con lo poco o nada que recibías a cambio?
La respuesta es sí. Madame Lan había sido una de las desafortunadas víctimas, una mariposa que quedó atrapada en la bonita seda de una astuta araña, esperando pacientemente una muerte espantosa y solitaria.
Una desgracia marca Lan.
XiChen recuerda a su madre como una encantadora mujer que deslumbraba al mundo con su luz incandescente, risas joviales y divertidas ocurrencias. Un alma libre que terminó siendo encerrada en una jaula de oro, consumida por el dolor y la pérdida, anhelando vislumbrar el cielo azul igual que un ave majestuosa privada de la libertad para el resto de la eternidad.
¿Y cuál fue el motivo de tan trágica historia?
Amor. Por enamorarse de la persona equivocada.
Qué triste.
Pese a esto, XiChen consideraba el amor como un maravilloso regalo.
Lo hallaba fascinante y esperanzador. Uno de los sentimientos más hermosos y valiosos que surgían inocentemente del corazón; un deseo cálido, misterioso e indescifrable que te lleva a cometer locuras en su nombre. Un vocablo que necesita de la persona correcta para darle sentido.
Algunas veces, él creía que haber carecido de amor durante el crecimiento lo confundió irremediablemente, haciéndole idealizar un fanático cuento de príncipes y princesas que no existía. Sin embargo, pronto se daba cuenta del error y se disculpaba consigo mismo.
Mientras supiera diferenciarlo, el amor sería bienvenido en su vida. Lan Huan lo recibiría con los brazos abiertos cuando fuese el momento de experimentarlo, también era plenamente consciente de una cosita agridulce y desalentadora.
Enamorarse no siempre era mágico, también dolía. Dañaba. Rompía. Algunas veces, amar resultaba cruel y despiadado, nada amable o hermoso. Prueba de ello había sido la historia lastimosamente romántica de sus padres. O su tío. Lan Qiren nunca sintió una conexión sentimental hacia otra persona, pero amaba como todo Lan: completa y devastadoramente. Dicho afecto lo hizo renunciar a su juventud momentánea para cuidar a los hijos del mismo hermano que se destruyó en la oscuridad de una habitación abandonada y melancólica.
Qiren crio a los dos pequeños con cariño, sí, pero limitado y severo, inflexible. El tipo de amor que un hombre acostumbrado a la disciplina podría ofrecer a manos llenas. Lan Huan sabía que, aunque no hubiesen visto besos de buenas noches o luces encendidas en noches tormentosas, su tío les quería y no dudaría en mencionar cuán orgulloso lo hacían.
Sin embargo, cuando alcanzó la edad suficiente para comprender, comenzó a cuestionarse de verdad, entendiendo que las enseñanzas que recibió de sus mayores eran erróneas, tóxicas y arcaicas.
Es cierto que aprendían, pero no lo que creían. Lejos estaban de ser los caballeros prometidos o las espléndidas damas que la sociedad alabaría. Sacrificarse por un bien mayor los convertía en una sola cosa; marionetas sonrientes que estaban dispuestas a complacer a los demás, repartiendo felicidad a diestra y siniestra mientras ellos mismos de hundían en las profundidades de un pozo sin fondo, asfixiados en la caótica oscuridad enfrascada de sus propios sentimientos.
Desde entonces, XiChen odió la realidad que lo rodeaba. Odiaba la sensación horripilante del desprecio asentado en el estómago, ese que surgió desde que descubrió dicha falsedad. Odiaba ser un Lan y odiaba aún más que le hubieran robado el privilegio de elegir, de soñar y equivocarse con libertad y sin temor al fracaso.
Era consciente de la razón por la que seguía luchando esta batalla interminable, incapaz de rendirse.
Su alma gemela.
Cuando era niño, su madre le contó un cuento hermoso dónde dos personas destinadas a encontrarse alguna vez en la vida vivían felices por siempre. Los unía un lazo invisible pero poderoso, atado a las primeras palabras que se dirían al conocerse por primera vez y que estaban tatuadas en tinta negra en las pieles de ambos. Dichas marcas del alma brillarían cuando los sentimientos de amor fuesen verdaderos, o tristemente se desvanescerían si nunca se hallaban en absoluto.
La esperanza de encontrar la fuente de su propia felicidad nunca se apagó dentro del corazón de Lan XiChen, crepitando a fuego lento a través de las heladas ventiscas. Como un faro iluminando el angustioso camino en medio de una noche lluviosa.
En ese entonces, pensó que solamente era una bella historia de promesas e ilusiones, lo que cambió al poco tiempo. Cumplidos los siete años, un dolor insoportable en la espalda lo despertó a medianoche, sollozando mientras dos simples palabras aparecían a fuego en su piel.
«¿Necesitas ayuda?»
¿Una frase tan común es lo que le diría al conocerse?
Qué fácil... y qué difícil.
Deseaba de todo corazón encontrarlo algún día, aun si fuese en los confines del mundo.
Tal vez era hora de buscarlo.
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¡Hola, estrellitas! Me siento feliz de, finalmente, compartir con ustedes esta historia que he estado planeando durante muchísimo tiempo.
Sinceramente, este es uno de mis clichés favoritos con una de mis dinámicas favoritas. Romance de verano y soulmarks. Arena, sol y dos personas experimentando un amor veraniego. Un plus son las almas destinadas. Ambas son hermosas de muchas formas, pero también un poco dolorosas y angustiantes. Tengo pensado que esto sea un tanto largo, ya que además de enamorarse, mi XiChen tendrá un desarrollo de personaje bastante personal. Ustedes saben que me encanta hacerlo feliz, y para eso, debe desprenderse de aquello que lo ata al fondo del océano (como en el canon): su estricta familia, lo que no será nada fácil, pero sí un comienzo. ¡Espero que les guste!
Por cierto, ¿vieron el arte de la portada? ¡Lo comisioné a mi amix, la talentosa Eiji Azuran MRianih! ES BELLÍSIMO.
Sin más por el momento, me despido de ustedes hasta la próxima actualización <3
Abrazos a todos.
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When the sea sleeps, we paint stars in the sand | ChengXi
Hayran KurguPara su familia, Lan XiChen no es más que una títere cuyo único propósito en la vida se limitaba a cumplir las expectativas de los demás. No tenía voz ni voto. Aquellas reglas talladas en el muro de piedra lo hundían como pesadas cadenas atadas a su...